Tan pronto entramos a la casa mamá cerró la puerta con llave y bajó las persianas.
—¿Qué haces? —le pregunté.
Sin responderme, caminó por el dormitorio revisando que ningún rayo de luz natural entrara por las ventanas. Una vez conforme, se acercó a mí, tambaleante, y encendió la lámpara rinconera que teníamos al comienzo del pasillo que daba a las habitaciones.
—Sé que confías en mí, y por eso tengo miedo —dijo, tomando mis manos entre las suyas. Seguían frías en comparación a las mías, así que con su contacto tuve un escalofrío—. No te asustes. Solo... solo manténte receptivo y escúchame sin juzgar, Ripley. Esto es importante.
Asentí sin saber que otra cosa más responderle.
Hizo un ademán para que nos sentáramos, así que tras guiarla al sillón tomándola del brazo, nos pusimos cómodos en la medida de lo posible, dadas las circunstancias.
—Hijo...
—Antes quiero decirte que seguiré confiando en ti —la interrumpí. Noté que su rostro, aún con la poca iluminación, se relajó considerablemente—. Así que no te preocupes por eso.
Ella era toda mi familia, y la única persona que había velado por mí desde que tengo uso de razón. Las circunstancias que nos deparó la vida no fueron las que nos hubiese gustado vivir, sin embargo, sentía que si la tenía a ella a mi lado, no necesitaba nada más. Sobre todo luego de haber sentido el miedo de perderla. Ese terror no se lo desearía ni al peor de mis enemigos, si es que algún día lo llegase a tener.
—Te lo diré de una forma que considero es más sencilla: no somos una familia normal.
Esperé a que continuara, pero al ver que esperaba una respuesta de mi parte, me apresuré a llenar el vacío que se había formado.
—Lo sé, eso es obvio.
—No, hijo, es que de verdad no somos normales. Verás, el instituto Signum Fidei es algo... especial. No cualquiera puede estudiar allí.
—Es elitista, mamá. Eso ya lo sé. De no haber sido por mi papá no hubiese estudiado allí todos estos años.
No soportaba la humedad de la camiseta pegada a mi torso, así que me la saqué y me cubrí con un cojín.
—Eso es verdad, es elitista... —Sé que no le gustaba que anduviera desabrigado, pero se contuvo y no dijo nada—..., pero, no solo es especial por el dinero que cuesta estudiar allí, los es porque es sede de un selecto grupo que al igual que tú, tiene un gen heredado. Un pacto, más bien.
—¿Pacto? ¿Qué clase de don se adquiere con un pacto, mamá?
—Nuestros antepasados nos heredaron este don, hijo. Se traspasa de generación en generación, mutando en las mujeres y existiendo en los hombres únicamente para seguir con la línea hereditaria y no perderlo, porque son eslabones débiles —me estudió para saber si la estaba entendiendo. Así que asentí para que continuara—. Te vas a resfriar, ve por una camiseta, Ripley.
Me equivoqué.
Sin perder tiempo me paré como una flecha y troté a mi habitación. Me puse lo primero que encontré y regresé.
—Listo.
Pareció satisfecha con mi elección y me invitó a sentar una vez más.
—Se requiere un hombre y una mujer con el gen para que nazca una nueva generación. No basta con que uno lo tenga, deben ser ambos. Es por eso que yo me aseguré de que tu padre no tuviera el don, yo estaba segura de que no era así... yo solo investigué si tenía la fortuna suficiente para darme un bebé y mantenerlo. Lo de la esposa... eso no era relevante en ese sentido.
—¿O sea que tú sabías? ¿Tú sabías que papá estaba casado con Almendra? ¿Sabías que él ya tenía dos hijos?
Mamá bajó la vista, avergonzada.
—Tenía que hacerlo para dejar de ser detectable. Una hipersomnia embarazada es una hipersomnia protegida, y es libre una vez que el bebé nace, porque con él se elimina la maldición de los padres y se traspasa al recién nacido. Necesitaba controlar mi poder y eso no se hace hasta alcanzar la etapa de maduración, que en nuestro caso es estando embarazados.
Me estaba costando seguirle el hilo en la conversación.
—Espera —la detuve—. ¿Querías embarazarte de un ricachón para deshacerte del don y además hacerte de algo de dinero?
—Era joven y no comprendía la cosas. Traer un bebé a la vida era la solución a mis problemas con el don, pero como sabía que existía la posibilidad de que... lo que te está pasando a ti en estos momentos existiera, preferí darle la responsabilidad a un hombre adinerado para que nos ayudara a completar tu enseñanza necesaria de ser requerida.
—¿Cómo? ¿Soy lo que no debería haber pasado en tu plan? ¿Qué significa eso exactamente? ¿Cómo te diste cuenta? Tú me habías dicho que papá te rompió el corazón cuando se enteró que estabas embarazada y te dejó, y ahora dices que siempre lo supiste. Nunca estuviste enamorada.
Se lo dije rápido, sin pensar a tiempo en si mis palabras le afectarían o no.
Mamá se peinó los rizos, tratando de alisar algo imposible. Solo hacía eso para tranquilizarse, cuando algo la estresaba. Muy pocas veces la había visto haciéndolo en otro lugar que no fuera en el baño, junto con su rutina de prepararse para el trabajo.
—A los ocho años tú me comenzaste a contar historias vívidas, las mismas que yo soñaba en la noche. Y supe que debía hacer algo, que tenía que hacer responsable al hombre que engañé para mi causa. Y funcionó. Ese hombre nos ayudó, aunque miserablemente, a que tu camino nunca estuviera muy alejado del Signum Fidei.
Lo último lo dijo casi en un susurro. Se estaba sobre exigiendo. El doctor le había dicho que tenía que guardar reposo, y que no hablara demasiado porque eso hacía que su cabeza se forzara más de lo normal, y pudiera sufrir migraña.
—Más despacio, mamá. No te esfuerces demasiado. Respira un poco y continúa.
Me hizo caso. Dejó de hablar un momento y juntó todo el aire y control que pudo antes de seguir.
—Somos hipersomnia, podemos meternos en los sueños de las personas.
—Pero yo nunca he hecho eso —me defendí.
—Porque no estás entrenado. Los hombres portan el gen y las mujeres lo controlan. Existen muy pocos hombres, a lo largo de la historia, que han sido capaces de controlar la hipersomnia. Y es que es muy raro que eso suceda. Y mucho más lo es un hijo nacido de un padre normal y una madre hipersomnia. Eso nunca había pasado antes, hasta donde yo sé. Esa mezcla daba sí o sí un hijo sin el gen, que es lo que yo quería. Pero como ves, incluso en la ciencia existen los márgenes de error.
