Capítulo 6

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Disfrutaba pensar que la vida era lo suficientemente buena y volátil como para cambiar a nuestro antojo el futuro.

Sabía que, con esfuerzo y dedicación, los pequeños objetivos podían acercarnos a una gran meta. Y entendía también que el balance era una cosa que solo el destino era capaz de juzgar.

Porque cuando uno gana también pierde algo. Por ejemplo, si quiero una malteada, debo pagar por ella, y para pagarla, debo trabajar. O al menos así funcionaba para la clase media que necesitaba esforzarse por conseguir sus objetivos, y así también una meta más grande ajustada a sus posibilidades. No era así el caso de quienes nacieron en cuna de oro, teniéndolo todo.

Alec y Simón, mis medio hermanos, nacieron en una y aún así fueron buenos estudiantes. El destino se burlaba a veces de quienes eran o no afortunados. Ellos ganaron autos lujosos, propiedades y estatus a cambio del fallecimiento de nuestro padre. Claro estaba que con las inversiones que él les dejó ellos no trabajarían probablemente ningún día de sus vidas. Eso, si lo que quisieran fuera gastarse la herencia poco a poco, así sin más. Puesto que, si eran inteligentes así como los pintaban en el Signum Fidei, quizás incluso logren aumentar sin esfuerzo la riqueza que les llegó, y así heredar su riqueza a una nueva generación.

El éxito va en boca de quienes deciden sacrificar un algo por lo otro. En mi caso, sin herencias pero con el aliciente del amor de mamá, he decidido sacrificar mi juventud y vida social para tratar de salir adelante. Hoy quizás como ayudante de limpieza, pero más adelante, una vez alcancemos la estabilidad y ahorremos..., ojalá de forma independiente, poco a poco.

No le había contado a mamá, pero desde mi primer día de trabajo, abrí una cuenta de ahorro en la cual cada semana depositaba el 10% de lo que día con día me pagaban.

Jerry era un buen jefe, y no al mismo tiempo. Era bueno por haberme dado la oportunidad a los 16 años de trabajar, y malo al no tenerme un sueldo mensual, sino diario y bien acotado al mínimo obligatorio. De los dos, solo mamá tenía seguro de vida por las remuneraciones de su contrato, y yo, al ser menor de edad, era su carga para cuando me enfermaba.

Una vez le pregunté a Jerry con cuánto dinero había comenzado su negocio, y si bien no me quizo responder, poco a poco, conversación tras conversación, le he sonsacado información útil que me ha servido para sacar mis cuentas. Por eso era tan importante para mí no perder ningún día laboral, y no dejar de ahorrar sin importar qué.

Cuando mamá despertó horas después de haber llegado al hospital, sentí que el alma regresó a mi cuerpo. Estaba asustado. No me dejaron entrar a verla hasta que terminaron de revisarla. Le comenté a una enfermera que había encontrado un examen en la cartera de mamá, para que me ayudara. Yo no supe leer correctamente qué significaba, pero las extrañas palabras me indicaban que algo no andaba bien con ella en su cabeza. Hablaban de cuerpo extraño en la región celar, algo de una silla turca, y hematoma subdural. Por primera vez en mi vida sentí que no estudiar me tenía en desventaja. Era todo tan extraño, y no lo fue menos cuando la enfermera mandó a llamar a un doctor para que me explicara qué significaba, puesto que habían tecnicismos que ella no logró explicarme del todo.

—Busqué en su historial clínico, y hace poco más de un año tuvo un ingreso a urgencias. Llegó con un golpe que fracturó un poco su corteza cerebral, la cual nunca fue drenada puesto que la paciente se dio de alta sola, antes de hacerle algún procedimiento.

—¿Qué? Debe haber un error, yo vivo con ella y mamá nunca ha venido a urgencias.

El doctor me miró sin comprender.

—Está en su historial clínico. No se terminó el procedimiento.

—¿Y la resonancia que significa? —quise saber, había leído la fecha y era de hace una semana. No sé en qué momento se hizo el examen—. ¿Estará bien? ¿Es un mal resultado?

Ni tan vivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora