Capítulo 2

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El cantón del instituto era una estructura impresionante pero, claro, todo cuanto tenía que ver con el instituto Signum Fidei tendía a serlo.

Ser el hijo mal reconocido de un ex hombre acaudalado dejó tras de sí la silenciosa herencia de los estudios. Papá estudió aquí, y el papá de él también. Además de mis destacados hermanos, que dejaron una estela perfumada de éxitos estudiantiles, campeonatos deportivos, copas de olimpiadas de matemáticas, y como no, de debate y poesía.

Lo bueno de ser su sombra era que no tenía que llenar ningún estereotipo de estudiante modelo. Porque nadie me conocía realmente, y tampoco me parecía físicamente a ellos, que parecían gotas de agua.

Además, había que tomar en cuenta que jamás en la vida a alguien se le ocurriría mencionar en una misma oración, que un integrante de la gran familia Fitzwilliam era algo menos que perfecto. Aunque ahí entrara yo ilegalmente, oculto en las penumbras. Nadie imaginaría que un Fitzwilliam fuera pobre. Así que haciendo uso siempre del apellido de mi mamá, yo ante la vida era simplemente Ripley de la Cruz. Un don nadie al cual le habían pagado toda la colegiatura por adelantado.

No entraré en detalles respecto a la aversión que sentí cuando mamá me contó que estudiaría ahí saliendo de la escuela primaria. Ella lo había conseguido en consecuencia de recibir varias denigraciones e insultos, aunque siempre huía del tema cuando le preguntaba sus motivos para querer lograr mi matrícula allí con tanta vehemencia.

Para ella los estudios eran lo primero. O lo eran al menos hasta hace un año, cuando nuestro patrocinador, alias mi padre que nos abandonó, falleció. Después de eso comenzaron los dolores de cabeza y la escasez de dinero. El miserable no nos dejó ni siquiera un peso depositado en alguna cuenta de banco. Todo se lo dejó a ellos y a Almendra, su esposa. A los legítimos, su orgullo en vida.

Me tocó presenciar los lujos que adquirieron Alec y Simón con el tiempo, como un carro deportivo cada uno, que obtuvieron de la venta de una de las tantas propiedades que heredaron mientras yo trapeaba pisos en el Jerry's, o la lancha que paseaban en un carro por la ciudad cuando decidían ir a la playa.

Una vez pasaron al local supuestamente a pedir algo, pero solo entraron a saludarme con una fingida amabilidad, como si realmente fuéramos familia, pero de esa familia que no te apoya y al contrario, te denigra con su maldita opulencia.

Lo último que supe de Almendra era que dedicaría su vida a viajar. Con la venta de la mansión donde vivían con papá y unos cuantos ceros más en su cuenta que obtuvo del seguro de vida del mismo, no le faltaría dinero en por lo menos una vida y media más, así que no tenía ninguna preocupación al respecto, mientras que con mamá luchábamos cada fin de mes para que el arrendatario no nos corriera.

 Con la venta de la mansión donde vivían con papá y unos cuantos ceros más en su cuenta que obtuvo del seguro de vida del mismo, no le faltaría dinero en por lo menos una vida y media más, así que no tenía ninguna preocupación al respecto, mientra...

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Di vueltas en la cama solo para tratar de entrar en calor. Hace poco habíamos comprado un galón de gas para entibiar la casa, pero rellenarlo era un lujo que no podíamos permitirnos tantas veces en el mes, así que usábamos la estufa solo lo necesario, que se resumía a la noche unos minutos antes de irnos a dormir, o cuando ella tenía turno tarde junto conmigo y llegábamos congelados al amanecer, de lo contrario no se encendía.

Ni tan vivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora