𝟷𝟺.•°~

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Luego de la noticia que le había dado Jisung ya no podía sentirse como antes, las cosas habían cambiado, a pesar de todo aún conservaba algunas emociones, aunque estaba seguro de que no eran las mismas que podía sentir Jisung.

Había asistido ese día a clases con el único propósito de alejarse de la mansión, ciertamente no tenía muchas ganas de salir, pero tenía menos ganas de permanecer en ese lugar y seguir pensando cosas que no debía. Ya había tenido suficiente tiempo para imaginar un millón de cosas, debía detenerse.

Al vivir bajo un ambiente tan violento de cierta forma había aprendido a apagar sus emociones, lo que con el tiempo se convirtió en un problema, ya que dejó de sentir en todo momento. Luego de conocer a Jisung había logrado volver a encender de a poco la llama de las emociones, pero poco a poco fue volviendo a lo que era, un saco de carne y huesos.

En ese preciso momento no era capaz de sentir nada, estaba completamente neutro. No estaba triste, ni enojado, ni consternado, ni nada por el estilo. Su mente estaba completamente en blanco, su corazón latía sin sentido y sus pulmones se llenaban de un aire innecesario. Ni siquiera él sabía con exactitud qué hacía, hacia donde tenía que ir, como debía actuar, la incertidumbre abarcaba todas las áreas de su existencia.

—Ya me voy a casa bin— se despidió el peliazul— Avísame cuando llegues a la mansión.

Esas horas habían pasado absurdamente rápido, nunca pasaban a esa velocidad para él, pero justo ese día que no quería volver, los minutos pasaron volando. Le había sugerido a Jisung salir a pasear por el centro de la ciudad, pero el menor se negó diciendo que sus padres estaban demasiado fuera de casa y que debía mantener el orden en el lugar.

Eso no le agradó a Changbin, no por el hecho de que no pudiera juntarse con él, sino porque sus padres no se daban cuenta de todo lo que perdía Han al quedarse en su casa limpiando. Si bien Jisung salía bastante, solo iba a la mansión unas pocas horas, no más de dos o tres, eso no era digno de un adolescente.

Comenzó a preguntarse cómo sería la vida sin esas personas, sin esos sujetos que limitan, que impiden avanzar, que molestan y lastiman a personas inocentes. Comenzó a analizar cómo funcionaba el mundo. Su supuesta madre era una mujer rica y exitosa, la cual tenía todo cuando lo pedía. Era una mala persona que vivía como si mereciera las mejores cosas de la vida. Era muy injusto.

No era como si los padres de Jisung tuvieran una vida envidiable, la verdad es que no la tenían, pero sus hermanos podían comenzar a ayudarlo. Aunque el menor no se quejara, Changbin sabía que estaba cansado, que le pesaba la responsabilidad de llevar un hogar sin ninguna ayuda.

Le resultaba muy molesto que las buenas personas como Jisung pagaran por los errores de otros, el peliazul no tenía la culpa de que sus padres no tuvieran dinero para mantenerlos a todos, no tenía porque mantener un hogar, no le correspondía hacer tal cosa.

Una extraña escena a las afueras de su colegio lo sacó de sus pensamientos, eran tres niños, dos molestaban entre risas a uno de ellos, quien no parecía muy contento con las bromas. Como de costumbre, molestaban a un chico por el simple hecho de que era más pequeño físicamente y por esa razón no podía defenderse.

Changbin observaba atentamente desde la distancia como los más altos golpeaban y se burlaban con bromas de poco agrado del más pequeño. Pudo ver que los dos matones eran de una escuela privada, sus uniformes se veían asquerosamente limpios y bien planchados. Nuevamente, los malvados en una posición favorable.

Decidió seguirlos a una sana distancia, mientras aún escuchaba las cosas que le decían al pequeño castaño. Ese niño iba en la misma clase que él desde hacía años, tampoco era un santo, nunca había hecho nada para defenderlo de los acosos, ni siquiera era capaz de llamar a un profesor, quizás por eso dejó que lo siguieran molestando por un largo tramo.

