XXII. El Señor Del Exterminio.

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XII

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m i e n t r a s   t a n t o  ,  c o n   a l a s t o r...


En la azotea del edificio frente al hotel de los objetivos de los Overlords, cada uno esperaba a que el demonio de la radio les dejase cumplir el trato que habían pactado y esperado por tanto tiempo y desesperación, a poco antes del inicio del Exterminio.

A poco menos de tres horas, se encentó la grieta del cielo al infierno.

—Ya no nos queda tiempo —dijo Carmilla.

El venado se hizo de oído sordo.

El tiempo que le dio al subordinado de su gato, era el suficiente para hacerle creer que al fin lo había desechado a la basura. La esperanza del escape triunfal era lo que quería ver reflejado en sus ojos cuando se rompiera en mil pedazos, arrebatando toda esperanza de libertad, demostrándole que ese pacto suyo, esa apuesta perdedora, siempre sería parte de él hasta la muerte.

El tratado con los demás lords ya estaba hecho de por medio, vería si eran capaces de derrotar a la mascota que tanto problema le dio, a él y al resto, inclusive Valentino estaba insistente con tirarse de la azotea y llegar al par resguardado en el viejo hotel. 

Cada lord presentado en la sala de reunión de Carmilla, estaba a espaldas de Alastor, listos con la mitad de sus poderes alzados en auras de colores y el del venado era inclusive ya más mayor. Lo único que faltaba era el de Husk. 

Le consiguió domarlo con una correa que por el paso del tiempo, sin concluir a temprano tiempo los trabajos, le quemaría hasta bajo el pelaje y le torturaría con su nombre hasta retorcer más sus pesadillas. Pero con el tiempo transcurrido, no notó señales del viejo gato despavorido ni muerto del miedo, ni mucho menos, siente depresión en esa habitación cerrada.

Era una rabia incontenible. ¿Él creía que ahora sería feliz? No es tolerable tal cosa, él sigue siendo suyo. 

El cronometro del campanario resto una hora más al Exterminio.

Trompetas sonaron de inmediato, y luces resplandecientes inundaban cada sector de las ciudades vecinas. Cada dominio de los pecados capitales se era envuelto en la luz del cielo que se avecinaba.  

Las cortinas de la habitación en la que, tres sombras de Alastor rodeaban en espera de su siguiente orden, vio las alas de Husk.

—Rosie, espera aquí y aleja a tu gente —habló Alastor—. Los demás vayan a atacar primero.

Vox junto a Valentino, se esfumaron en neblina y ondas de electroshock. 

—Velvette, Carmilla y Zestial —apuntó a ellos la sombra de Alastor, mientras él presentaba mutaciones en las astas—. Si él los vence, vayan por su compañero. No tengan piedad.

—¿Qué harás tú? —pregunta Zestial, desplazándose hasta lado suyo.

—Esto.

Con una palma en la radio del bastón, la otra chasqueaba los dedos. Del sonido de se chasquido, se apareció la cadena verde de Husk que desde su posición iba desmoronándose, encaminando hasta la habitación del hotel. 

Podía ser cualquier denominación, excepto un sinvergüenza que deja a su mascota desprotegida. 

—Ah, es una pena —Alastor se encogió entristecido.

El resto de lords se desplazaron en los tejados de las edificaciones, esperando a que Val y Vox entrasen al hotel.

—Al final, no pude domesticarte bien, gatito. 

La pena se le desvaneció en cuanto dejó fluir el poder que les robó al resto. Consiguió todo lo que siempre quiso. Consiguió una parte del poder de uno de los príncipes del infierno, y ahora, tendría a su orden a los demás de su clase. 

Él jamás volvería a ser presa de nadie, será el cazador de cualquier ser viviente y no viviente de cualquier plano existente. El señor de las tinieblas. El domador de Overlords. 

El demonio de la radio.






la batalla ha empezado en un mundo muy cuadrado


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DOMESTICAME - [ HUSKERDUST ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora