Alaska

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La lluvia nos alcanzó regresando a casa. Alaska no pudo evitar sonrojarse cuando al verla, sus pezones de aréola mediana y rosa, se transparentaban. El pronóstico era de día soleado y Alaska había decidido vestir una playera blanca de algodón porque en verano es un error usar playeras gruesas y color oscuro. No esperé conocer sus pechos en la segunda cita, pero, para ser honestos, físicamente era lo que más me gustaba de ella y eran justo como los imaginaba cuando me masturbaba pensando en ella. Reímos. Le pedí que me esperara, que no tardaría en subir y bajar con toallas, una blusa y pants de mi hermana, pero insistió en acompañarme y ayudarme.

Entramos al cuarto de baño a sacar las toallas y fue ahí donde me abrazo por la espalda y pude sentir sus pechos sobre mí. "¿Nos bañamos juntos? Es malo secarse y no bañarse después de mojarse en la lluvia" dijo. No respondí con palabras. Me volteé, la miré tomándola de las mejillas con las palmas de mi manos y le di el primer beso. Sus manos recorrieron mi espalda, las metió a las nalgas y las llevó para el frente a tocar mi pene. Seguimos besándonos mientras acariciaba mi carne y mis manos palpaban sus tetas y pezones sobre la aún mojada playera blanca de algodón.

Relatos que escribí en el tren a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora