Roomies - Parte 1

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Eramos roomies. Llevábamos 1 año viviendo en la misma casa y casi nunca nos veíamos, pero siempre estábamos en contacto por celular. Un día, mientras yo jugaba en la computadora, recibí un mensaje de Fany, mi roomie, que decía "¿puedes venir? por favor", pero no lo vi hasta una hora después y no me di cuenta de ello en el momento, entonces apagué mi equipo y fui.

El silencio invadía los pasillos y yo en calcetines era parte de. La puerta estaba entre abierta y la luz del televisor en mute iluminaba una gran parte de la habitación. Sus pies salían de la sábana y es todo lo que alcanzaba a ver antes de abrir la puerta. Ahí estaba ella, dormida. La sábana solo cubría su abdomen, sexo y muslos. Sus senos pequeños y desnudos se veían hermosos. A mi mente se cruzaron muchas de las escenas porno en las que alguien invade un cuarto buscando algo y ve ahí a la mujer, acostada, desnuda, haciéndose la dormida y observando lo que la persona hace pensando que la guardiana de la habitación duerme, pero nunca es así, despiertos los dos, cuando esta ve que el intruso empieza a husmear en la ropa interior, hace un ruido para espantarlo, este voltea, se acerca, mueve su mano cerca de sus ojos para confirmar que realmente duerme y ahí ella "despierta" lo corre, pero luego lo llama, diciendo que como el ya vio ahora le toca a ella y es ahí donde empieza la acción. Esto no iba a pasar, mi roomie estaba en profundo sueño y yo abandoné la habitación.

Me acosté y antes de dormir le mandé un mensaje disculpándome por no haber atendido a su llamado en el momento. Por la mañana recibí su respuesta con un agradable "no te preocupes".

No puede olvidarme de sus lindos senos en todo el día. Una areola pequeña y café claro, esperando una lengua que la acaricié y logre poner su pezón erecto. Había invadido su privacidad sin intención de hacerlo y la había visto desnuda de su pecho. No sabía si debía contárselo.

Por la noche coincidimos en el comedor compartido. Ella había pedido boneless y yo hamburguesa con papas a la francesa. Nos ofrecimos cada uno de lo suyo y cenamos. Le pregunté para qué me ocupaba y me dijo que necesitaba mover un mueble, pero que al no responder fue a tocarme y me vio muy entretenido jugando, así que se regresó y se acostó, total ya sería otro día.

No me lo pude guardar y le confesé que había visto el mensaje tarde pensando que lo acababa de mandar, así que le había visto los pechos al pensar que la encontraría despierta y con ropa. No le molestó, aunque si dijo que debería haber tocado. Me disculpé y seguimos cenando. Al terminar me ofrecí a ayudarle, caminamos a su cuarto y me indicó lo que había de mover. Entre los dos no fue difícil. Nos sentamos en su cama, sacó dos aguas embotelladas de su frigobar y seguimos platicando.

Llevaba puesta una falda roja, una blusa azul y una tanga negra. Ella se acostó y yo me moví a una silla que tenía al lado del televisor, porque estar sentado sin respaldo me cansa y no me sentía con la confianza de acostarme. La plática se alargó hasta altas horas de la noche. Saco botana y refrescos y puso música. Tenía todo en ese cuarto. No tenía el menor cuidado en sus movimientos y cada cuánto podía ver su linda tanga debajo de la falda. Empezaba a calentarme. "¿Y te gustaron?" preguntó de repente. Mi boca quedó abierta y mi pringle a medio camino de ser devorada. Pasé saliva y respondí afirmativamente. "Las quieres tocar?". No podía creer que su boca había disparado esas palabras. "Levo rato que veo que la tienes dura, pero creo que si las tocas podemos hacer que se ponga aún más". No pude decir que no. Se levantó la blusa, me paré de la silla, caminé hacia la cama y me agaché. Eran unos senos suaves. Los toqué y apreté. No tardo en soltar unos pequeños y casi silenciosos gemidos y quejidos.

Sus pezones pedían mi lengua y mi pene ansiaba por liberarse del pantalón. Me apartó, me levanté, se acostó con sus pechos sobre la cama, puso sus manos en su mandíbula y me pidió que la sacara. Bajé mi pantalón, mi boxer y mi pedazo de carne fue liberado. Lo acerqué a su boca, lo pasé por su labios, ella paraba sus trompas para besarlo y después saco su lengua. Lo lamió como alguien lame una paleta. Lamía la cabeza, el cuerpo venudo y los testículos. Su boca seguía cerrada y mi badajo esperaba la hora para hacer sonar la campana dentro de esa habitación húmeda. Lamía con ternura y delicadeza. Se apartó, retiro su blusa, apoyó su espalda en el respaldo y abrió sus piernas. Atendí al llamado, me deslicé por el frente de su cama, dejando atrás peluches y almohadas, besé sus pies, sus piernas y me enfundé en su falda. Besé su sexo por encima de su tanga.

A los pocos minutos la miel que su vulva producía se empezaba a filtrar por su tanga a mi lengua y yo estaba gustoso de probar. Las ganas de follarla crecieron, salí de la cueva, quité su falda, hice su tanga a un lado y la penetré fuerte. Sus piernas abrazando mí espalda se movieron por encima de mí hombro y yo seguí entrando y saliendo, alternando entre rápido y lento y suave y fuerte. Gemía delicioso. Me aferraba a su cadera para meterla con fuerza y cuando iba suave acariciaba sus pechos y pellizcaba sus pezones. La cargué y apoyé contra la pared. Su dulce voz me pedía que entrara con más fuerza. Me deslizaba con mucha facilidad gracias a su abundante humedad. La bajé con mucha delicadeza sobre la cama, se puso de perrito, parando mucho su lindo trasero y empecé a nalguearla. Su cabeza pegada a la cama, con su mirada hacia mí me excitaba mucho. Cada nalgada gritaba más fuerte. Se mordía sus labios cada vez que veía lo mucho que mi brazo se alejaba para agarrar vuelo hacia sus nalgas. Quedó muy roja de su trasero, se lo besé, sobé y procedí a follarla sin perder la posición en la que se había puesto. Quise follarla por el ano, pero no estaba lista. Mi verga dura no tardaba en explotar. Entré y salí múltiples veces hasta que no aguanté más. Le pedí que se hincara sobre la cama y tomara sus pechos, obedeció sin un pero, me masturbé frente a ella y la llene de semen. Sus pezones quedaron llenos de leche. Tomó un poco con los dedos y lo probó. Nunca había acabado de tal manera.

Nos metimos a la ducha, besé sus labios, su cuello y pechos. Se secó y se metió a la cama. Me dijo buenas noches y yo caminé por el pasillo que de silencioso ya no tenía nada. Desnudo aún, me sequé, me metí a la cama y dormí.

Por la noche, al llegar a casa, ella ya se había ido.

Relatos que escribí en el tren a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora