II. El Amo De La Radio.

954 108 22
                                    



II

♥   ♦   ♣




—Vas ganando por mucho, deberías de estar sonriendo —comenta Alastor en medio de su turno.

—Ah, ¿en serio?

—Normalmente lo haces cuando ves a los que ganan en sus apuestas. Este casino te ha de hacer tan feliz como yo lo soy torturando a Vox.

—¿Al cabeza de televisión? Ja, pensé que era tu novio por la obsesión que te tiene —carcajeo, pasándome la mano por mi mechón entre las orejas.

—Ja, pensé que por tus canas serias más viejo que mi abuela. Y mi abuela nunca estuvo vieja, porque murió joven —carcajea Alastor.

Ruborizo de vergüenza.

El mechón de pelo que tengo, tiene líneas grises como canas. Son de nacimiento. 

De niño se burlaban de ello, además que siempre fui alguien que se jorobaba cuando se sentía intimidado, lo que era casi todo el tiempo, igual que ahora. Lo hago todo el tiempo, por no tener ánimos suficientes para seguir existiendo, lo hago para sentir escalofríos por la piel, cada que doy un naipe y mi valor sube. Suben mis ganancias.

Sube mi oportunidad de obtener la victoria, de sentirme menos insignificante.

—Ya te estas animando más, ¿eh? —Alastor dobla el cuello.

—Me gusta tener el control.

—El control no existe aquí, Husk. Lo imponemos nosotros sobre otros para una jerarquía de poder, como la que tú tienes aquí, haciéndote ver que tienes el mismo valor que ellos pero es falso. Tú tienes ese narcisismo, ese ego de que te alaben y ver derrotado a alguien. Igual que yo.

—¿Igual que tú?

—Te gusta que pierdan por su sufrir, y yo hago lo mismo para mi señal de radio. Los gritos. Los lloriqueos —se tuerce más su cuello, tomando otra carta de la pila—. La impotencia de estar oprimidos por una fuerza mayor, de la que tú, puedes oponerles lo que quieras, ordenarles lo que quieras. 

Hacerlos caer como una fila de domino.

Hacerles creer que van ganando cuando luego le quitas todo su dinero, atiborrándote de alcohol, embriagándote, doblegando a los que se sienten igual que tú porque es la única manera de sentirte superior. Dándote todo los placeres que ganas por triunfar, porque un perdedor recibe soledad y suciedad.

Dos cosas de las que no pienso disponer en el infierno.

—Añadiendo la deleitación que da verlos viciarse, te recuerdan a ti. Lo veo en tus ojos. Pobres almas en desgracia que no les basta quedarse sin sustentos, les apetece dar hasta una parte interna por la ganancia final —dice Alastor, desdoblando su cuello, volviendo a estar recto.

—Conversas más de la cuenta. 

—Vengo de excelente humor hoy, no había estado residiendo en esta punta del infierno desde que me fui.

—Sí, todos nos preguntamos a donde fuiste. O al menos, los que no saben que vienés acá a partirme el trasero.

A lo ultimo, carcajea.

—Me ajeno a lo que te dan tus búsquedas de complacencia, querido amigo —estira el brazo por encima de la mesa para palmear mi hombro. Sus habilidades le permiten estirar partes del cuerpo, algo que a veces me inquieta, sus huesos crujen y se le deforman las extremidades.

DOMESTICAME - [ HUSKERDUST ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora