Capítulo 10

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Karen apareció por la tarde a ayudarnos. Y evité, juro que con toda mi fuerza de voluntad, no preguntar por Isabella. No quería que mi curiosidad se viera afectada por un mal juego de palabras. Karen tenía un prontuario que la antecedía, y es que era algo así como el portal de chismes, o el canal de noticias del instituto. No había novedad que le pasara desapercibida, y estaba seguro de que esa era la verdadera razón de habérsele acercado a Isabella en primer lugar. En sus redes sociales publicaba todo lo que le pasaba en su día, y tenía entendido que incluso tenía la personalidad suficiente como para hablar de ello en sus historias de Instagram, mediante transmisiones en vivo.

—Pobrecita Isa, le preguntaré más tarde si está mejor —Josué le habló a Karen—. Ayer después de la pizza no quise decir nada, pero la noté un poco rara, estaba callada..., casi tanto como Ripley —rio—. ¿Tú lo notaste?

—Ay, Josué. ¿No puedes trabajar en silencio? Me sigue doliendo la cabeza a horrores.

Karen se encontraba separando distintos panfletos, doblándolos, y colocándolos todos en una bolsa plástica con el logo del instituto. A nosotros nos habían encomendado instalar un pequeño escenario, así que nos encontrábamos subiendo bloques de madera para hacer la tarima.

Encima, al día siguiente, llegaría el personal exterior que el instituto había contratado con la superficie que actuaría de cubierta. Y se encargarán de terminar de instalar las luces, el sonido, y la decoración pesada en altura. Todo se vería espectacular a eso del viernes, según el profesor, y el lunes siguiente, si todo seguía así de bien, comenzarían las visitas de reconocimiento de estudiantes municipales antes de la inauguración de las primeras olimpiadas de matemáticas del martes, que según el calendario de actividades que leí en el panfleto, no tendrían término hasta tres semanas siguientes. Después tendríamos que guardar todo otra vez.

Cuando estuve más cerca de mis compañeros noté que Josué se quedó callado. Quizás, haciéndole caso a Karen, que se notaba más irritable que de costumbre. En palabras de Isa el día anterior, hubiese pensado que la chica en cualquier momento volvería a desfallecer del sueño. Pero, parecía que la vitalidad se había instalado por completo en su sistema, y haberla visto dormir así de cansada parecía una ilusión más que otra cosa. Algo muy, muy lejano.

—Descansa un momento, yo voy por más bloques —se ofreció Josué al verme.

—¿Y oírte quejarte mañana otra vez? No, gracias. Estoy bien.

—Ya, ya, ya. Váyanse de aquí, par de parlanchines —canturreó Karen, echándonos con una mano.

Cuando bajamos las escaleras no pasaron ni dos segundos cuando Josué interrumpió mi trabajo.

—Quería contarte algo, Ripley. Es sobre Isa... y yo.

Tan solo oír su nombre en la voz de él hizo que me encolerizara. Pero, mantuve el rostro inexpresivo.

—¿Es algo malo? —inquirí.

Sopesó su respuesta y ladeó la cabeza a medias.

—Sí, pero no. Es, es complicado, la verdad. No sé cómo te lo vayas a tomar —Rascó su cabeza, y caminó hasta las bancas para sentarse. Hizo ademán de invitarme, y cauteloso accedí y me senté en frente de él.

—No hay nada que me pueda afectar respecto a ti... con ella, Josué. ¿Me estás pidiendo consejos o...?

—Oh, no, no. No son consejos. No son consejos, Ripley. Es una... es una revelación que no sé cómo te vayas a tomar, pero que debes sin embargo saber. Soy un pésimo mentiroso y no aguanto el suspenso, te lo diré y ya.

—Lo que me preocupa es verte así de nervioso —reí—. Si no me incluye a mí, no sé por qué me debería interesar —le respondí

—Mmh, es que sí te incluye.

Ni tan vivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora