༒El olor de las Mandarinas 〄༒

XL

Phileas tomó una bocanada de aire y el hombre detrás del lienzo asomó la cabeza para comprobar si seguía en la misma posición de hacía casi una hora, Pomseur había contratado a un pintor para que hiciera un retrato de los Boldwood. Era un regalo por el cumpleaños número dos de Estelle, Boldwood estaba sentado junto a Phileas y la niña delante de ellos, mantenían una charla baja sin mucho movimiento para no estropear las posiciones. La mujer había pagado por dos retratos, uno de Estelle, y otro con los tres juntos, estaba orgullosamente feliz de ser la «tía» de la niña, aunque a Estelle parecía agradarle siempre terminaba prefiriendo a sus tíos Diego y Trinidad, con quienes jugaba y hasta les ofrecía de su merienda favorita.

—¿Crees que haya escogido un buen vestido para Estelle?

—Yo creo que se ve muy linda, Pomseur nos hubiera regañado si le poníamos algo feo, ten en cuenta su gusto refinado.

—Tienes razón. Se ha portado muy bien, pensé que iba a llorar.

—Es que tiene a Víctor agarrado de las orejas —comentó Will, dándose cuenta Phileas de que el cachorro también estaba allí.

—Disculpe, ¿estás pintando también a Víctor?

—¿A quién, al perro?

—Si, nuestro hijo mayor —rectificó William, el pintor asintió.

—Desde que lo vi colarse dejé espacio para también pintarlo, les aseguro que quedarán hermosos. En unos veinte minutos pueden tomar un descanso.

Phileas cargó a la niña quien recostó su cabecita sobre el pecho de su papi, tomando del biberón un zumo de sandía, William hablaba con Julieth en lo que su esposo e hija se mecían en el balancín del patio exterior. Aquél año se había ido volando, el cumpleaños de Estelle fue pequeño ya que ellos no querían agobiar a la bebé con una gran fiesta que no disfrutaría. Había aprendido a decir muchas palabras ya, y aparte de sus papás y Víctor, sus personas favoritas eran Edgar y Diego, y al parecer su mejor amigo era Trinidad. Como no habían otros niños en los alrededores que pudieran jugar con ella, y como solo tenía dos años, se la pasaba con su papi Phileas quien le llevaba a ver los animales, dejándola agarrar los cuernos de los chivos y acariciar a las vacas en la cabeza, y mayormente la dejaban jugar con Edgar, que era prácticamente su niñero.

Llevaban una hermosa vida en la hacienda, no podían pedir más, William parecía tan satisfecho y pleno con todo aquello, estaba feliz de que las cosas hubieran tomado un camino tan pacífico y agradable. Habían pasado días difíciles, aprendiendo a cuidar y alimentar a su hija, a saber cuando tenía fiebre o cual era la razón de su llanto, noches sin dormir, días en que ambos estaban agotados. No era fácil, lo sabían y por eso mismo intentaban ser buenos en lo que hacían. Ver caminar a Estelle, verla aprender a hablar, tan feliz y linda, no había una sola cosa que no adorasen de todo aquello.

Pomseur se acercó a Estelle agachándose a su altura, la pequeña caminó desde el sofá donde estaba su papi hacia ella, y le extendió su manita cerrada para así dejar caer en su mano un pequeño muñequito tejido. Una rana o algo así, Pomseur no comprendió hasta que Phileas, desde el sofá, le dijo que era un cocodrilo. La mujer hizo una pequeña mueca y sonrió, aquello tenía forma de cualquier cosa excepto de cocodrilo.

—He estado practicando el crochet, intenté hacer un peluche para ella.

—Es muy lindo, Phileas —sonrió, sabiendo que aquél cocodrilo parecía una rana—. Estelle, tía Julieth te ha traído un regalo muy bonito, ¿quieres verlo?

—¡Si, quero ver!

Respondió emocionada, mirando hacia su papi quien asintió con la cabeza, Julieth mandó a llamar a su criado que le trajo una caja envuelta en papel de regalo. La dio a la niña y esta la abrió, sus ojitos azules brillaron y dio un pequeño grito de emoción abrazando la caja. Corrió hacia su papi, justamente entraba William al salón, Estelle volteó la caja mostrando esta a los dos, dentro había una ovejita de peluche, vestida con un conjunto muy bonito, con orejas caídas y de extremidades largas. Sin dudas era una linda muñeca, peluche, o la categoría que fuese, era muy lindo, Will sonrió tomando la caja para ver aquello, sentándose junto a Phileas.