XXI. El Par De Corazones.

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XXI

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Enseñarle a Anthony sobre las reglas del póker provoca cierto nivel de intolerancia y estrés inimaginables. 

A pesar de ello, aprendí a estar centrado en lo que tengo al frente y minimizando lo que estoy acostumbrado a hacer, al perder las ganas de seguir. Ya con esto dicho, podría seguir pensando que el anunciamiento de estar 48 horas sobrio es uno de los mayores logros (después de asesinar a Hydra y apoderarme de más de trecientas almas) que he tenido.

Es la decisión que tome por cuenta propia, sin haber tenido otro par de discusiones con Anthony iguales a las que tuvimos antes de venir. 

Le respondo con tosquedades y el remata con vulgaridades de doble sentido.

Es poco sano que de eso se trate la relación que intentamos... intento llevar con él, puesto a que, a pesar de abandonar el enamoramiento que se entrometió en mis planes de asesinarlo, sigue innegable lo que el cuerpo desea. 

—Deja de ser tan aburrido —dijo lanzándose encima. Le estaba regañando por no seguir las reglas del juego.

—Alégrate que no jugamos en mi casino, porque allí te daría una paliza por... Oye, ¿Qué te he dicho de tratarme como tu juguete?

—Lo siento. Con ese sonrojo creí que podría apretarte un poco.

—Ja, para eso tienes que ganarme.

Chasquee la lengua.

Descubrí la última de mis cartas con el número faltante de las cartas de trébol.

El juego que le enseñe consta de hacer una pila de todas las caras, repartiendo 5 para ambos. Sacar la primera de la pila boca abajo, siendo con la que iremos formando por cada alusivo, la enumeración del 1 al 20, dejando las cartas con letra fuera del juego. 

La regla es simple: No colocar el número de serie siguiente que te dejará al final con tu turno saltado, por no poseer el número faltante de una de las filas. 

En este caso, Anthony perdió dos turnos por colocar su carta sin antes ver que simbolismo tenía.

Él arrebata la carta, colocándola bajo su camisa.

—Disculpa, yo no veo ninguna carta en tu mano —pone los ojos en blanco.

—Yo no veo nada en tu boca.

Esbozo una lasciva sonrisa.

Esta adicción es mejor que beber.

Es mejor que acostarme con él.

El hecho de besarlo, acariciar de su cintura para abajo y que se aferre a mis manos, lo hace tentador a cada minuto que le admiro. A cada hora en la que dudo de ser su amigo, lo que él había decidido desde antes. 

No puedo olvidarlo a que sea mi novio. Si es así como se siente cómodo, entonces con ello me conformaré. 

Anthony parece no hacer reproches por mi decisión de quedarme, al menos hasta después del Exterminio. 

Él cuenta sentirse bien en hacerlo conmigo que con los actores de Valentino. 

Lo dijo hoy en la mañana.

Él fumaba cabizbajo en en el fregadero. Yo estaba a punto de meter una pierna en el pantalón.

—Dices que no estas viejo pero se te nota lo oxidado —su tono parecía burlesco con cierto peso.

DOMESTICAME - [ HUSKERDUST ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora