Salí de la sala para evitar más miradas curiosas. No me gustaba ser el centro de atención, ni mucho menos el alimento de los chismes de pasillo. Ya había pasado por eso, y era una de las principales razones que tenía para no haber querido entablar relaciones cercanas en este lugar. Había tenido suficiente acoso por parte de las chicas en su etapa hormonal, y prefería que pensaran que era antipático a una eminencia sexy y amigable como Víctor. Tenía cero ganas de entrar en su grupo y ser comparado con él.
La esperé recargado en el barandal. Nos encontrábamos en el tercer piso, la gente se miraba diminuta en el patio desde aquí.
Fue la última en salir, junto con el profesor.
«Chica lista».
—Nos vemos, Ripley —se despidió él con una mirada inquisitiva, pero alegre.
—Nos vemos, profe.
Ella se acercó sin mirarme cuando él nos dio la espalda. No entiendo por qué se hacía la tímida conmigo y con el resto era amigable.
—Gracias —musité—. Quería hablar contigo sobre lo de hace un rato.
Ella asintió, subiendo la mirada, tranquila.
—Hice la maqueta porque te debía una. Ahora estamos a mano.
—¿Lo dices por lo de la bebida derramada el fin de semana? —No evité preguntar, necesitaba estar seguro.
Ella me brindó una sonrisa que llegó hasta sus ojos.
«¿A dónde se fue la chica tímida?».
—No. Yo ya me disculpé por eso. Fue por haberme metido en tus sueños, prometo no volver a hacerlo, a menos no sin tu permiso.
Me congelé en mi lugar.
«¿Qué?».
—¿Cómo es que tú...? ¿Me dices que fue real?
Ella asintió, cómplice.
—No pude resistirme, muy pocas veces puedo experimentar meterme en un sueño de día, despierta. Por las noches no es tan entretenido, es muy agotador.
—Lo siento, pero no sé de qué estás hablando —intenté cortarla.
—Sí, sí que sabes.
—No, no lo sé.
Me dio una mirada de genuina curiosidad.
—Sí, sí sabes. No finjas conmigo. Tu secreto está a salvo.
Negué con la cabeza, comenzando a desesperarme.
—Yo soñé que estabas dentro de mi sueño.
—No, tú soñaste que estabas trabajando en un horrible local de comida rápida, y yo me metí ahí. El sábado descubrí que era el verdadero local donde trabajas.
—¿Por eso fuiste y derramaste la bebida?
Se rio.
—Es que quería verte. Por cierto, el uniforme de allí no te queda nada mal, es algo ajustado, pero me gusta. Tienes buen físico.
—¿Qué?
Nos quedamos mirando en silencio. Ella quizás por qué motivos, y yo para tratar de calmarme. Si esto se trataba de una broma, he de admitir que la chica era muy buena mintiendo.
—¿Hace cuánto lo tienes? —preguntó de pronto.
—¿El qué? ¿Mi cuerpo?
—No. Ya sabes —miró alrededor antes de responder—..., lo otro.
