Escusado

9 0 0
                                    

Hamburguesa estaba sobre la envoltura de un chocolate muy famoso cuando escuchó a los transeúntes decir que acababan de presenciar el suicidio de Hot-Dog en la piscina de remolinos esporádicos. Dejó de comer y sus ojos no se cerraron en un buen rato, perdidos en las palabras que acababa de escuchar y que parecían recorrer infinitamente por sus tímpanos.

A lo lejos, los gritos y pisadas de Francesa lo hicieron volver en sí. La noticia también le había llegado y sin pensarlo había salido apresurada de la cubeta de pollo, en la que aún quedaba mucho que comer, para buscar consuelo de su hermano.

Hamburguesa, aún un poco paralizado, recibió de golpe el abrazo de su hermana pequeña. Las lágrimas empezaron a recorrer y mojar la cara y migajas que ambos tenían en las comisuras de sus labios, esto se extendió hasta que llegaron a casa.

Pasó un buen rato hasta que ambos pudieron articular una palabra. Ninguno de los dos recordaba haber visto conductas extrañas por parte de Hot-Dog, por lo que era muy extraño que este hubiera acabado con su vida repentinamente. De pequeños, sus padres, Envoltura y Popote, les habían contado historias acerca de las rafagas de viento que llegan sin avisar y que pueden mandar volar a más de uno por los cielos, provocando muerte o lesiones, pero al final solo eran historias y en los días que llevaban viviendo, nunca les había tocado alguna, ni tampoco escuchar a otros hablar sobre ello, por lo que su muerte no podía estar relacionada a este fenómeno natural de ráfagas de viento que tanto habían escuchado cuando eran pequeños y les dolía mucho que haya sido un suicidio.

Al paso de los días, mientras Hamburguesa y Francesa se encontraban metidos en el restaurante de tacos encima de su casa, se toparon con Salsa Verde y Burrito, platicaron durante largo rato sobre Hot-Dog. Los cuatro sabían o creían saber que este no era preso de terrores y problemas. Comieron encima de la barra y después de un rato de chuparse los dedos se marcharon.

A la mañana siguiente, mientras los dos hermanos desayunaban, escucharon decir a alguien que merodeaba en los empaques, “he visto a Salsa Verde caer, presa de una embestida feroz de viento, en la gran piscina, pero ha tenido suerte de que el remolino no apareciera al estar sumergida y se ha podido escapar de aquellas aguas… es una lástima que el del otro día, solo y triste, parecía haber estado esperando escondido el remolino para lanzarse”.

Relatos que escribí en el tren a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora