El sábado tomamos el primer bus rumbo a la hora médica de mi mamá. Ella se fue durmiendo gran parte del camino mientras yo intentaba de forma concienzuda soñar al igual que hace dos noches. Pero, no lo logré. De todos modos, creo que era mejor así.
Cuando mamá despertó a medio día, tan solo faltaban unos escasos kilómetros para llegar a destino. Estábamos nerviosos, y creyendo por sobre todas las cosas, que fuera lo que nos estuviera esperando en la consulta, lo afrontaríamos con la frente en alto. Tanto positiva como negativamente. Hasta el final.
Nos bajamos en la terminal de buses y pedimos desde allí un taxi. Por suerte, el clima estaba agradable en donde no hacía ni frío ni calor, perfecto para la cantidad de abrigo que habíamos decidido llevar al haber visto el clima el día anterior por internet.
El vehículo no tardó en llegar, así que tras darle las indicaciones llegamos a nuestro lugar de destino. El hospital regional estaba en su máximo esplendor ubicado frente a una plaza de feriantes. El chofer del taxi nos recomendó que cuidáramos nuestras pertenencias allí, porque habían vándalos que se aprovechaban de la gente que no acostumbraba frecuentar la ciudad.
Por supuesto que ni la situación ni el tiempo eran adecuados como para andar turisteando, así que siguiendo su sugerencia, simplemente nos bajamos y nos dirigimos a la entrada principal del hospital.
Ni siquiera bastó que hiciéramos una pregunta cuando una mujer de bata verde chillona se acercó a nosotros, sonriente.
—Buenos días, soy Orientadora, ¿puedo ayudarlos en algo?
—Buenos días —respondimos al unísono.
—Cuéntenme, ¿qué necesitan? —siguió la amable mujer, lucía realmente genuina y alegre.
—Necesitamos encontrar el sector de Neurocirugía.
—Perfecto. Síganme, yo los guiaré.
Avanzamos a paso raudo y seguro por los pasillos del hospital. Era inmenso, y de no haber sido por ella, nos hubiésemos perdido. Tuvimos que subir dos pisos en ascensor y meternos por uno que otro pabellón hasta llegar a destino. Allí, en el lugar, había un gran mesón y varios módulos de atención con el nombre de los doctores neurocirujanos.
—Es aquí, los médicos están en atención.
—Gracias por su ayuda —le contestó mamá.
—A su orden, que les vaya bien.
Mamá reconoció el nombre de su médico designado y juntos nos acercamos a tocar su puerta. Pronto nos dimos cuenta de que estaba ocupado y se nos explicó que había que sacar un número de atención y registrarnos en el mesón.
—Qué vergüenza, Ripley.
Nos reímos de nosotros mismos y esperamos pacientemente a que el mismo doctor nos llamara a su consulta. De eso no pasaron ni quince minutos. Aún así, era su protocolo.
Entramos con un poco de vergüenza, pidiendo permiso. Él muy amable nos sugirió que nos sentáramos, y pronto comenzó la explicación de nuestro caso al él revisar sus exámenes.
—Efectivamente se comprobó que es un tumor benigno, o sea que no es cáncer. Lo malo, es que no importa qué tan benigno sea, porque está en la cabeza, y para nosotros llegar a él tenemos que, ya saben, romper y hacernos paso —explicó, dejando las resonancias en su escritorio—. Es una cirugía que tiene cincuenta por ciento de éxito y requiere la firma tanto del paciente como del familiar responsable.
—Disculpe doctor, pero, ¿para qué es la firma?
—Por el peligro de defunción. Ustedes deben autorizarnos a poder intervenirla, si lo hacemos sin su autorización es considerado negligencia.
Me recorrió un escalofrío. Y sentí como mamá también se colocaba tensa.
—O sea que la única alternativa es operarla —pregunté.
El doctor asintió, como si eso fuera obvio.
—¿Cuándo? —esta vez consultó mamá. Más que asustada, estaba aterrada. Así que extendí mi mano y sostuve la de ella, dándole ánimos—. ¿Y dónde?
—Antes debe hacer un ingreso hospitalario y posterior a eso, esperar. Ingresando, por ejemplo, el día lunes, podría estar siendo operada el miércoles o jueves, más o menos. Según el orden de prioridad. ¿Ha tenido algún malestar? Ya sean mareos, dolores de cabeza...
—Me desmayé hace unos días —se apresuró mamá a decir.
—¿Ha tenido problemas de visión? ¿Problemas de equilibrio o dificultad al hablar?
Esta vez fui yo quien asintió por ella.
—Sí a todo.
La afirmación pareció sacarlo de su estado tranquilo como profesional.
—Hoy es sábado. Sinceramente —comenzó a explicar, juntando sus manos, como si quisiera dejar en claro que lo que iba a decir era serio—, le recomendaría hospitalizarse hoy esperando en la sala de urgencias. Cuando la atiendan mencione los síntomas que ha sentido y explique que yo le he dicho que hiciera eso. Créame, será más rápido y más seguro para usted. La etapa de los mareos y pérdida de visión solo nos señalan que el tumor está creciendo, y que si este lo hace más de lo que ya está, su visión está en peligro. Y todo usted, dada las circunstancias, puede colapsar.
—Pero no vinimos preparados —le expliqué.
El médico se encogió de hombros.
—Dado el tiempo que tarda la atención, en unas horas le harán recién el ingreso. Mientras usted espera —dijo señalando a mi mamá—, su hermano debe ir a comprar lo básico que le soliciten en la hoja de hospitalización.
—Entiendo, doctor. Mi hijo se encargará.
Pareció sorprenderle la corrección.
—Hijo, claro —asintió—. Es mi recomendación y lo mejor para usted. Yo estaré atendiendo pacientes una hora más, luego de eso, intentaré ayudarla en la zona de urgencias, para que la prioricen y se haga pronto de una camilla. Una vez conseguido eso, no queda más que seguir con el protocolo. Ante cualquier emergencia, usted estará constantemente vigilada.
—¿Mi hijo puede quedarse conmigo?
Rápidamente negó.
—Solo en los horarios de visita, lamentablemente. Por ahora, preocúpese de ir a urgencias y hacer lo que le dije, mientras su hijo consigue lo esencial para que pueda hospitalizarse cómodamente.
Con eso dimos por finalizada la atención, y tras darle las gracias, nos despedimos y salimos de su consulta. Afuera se encontraba otro Orientador, a quien solicitamos indicaciones para llegar desde allí a la zona de urgencia hospitalaria. Esta vez el señor no fue tan amable como su colega en acompañarnos, pero entendimos sus referencias y llegamos solos a destino sin ningún problema.
Estaba repleto de gente.
No esperaba menos. Se trataba del hospital regional, no de una clínica.
