Capítulo 15

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—¿Te parece si seguimos conversando mientras comemos algo? Estoy con el desayuno solamente y ya me está dando apetito —dijo mamá. Yo sabía que lo estaba sugiriendo porque quería descansar un momento de mi bombardeo de preguntas, así que me paré del sillón y la ayudé a colocar la mesa—. A todo esto, no te pregunté, ¿de qué es esa carpeta con la que fuiste a buscarme? Era de una clínica.

No le había contado a mamá sobre mis desmayos en el instituto, porque no quería preocuparla. Sin embargo, había llegado el momento. Ella tuvo sus secretos y yo los míos. Pero eso no quería decir que hayan sido ocultados para perjudicarnos, sino al contrario.

—Este tiempo que estuviste en el hospital yo tampoco me sentí muy bien. Así que de la enfermería del instituto me enviaron a hacer exámenes de sangre, para descartar cualquier cosa.

Mamá dejó de hacer lo que estaba haciendo y se acercó a mí, a la mesa donde estaba acomodando los cubiertos.

—¿Qué te pasó exactamente? ¿Por qué fuiste a parar a la enfermería?

Lucía genuinamente preocupada. Intenté restarle importancia.

—El día que tú te desmayaste yo también lo hice antes en el instituto, pero no había querido decirte porque no le tomé importancia. Luego, tan solo unos días después, me pasó lo mismo. Tuve suerte de que hubiera gente a mi alrededor. Así que me trasladaron donde la enfermera y ella me pidió exámenes.

—Al despertar, ¿qué te dolió específicamente? ¿La cabeza?

—Sí, las dos veces me desperté con dolor de cabeza. La enfermera dijo que me pudo estar pasando por falta de hidratación, o mala alimentación, quizás. Dijo que el estrés también podía ser un factor, o algún problema interno, no está claro. Por eso me pidió los exámenes.

—¿Me muestras los resultados?

Los fui a buscar y rápidamente los saqué de su carpeta. Los leyó como si entendiera lo que decían, yo ya lo había intentado, y salvo por uno que otro cuadro comparativo donde especificaba los rangos normales, no había logrado entender mucho.

—No tienes nada alterado. Estás saludable, Ripley, al menos en tu sangre. Eso es bueno.

Asentí no muy convencido.

—Bueno, la cosa es que ya me ha pasado dos veces. Y sí he tenido la precaución de no mal alimentarme, y aunque me ha costado he bebido más agua. Lo del estrés, bueno, eso no puedo evitarlo. ¿Crees que sea eso? ¿O será que algo anda mal en mi cabeza? Quizás también debería hacerme una resonancia, ¿tú qué dices?

—Yo digo que esto debe ser producto de un Hipersomnia.

Su respuesta me descolocó.

—¿Qué? ¿Y eso por qué? No es posible, me hubiese dado cuenta.

Mamá regresó por sobre sus pasos y abrió el refrigerador buscando qué poder preparar. Ahí cayó en la cuenta de que habían muchos envases de comida ya preparada por mí. Todo saludable y bien presentado.

—¿Todo bien, mamá?

Me había encargado de comprar cosas para poder cocinarle y que no se preocupara. Sé que le sorprendió, pero aún así no dijo nada. Solo sacó un envase que contenía arroz con pollo y lo metió al microondas.

Apretó los botones y me volvió a prestar atención.

—Ripley... Estoy segura de que has visto algo que no debías y este fue el resultado. Un Hipersomnia puede borrar la memoria, todo esto me parece muy raro.

—¿De verdad? ¿De verdad tienen tanto poder? ¿Yo también puedo? O podré, más bien... —dije todo tan rápido que tuve que dar una respiración consciente para terminar de decir mis dudas—... ¿Cuándo comenzarás a enseñarme?

Ni tan vivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora