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Ecuación de Dirac

Parte 3: Enfrentar

IV

Caer en la trampa

8 de junio de 2025, Japón

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8 de junio de 2025, Japón

Bakugou Katsuki se arrepintió de haber aceptado la invitación de Kirishima. 

Estuvo esperando diez minutos en un banco con la pintura saltada, viendo aves surcar el cielo y esconderse entre los árboles. Pero no había señales del pelirrojo. Para empezar, ¡Bakugou ni siquiera quería reunirse! Porque sabía que Eijiro iba a preguntarle sobre Shoto y ¡no quería hablar sobre eso!

Había aceptado porque se sentía un amigo de mierda y quería, de alguna forma, recomponer la ausencia. Era domingo y el parque estaba lleno de niños que correteaban y jugaban a policías y ladrones. Había dejado a Hana por segundo fin de semana consecutivo, ya le preocupaba que su vieja madre le pusiera ideas en la cabeza o le de los tremendos sacudones que él solía recibir, no porque creyera que Hana no sabría defenderse (se había ocupado de que eso estuviera asegurado), sino porque no quería escuchar el sermón de la bruja sobre el mal ejemplo que era él para la niña una vez que la golpee de regreso.

Gruñó con fuerza y giró la cabeza apoyándose en el respaldo del banco. Estaba sentado como un irrespetuoso, pero le importaba poco, con las piernas abiertas ocupando todo el espacio posible. Estaba cansado de esperar y aun así estaba aguantando, porque se trataba de su mejor amigo. Kirishima no iba a dejarlo plantado, ¿o sí?

Giró la cabeza hacia el otro lado, preguntándose cómo matar el tiempo. Y lo vio. Estaba caminando lentamente junto a ella. Yaoyorozu Momo, con sus siete meses de embarazo, o tal vez más, espléndida y jovial, sonriente y encantadora, con su pelo largo hasta los muslos, la vista puesta en Todoroki Shoto.

Los cabellos bicolores estaban atados en un moño de forma irregular, mezclándole los colores y permitiendo que buena parte del pelo cayera sobre los hombros del muchacho. Bakugou no tuvo que esforzarse para notarlo, su silueta, aunque crecida, llevaba el mismo porte y gracia de siempre. La cicatriz rojiza parecía brillar ante la luz del sol, ni siquiera el tiempo había logrado crear una imperfección en sus facciones.

Le dolió cuando lo vio sonreír. Carajo. Formaban la pareja perfecta, desde siempre había sido así. Y ahora daban un paseo romántico en el parque, estando en la dulce espera. Mierda. ¿Por qué tenían que ser una maldita familia perfecta? Gruñó para sacarse la bronca y se explotó la cara cuando la aplastó con sus manos.

Sacó su celular y envió un mensaje a Kirishima. "Me voy".

El muy descarado estaba en línea. Y LO DEJÓ EN VISTO. Le valió muy poco su amistad en ese momento. Se puso de pie de un salto y con la postura de un delincuente juvenil embroncado se dispuso a marcharse. Ni loco ni borracho dejaría que la parejita perfecta lo viera y se detuviera a hablar con él. Ni muerto le daría charla a esos dos.

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