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Ecuación de Dirac

Parte 3: Enfrentar

III

No hay lugar para intentarlo

No hay lugar para intentarlo

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Mayo de 2025, Japón

Ese sábado por la tarde a Todoroki Shoto le tocó hacer un patrullaje en la zona del centro comercial. Estaba haciendo bien su trabajo, había impedido un accidente de tráfico y un robo, y nada más habían pasado 45 minutos desde que había llegado. Aun así, se notaba a sí mismo más lento de lo normal. Y solo podía culparse por ser idiota e impulsivo y haber salido la noche anterior a ese bar a tomar unos tragos solo para ahogar sus penas.

Fue una decisión que lo llevó al arrepentimiento durante toda la tarde. Por si fuera poco, no podía rescatar nada bueno de sus recuerdos. Había conocido a una persona muy extraña y había pensado tanto en Bakugou que le dolía la cabeza y se le estrujaba el pecho. Todo había ido de mal en peor.

Ren había aparecido de la nada y lo había llamado "mitad y mitad", tenía una actitud arrogante y descarada que le hacía pensar en sus días con Bakugou, porque no había forma de que realmente hubiera alguien en el mundo que lo hiciese sentir igual, solo se parecían. No físicamente, por ese lado Ren lo confundía muchísimo. Pero estaba seguro de que con solo tocarle o verle era suficiente como para que su mente le trajera otra vez los recuerdos de sus viajes por el mundo.

Ren le había hablado sobre ciencia y sobre sentimientos, le dijo que lo comprendía. ¿Qué podía saber si no se conocían de nada? Pero sus palabras le habían llegado muy hondo. La ecuación de Dirac. Shoto realmente no sabía nada sobre Física, nunca había oído algo similar. Pero esa mañana lo había buscado en internet. Dos sistemas que interactúan se vuelven uno nuevo y único, para siempre, sin importar el tiempo o la distancia. Le removía todo solo pensarlo. ¿Eso quería decir que Bakugou y él todavía estaban unidos, y que no existía forma de separarse? ¿Podía aplicarlo con Inasa, con sus amigos, su familia? Todos los vínculos que había creado eran especiales, inimitables. Y por alguna razón, la simple idea lo llenaba de un sentimiento cálido que le costaba distinguir.

Suspiró pesadamente y se llevó una mano al pelo para quitárselo de la cara. Lo había dejado estar, sin cortarlo, desde hacía tres años, le había crecido aproximadamente unos 35 centímetros y las puntas daban gran pena. Solía traerlo atado en un moño que mezclaba arbitrariamente los colores blanco y rojo, pero esa vez resultó en que el elástico que había usado se cortó. Así que Shoto, con la mirada de media docena de niñas en edad escolar prendidas en él, debió entrar a una tienda de cosméticos en la que le pareció que podría conseguir otra banda elástica.

En su mente sostenía que no podía trabajar con el pelo suelto porque era peligroso, no era una buena estrategia, el pelo podría cubrirle la visión en un momento crítico. Era irresponsable de su parte no haber traído consigo un repuesto para una herramienta tan indispensable y básica. Además, Yaoyorozu se lo había dicho una vez: "con el pelo tan largo, si te pones a entrenar, no solo sudarás el doble, sino que se enredará y nunca podrás manejarlo de nuevo, al menos hasta que te duches".

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