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Ecuación de Dirac

Parte 1: Pacto

IV

Como si fuéramos una pareja

27 de diciembre de 2018, India

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27 de diciembre de 2018, India.

El olor de la comida lo despertó. Antes de esa semana, nunca hubiera podido imaginar que olores como esos podían existir. La variedad de condimentos e ingredientes que en India se usaban diariamente para sus comidas era exuberante. Todoroki se levantó y se colocó uno de los kimonos de seda indios que estaban colgados en el armario. Cuando abrió la puerta, Bakugou estaba del otro lado a medio paso para entrar a la habitación. Sonrió, había ido a despertarlo.

—Ja. —Bakugou lanzó la risa de una nota sin nada de humor. Se cruzó de brazos haciendo que Todoroki tuviera que contener su sonrisa—. Tú, realmente, no puedes con tu genio.

Sí, había arruinado la sorpresa, pero igual estaba feliz. Bakugou había cocinado para él en su último día juntos. Todoroki estaba seguro, recordaría aquella semana por el resto de su vida. Fue una navidad de ensueño. India guardaba paisajes hermosos en los que flotaba un ambiente entrañable y apasionado.

Todoroki le acunó el rostro y besó sus labios. Bakugou había ganado altura desde que se vieron en Rusia, pero el muchacho de dos colores se sentía afortunado de seguir siendo un centímetro más alto. El menor le correspondió el beso y tiró de su bata para guiarlo hasta la pequeña sala.

Bakugou había preparado algunos platillos típicos indios que Todoroki no había probado aún. Masala dosas, sambar y vermicelli upama. Aunque el último ni lo tocó porque era picante. Bakugou estaba encantado con la gastronomía india por ese motivo, la cantidad de ingredientes que existían solo en ese país y cuyas combinaciones daban picores nuevos a la comida. Todoroki, por su parte, agradecía que solo fuera una semana y una sola vez en la vida, no es que no hubiera disfrutado los sabores tan diferentes, solo que él era un poco más japonés-tradicional. Algo que le había gustado mucho, y por supuesto incluyó en cada desayuno, era el chai, una especie de té negro con leche que no se le hacía tan extraño.

Estaban en un hotel cinco estrellas que costaba carísimo, su suite tenía una vista increíble de las elegantes edificaciones, del pacífico y cristalino lago, y del palacio en el centro de este. Tenían su propia cocina y decir que la cama era enorme y cómoda no alcanzaba para describirla. Todo esto había sido una sorpresa.

Cuando Todoroki llegó al aeropuerto internacional de Ahmedabad, la ciudad donde Bakugou estaba trabajando, se encontró con que el chico había rentado un coche porque no se quedarían en el edificio destartalado donde Bakugou vivía. El rubio tenía preparado todo el viaje hasta Udaipur, había rentado aquel lugar tan caro y le había dado un regalo por navidad.

Habían hecho tantas cosas que en los mangas shojos y en las películas que Shoto a veces miraba calificaban como "de pareja" que solo podía sentir un enorme calor en el pecho. Un calor de hogar, de amar y de sentirse amado. Y no quería que terminara. El solo pensarlo le humedecía los ojos. No quería llorar, después de Rusia no había llorado hasta que llegó a su casa y se hizo de noche y Bakugou no estaba su lado. Llorar por la despedida sin haberse despedido era tonto, todavía podía disfrutar un poco más con él, no tenía que apresurarse a pensar en el final. Se repitió eso mil veces cual mantra.

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