XIV. El Gato Bajo La Lluvia.

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XIV

♥   ♣    ♦


Di golpeteos en espera de que trajeran los tragos que pedí.

Al primer cartel que vi por encima de un club de entretenimiento para adultos, fue mi relleno de hígado con daño colateral por niveles altos de alcoholismo. 

Es lo peor del infierno, te sigues enfermando una y otra vez con la seguridad de morirte nuevamente, sin saber a donde pararás, pero claro que dicho lugar sí existe.

El Limbo es adonde nadie quiere ir, ni siquiera yo a sabiendas de la libertad, pero profunda oscuridad en la que estaría cautivo. Cautivo. Siempre lo estoy.

Siempre tengo esta comezón alrededor del cuello, bajo mi moño rojo. Esa comezón me pica cuando me rasco. Cuando acaricio con las garras, y Angel, Angel coqueteaba con los tres camareros de abdomen marcado que se cruzaban por nuestra mesa.

Que asco.

No él. Los camareros. ¿Cómo pueden tenerlo embobado? ¿Cómo carajos pueden tenerlo?

Golpean mi pierna.

—Puedo compartirte a uno de ellos. —dice Angel, posando las manos bajo la barbilla—. Te veo estresado.

—Estoy bien.

Solo mis tripas gruñen, no yo.

—Ya me fije en el baño y no hay aparatos electrónicos. Solo los teléfonos de los tipos atrás tuyo —dice—. Tuvimos suerte de encontrar un lugar solito para nosotros, dulzura.

Solo yo puedo escucharte decir dulzura

Es el sentimiento que más me hace sentir incompetente, intoxicado, irracional e insensato. Apropiando palabras que no me merezco. 

—Excepto ese karaoke, pero esta apagado —señala él.

Asiento.

—Cuando estuviste en la fiesta de Belcebú, tenías ganas de hablar —dice—. ¿Qué pasa? 

De manera absorta, siento sus manos bajas tomar las mías debajo de la mesa.

—¿Intentas coquetear? —pregunto sereno, comiendo con los ojos esa línea de anaqueles de los vinos más viejos, hasta los más nuevos. Esos colores, puedo saber cuál sabrá mejor y cuál del asco.

—No. Pregunto.

—Pregunta.

Suspira.

—¿En serio te urge tanto aliviar tu garganta reseca? —lo pregunta como si supiera que es mentira.

—Sí, me urge. Lo necesito.

—Creo que no.

—Tú querías descansar, yo igual. Encontramos un lugar medianamente seguro, así que sí, Angel, me urge beber. —digo sin perder la razón, cerrando los ojos—. Es la única cosa que tengo para estar relajado, no lo entenderías. Es complicado.

—Ambos lo somos.

Me vacilan los parpados por un dulce aroma.

—Es un Rosé —dice con una copa llena a la mitad, de un liquido pastel.

No pude saber ni qué pidió.

Fije más la atención en los hombres a quienes se acercaba, que sus palabras. Parezco un necio.

—Anda —desliza la copa a mí.

Alzo las palmas al frente.

Vuelve a ofrecérmelo.

DOMESTICAME - [ HUSKERDUST ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora