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¿Cómo Ríen Los Gatos Al Caer En El Infierno?
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Mamá decía que el infierno era para pecadores. No imagine que sería uno de ellos.
No imagine que aparecería en medio de lo que llaman Exterminio.
El Exterminio es el equivalente al Apocalipsis, acoplando ángeles cayendo del cielo que en un diminutivo de las entradas al Paraíso, se dejan venir con lazas a matar a cualquiera que se les cruce por la vista. Pude haber sido una de sus victimas, pero logre escabullirme dentro de un casino.
Tal casino era la definición de elegancia, ante toda clase de caníbales e incluso gente de poca ropa, algunos bajo la mesa de las mesas de póker chupándosela a hombres de tres metros. Los tapices se cuadros negros y blancos, circulando por las vías de juegos de apostar, me llevaron a una mesa alargada de donde esperaban cuatro tiburones antropomorfos en traje, prometiendo protección del Casino Hydra.
Entendí su nombre tras la entrada de un maduro corpulento de pantalones con tirantes, haciéndose espacio entre los tiburones que se pusieron a punta a punta de la mesa.
—Vaya, nos ha llegado un invitado —dijo con su boca colmilluda—. ¿Cuál es tu nombre?
Intente dar vuelta, pero uno de sus tiburones me tomo de los hombros, llevándome ante el hombre.
—Yo.. —intente responder.
Lleve un dedo a mi manzana de Adán, mi voz era distinta. Más gruesa. Más áspera.
Mi cuerpo que no había visto por el miedo de los ángeles, era distinto y mi ropa estaba hecha tirones, viéndoseme medio muslo que captaba la atención. Traía alas con líneas oscuras, y en mis orejas, cuales agacha, había un par de corazones en ambas.
Yo era un gato.
—Me da ternura ver a los nuevos llegar, se sorprenden por su nueva apariencia. ¿Te cuento algo? —hizo pausa el hombre, colocándose un cigarrillo en los labios—. Cómo te ves, es cómo es tu pecado.
—No quiero estar aquí...
—Que linda voz tienes —dijo.
—¿Podría dejarme ir? Por favor.
Por instinto, doble los brazos con mis manos temblorosas acariciando las huellas de gato en mis palmas. No podía ser un gato. No podía estar con la misma ropa con la que morí. No podía ser un demonio. Un pecador.
—Quiero que juguemos —dijo él.
Los jugadores de a nuestro alrededor, voltearon hacia nosotros, y unas luces del techo apuntaron a la mesa.
Por lo susurros supe su nombre. Hydra.
Rodeó la mesa para tocarme el hombro, sofocándome con su presencia y examinando mi cuerpo.
—Si gano, serás mío y del casino, trabajarás día y noche para complacer a mis clientes. Serás mi gata de compañía —decía Hydra.
Lo ultimo me erizó el pelaje.
—¿Y tú? —volvió a su lugar. Los tiburones se pusieron a sonreír, viéndome.
Observe a sus trabajadores, a los que falsificaban el placer que le daban, a los que ayudaban a algunos a hacer trampa. Me observe en el espejo a espaldas de Hydra: Un gato asustadizo, uno que en vida no servía para nada.
—Quiero tu casino —respondí.
El silencio de los demás, le hizo reír.
Con un aplauso de Hydra, nos empezaron a dar nuestras barajas.
Por alguna razón, cuando vi las 7 cartas que me iba a dar el tiburón de Hydra, mi cuerpo tembló. Y mis ojos vieron algo que no entendí, pero vi un aura oscura en las cartas. Vi que Hydra tenía una carta extra.
En la mía habían tréboles, de 3, 8, 7. Dos corazones de 6 y 5, y las otras las escondí tras el trébol 3.
El juego empezó con la pila de cartas con pentagramas puesta al centro de la mesa.
Una carta pasaba a otra, de su mano, y de la mía terminaba tragando de la pila que había.
Las criaturas que se asomaban reían, decían que querían tocarme. Decían que por lo vulnerable de mi físico, me romperían.
Hydra hacía trampa, cambiaba la carta que iba a poner en el momento en que la enseñaba. Entonces, se me ocurrió hacerle lo mismo. Enseñe una por una. Una a una me las cambió, y sin darse cuenta me dio el seguimiento numérico que ocupaba.
Hydra tenía el poder de controlar la apariencia de nuestras barajas, y supe lo que debía hacer.
Dos cartas iguales al número, las cambie por 3 y 4, 3 de rombo, 3 de trébol.
Supe que si le das cualquiera con 6, te da un 9 y que si le das ese 9, te da un 1. Así pues, le di mi 6 de corazón que me lo cambió por un 9.
Al ultimo momento, puse al rey cuando Hydra iba a poner 6 junto con las demás que le hacían tener sumatoria mayor. Sabía que su J no era un 1, y que jugaba con los números para poner a las cartas mayores, y que su 6 sería Q, y por creer que ganaría, creería que soltaría la carta que ocultaba bajo el trébol de 3, pero ese trébol fue el que me convirtió en K.
La carta del rey.
Perplejo, levantó la quijada.
—Has hecho trampa —gritó Hydra.
—Gane.
Una cadena transparente se extendió de entre mis manos que eran envueltas por naipes, dejándome con una sensación de poder. Puse los ojos en blanco con una adrenalina recorriendo por mis venas, y sonreí.
Hydra ordenó a sus tiburones asesinarme, pero lance naipes a sus cuellos, dejando caer sus cabezas. Él mismo saltó por encima de la mesa, sujetando mi cuello contra el piso.
Le mordí la nariz, y mientras se la apretaba él para parar la hemorragia, lo tiré sobre la mesa que se partió en dos.
Todos los presentes nos veían, y yo extendí las alas.
—Tú no eres solo un pecador.—dijo Hydra.
Puse la pata encima de su panza, recostando el brazo sobre la rodilla.
Ladee la cabeza, aun con miedo.
—Querías saber mi nombre, y te lo diré —digo.
No entre al casino para vivir.
Entre porque me gusta apostar.
—Me llamo Husk —proseguí, mostrando los dientes—, soy un gato para engañar apariencias. Soy el ganador de tu casino, porque amo las apuestas.
Le apretuje la panza.
—¿Quieres saber que soy? Soy el puto amo del póker.
De la manga de mi camisa, dispare un naipe a su frente, estallándole el cerebro.
Bajo la pata de él, poniéndome firme ante todos los del casino
Recién llegado supe cual era mi lugar.
Si tenía que sobrevivir así, lo haría.
Sí tenía que apostar mi vida, lo haría.
Y si tenía que perder mi alma, lo haría.
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DOMESTICAME - [ HUSKERDUST ]
FanficEl Overlord de las apuestas, Husk, se ha vuelto el demonio más ambicioso del infierno, uno de los más reconocidos por no temerle a nada más que a la correa que le han intentado imponer. Así era hasta la aparición del demonio de la radio, Alastor, un...