Los chicos doblaron en un callejón y Changbin vió su oportunidad. No tenía idea de cuando había llegado ese pensamiento a su mente, no sabía en qué parte del camino  había decidido ni porque. Pero ahí estaba, sonriéndole a su oportunidad.

—¿Nos estás siguiendo imbécil?— cuestionó uno de los matones en tanto Changbin apareció en aquel estrecho callejón.

—No, simplemente me agrada caminar por estos lugares sucios y malolientes— respondió— La acera normal me aburre…

—Ah quieres hacerte el gracioso— se burló el otro, acercándose para golpearlo.

Pero el pelinegro estaba acostumbrado, conocía cada uno de los posibles movimientos de memoria, después de todo su padrastro y su madre se habían encargado de enseñarle bien. Esquivo la trompada con todo éxito, mientras lo tomaba por la cabeza y lo estampillaba contra la pared.

El rubio de pelo largo lo miró asombrado, intentando retener al niño que molestaban. Pero en tanto vio los ojos idos de su compañero, supo que algo no andaba bien, quizás se les había salido de las manos. Se abalanzó sobre Changbin, iniciando una pelea pareja de puños, aunque no era capaz de darle en el rostro.

En un veloz movimiento, Seo lo tomó de ambas manos y le proporcionó un fuerte rodillazo en el medio del pecho. El rubio cayó al piso sin aire, incapaz de levantarse, lo cual Changbin aprovechó para pegarle una fuerte patada en la cabeza.

Pero eso no le aseguraba nada, buscó entre los alrededores algún elemento que fuera de su agrado para terminar su tarea. Localizó un palo de escoba a unos cuantos metros, lo partió al medio y tomó su punta filosa como arma blanca para proporcionar  varias puñaladas en el cuello a los dos cuerpos inertes en el suelo.

—¿De casualidad tienes fuego?— cuestionó el pelinegro con tranquilidad al chico de cabellos castaños.

—S-si— susurró con angustia.

Changbin tomó el encendedor e hizo arder el palo de escoba junto a los dos cuerpos. La víctima miraba toda la escena desde un rincón, sin saber con exactitud si debía huir o quedarse a agradecerle al mayor por su ayuda. Ya no sabía qué pensar.

—¿Tienes problemas en casa?— interrogó Seo.

—...No tengo casa, soy huerfano.

—¡Como yo!— exclamó el pelinegro con entusiasmo— Es una mierda ¿verdad?

—Lo es.

Changbin tomó esa afirmación como el permiso que necesitaba. Se acercó suavemente al menor y acunó su rostro entre sus frías y ásperas manos, para luego darle un brusco movimiento que borró todo rastro de vida en los ojos de aquel chico.

Se alejó por el mismo callejón, no sin antes prender fuego el último cuerpo. Debido a que esa zona era escolar y el horario ya había terminado hacía algunas horas nadie iba a percatarse ni del humo, ni del olor, por lo que no se preocupó mucho. Aunque no había pensado en las posibles consecuencias cuando hizo todo eso.

Un enorme alivio le recorría el cuerpo entero, se sintió iluminado, como si ya supiera exactamente lo que tenía que hacer para poder sentirse más en paz consigo mismo. Todo atisbo de ira, decepción e incertidumbre se había esfumado.

La enorme sonrisa en su rostro denotaba una emoción desbordante, aunque temporal.

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Buenas mí gente linda!! si está fuera la historia de Changbin diría q este es mí capitulo fav, pero como está historia es minsung todavía falta para eso jajajaja

Aún así quiero decirles q este suceso marca un antes y un después para Changbin.

Espero q les haya gustado tanto este cap como a mí escribirlo, no olviden dejar su linda estrellita si así fue. Lxs Tkm❤️‍🩹❤️‍🩹

PD: Recuerden el estado de felicidad en el q se encuentran Changbin en este cap y fíjense como se encuentra Jisung en el cap q viene😋

𓏲ָ 𝔖𝔢𝔪𝔭𝔦𝔱𝔢𝔯𝔫𝔬🪷//ᵐⁱⁿˢᵘⁿᵍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora