Prohibido - Parte 3

14 0 0
                                    

Una semana después de la graduación le regalé un viaje a Cancún. Llevaba tres días allá y me pidió que la invitará. Ella venía llegando de un viaje de graduación a Mazatlán y se había quedado con ganas de más playa y ser manoseada y follada en el mar. No me lo pensé dos veces y esa misma noche ya la tenía en el AirBNB que había alquilado para pasar 6 días. Llegó directo a la cama más cómoda en la que he dormido y tomó una siesta.

Aproveché para ir al super que quedaba a la vuelta para comprar algo y hacer de cenar. Compré condones y cosas de aseo personal para ella porque apenas traía una mochila con trajes de baño, shorts de mezclilla y blusas de tirantes. Le prometí un vestido de playa y ella dijo que compraría unas cosas a la mañana siguiente. Al llegar al departamento escuché el ruido mudo que hace el agua al golpear el cuerpo y ruido parlante que hace el agua que no logra acariciar el cuerpo y el agua enjabonada que escurre de su cuerpo al piso. Me dieron tantas ganas de quitarme la ropa y meterme a la ducha, pegar mi pecho a su espalda, hacer su pelo a un lado y besar su cuello mientras mis manos en sincronía con el agua acarician sus senos, pero tenía hambre y seguro ella también, entonces saqué la carne, las papas y los espárragos para prepararlos y cocinarlos.

El fetiche de oler sus bragas ya era algo muy plausible en mi, entonces ella sabía complacerme con ello y me los había dejado en la manija de uno de los cajones donde estaban los cubiertos. Me di cuenta que se dio tiempo para conocer el departamento mientras estuve fuera.

La cena empezaba a oler bien y ella seguía en la ducha. Imaginaba que era una sirena y por ello duraba tanto bajo el agua. Aproveché para recoger algunas cosas del cuarto y en el pasillo chocaba el olor de la cocina con el de la ducha y me resultaba muy agradable. No niego que me debatía si tardaba tanto esperando a que yo fuera y la follara en la ducha o si solo disfrutaba tardar. Salió descalza de la ducha paseándose húmeda y desnuda por el pasillo al cuarto porque había olvidado la toalla. Sus nalgas se veían hermosas.

La cena estuvo lista justo cuando apareció frente a la barra que dividía el comedor de la cocina. Vestía un shorts de mezclilla, un top morado y unas sandalias que seguro no quiso meter al baño para no mojarlas. "Así que has estado aquí varios días tu solo, ¿verdad? Está bonito. Me quedaría para siempre aquí. La playa queda justo al frente" dijo y yo no supe si debía repsonder a la pregunta o no, pero a ella no pareció importarle lo que le dijiese, entonces continúo "seguro el amanecer y atardecer se ha de ver precioso. Quiero que me folles mientras el sol nos ve y que con el calor de los celos por no poder estar con la luna, arda tan fuerte que nos calentemos como nunca antes" y habiendo dicho esto tomo el pedazo de carne que había cortado mientras hablaba, lo combinó con un poco de papa y espárragos y lo puso en su boca.

Después de cenar, ya un poco tarde, salimos a caminar a la playa, pero antes le pedí a alguien del servicio del edificio que instalara la hamaca en el balcón. Caminamos uno al lado del otro, sin tocarnos, sintiendo la arena húmeda en nuestros pies, escuchando el agua que se escurría hasta las orillas y guiándonos por la luz de las estrellas, luna y clubs nocturnos al otro lado de la calle. Imaginé que me pedía que la dejara en alguno y pasara por ella a las 2 de la mañana como en la ciudad y que en vez de darme sexo oral en el auto, me tumbaba en la arena, bajaba mi shorts y metía mi pene en su boca, sin importar los transeúntes nocturnos, que como nosotros,  buscaban un lugar donde follar a orilla del mar.

Después de una larga caminata platicando sobre su viaje a Mazatlán y lo aburrido que según ella la había pasado, volvimos al departamento. Yo no tenía sueño, pero ella llegó directo a la cama, marcando el piso con sus pies llenos de arena de mar, como una sirena que había cambiado su cola por piernas. Era una tentación verla dormida con uno de sus pechos fuera del top, y a pesar de que era normal que tuviéramos sexo y ella me pedía que no le importaba si mientras dormía la tocaba o lamía y besaba sus pechos, siempre y cuando no la despertase, no me atrevía, entonces tomé un libro que había dejado pendiente antes de que ella llegara y salí al balcón a recostarme en la hamaca, pero algo me hacía sentir incómodo, era la inmensa luna esperando deseosa desde hace mucho ser tocada por el sol. Me levanté, caminé hacia la cama, empecé a tocarla y a chupar y besar sus senos y aunque al primer tacto de mi lengua en sus pezones se despertó, hizo como si siguiera durmiendo.

Durmió hasta tarde y el sol no sintió coraje al asomarse por el balcón. Yo salí a caminar a la playa y aproveché para llevar desayuno. Cuando llegué estaba desnuda recostada en la hamaca leyendo una novela policíaca. Busqué en el clóset la mesa plegable que el dueño del departamento me dijo que tenía y cuando la encontré la llevé a dónde estaba ella, la "plegué", no sé si eso sea una palabra, arrastré dos sillas y empezamos a desayunar. Para ella pedí fruta, huevos revueltos y pancakes y para mí chilaquiles rojos con pollo. Un desayuno desde un balcón, los dos desnudos, el sonido del agua y la luz del sol, lo convertía en un gran momento. "Lo hiciste muy bien anoche. Mis pezones necesitaban ser chupados y mordidos. Quise montarte, pero tocabas y chupabas tan delicadamente que dejé que siguieras tu solo. Yo lo estaba disfrutando y tú también. No había que moverle a eso y ya será hoy cuando te monte" dijo mientras la miel caía sobre la mantequilla y el pancake. Empecé a imaginar que vertía miel sobre sus pechos y me llamaba para limpiarla con mi lengua. Tomamos una ducha juntos antes de salir a comprar su vestido y tomar un viaje en ferry a Isla Mujeres.

Relatos que escribí en el tren a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora