XII. Los Asesinos Profesionales.

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XII

♣    ♦   ♥


El amor puede no haber sido lo que me trajo al infierno, pero sí lo que me remataría. 

Ese es mi segundo pecado.

Tiramos las colas al arma, al mismo tiempo. Agarrando su colilla de diablillo, le retraigo a mi dirección por el piso, rodándolo a mis espaldas.

Antes de dar el primer paso, Blitzo golpea a mis espaldas con la punta de la bota. Tambaleándome hacia el frente, miro por encima del hombro llevándome un puñetazo que suscita quejidos.

Le regreso puñetazos que esquiva, agachándose con la cabeza estirada, arrojándose a mi estomago, abriendo el hocico buscando aire. Retomo la compostura a pasos atrasados, tomándome con un dolor inmenso hasta la coronilla y el diablillo, se le formaliza el rostro. Sin tomar una bocanada de descanso, se desliza por el suelo con la pierna derecha hacia atrás y el brazo estirado hacia la pistola que, le quito con un golpe de mi ala derecha. 

El arma rebota contra la pared de ladrillos con dos chasquidos en los que, impulsado con las alas, me apoyo con la pata en la pared como araña y salto a los hombros de Blitzo, levantándolo a dos metros. Pataleando, logra sacar una cuchilla del filo de los calzados, soltándose de mi agarre.  Cae de espaldas, siendo recibido por Angel Dust que le pasa por encima, porque Blitzo es tan pequeño que es fácil de escurrirse entre las piernas.

El collar esmeralda de Alastor se me presenta por el cuello y las alas, cortando mi habilidad de vuelo.

Con las agarras me deslizo entre las paredes del callejón, viendo a Blitzo retomar la pistola y apuntando a disparar. 

Salto entre las paredes mientras decaigo al piso, evitando las balas. 

—¿Desde cuándo los Pecadores comenzaron a ser tan molestos? —bufa Blitzo.

—Ni un pecador es igual a mí.

Vuelvo a sus hombros, esta vez con las patas bajo los brazos y las garras en sus hombros, sin clavarlas. Dando un cierre tras su espalda, doblando las piernas.

Agito las alas en un giro completo por el aire. Dejo caer a Blitzo, quien también me arroja a su costado, boca arriba. El arma vuela entre ambos, cayendo entre mis orejas. 

—Ya lo creo, esto es divertido —exclama Blitzo reincorporado, retomando el arma.

Una patada en la sien le manda a volar el arma. Es Angel.

Él responde con una escopeta sacada bajo la camisa, golpeando a Angel en el pecho con la parte trasera. 

De un salto, lo acorralo contra la pared con los colmillos ante los suyos. Alzando la rodilla le doy un golpe bajo, cayendo Blitzo echo bolillo.

Cabecea en seña de escapar a Angel, saliendo del callejón evitando estar cerca de demonios con celulares, cámaras de vigilancia y televisiones cercanas que pudieran darle aviso a Vox de nuestra ubicación.

—Aclaro que voy contigo porque me salvaste —dice Angel, agitado.

—Gracias por hacerme sentir mal —farfullo entre colmillos.

Un autobús escolar se vuelca a nuestra esquina, saltando de la libre del motor en llamas un par de rojizas cabras demoniacas.

—Déjame el gato para mí, Mox —pide la mujer de pantalones rotos.

—Lo más difícil siempre me lo dejas —se queja el otro, de pelo y pecas blancas.

Una sombra los cubre desde el transporte volcado de humo yacente hasta las nubes, entre los gritos de gente huyendo de la venida. 

DOMESTICAME - [ HUSKERDUST ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora