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Ecuación de Dirac

Parte 2: Distancia

IV

Hana

Marzo de 2023, México

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Marzo de 2023, México.

Bakugou Katsuki no había ido a la cumbre internacional de héroes en diciembre del año anterior, era una oportunidad única y la había dejado pasar. ¿Se arrepentía? Ni por un pelo.

Ese diciembre conoció a alguien especial y juró que la protegería. Nunca se había quedado tanto tiempo en un país que no fuera Japón. Pero después de ese incidente, Bakugou decidió quedarse hasta que ella estuviera sana, para cumplir su palabra.

Cuando entró en la sala, ella se incorporó como un rayo y comenzó a agitar la mano derecha con entusiasmo. Las quemaduras se habían reducido bastante.

—Buenos días, señor Katsuki-kun, señor.

La frase le produjo una mueca confusa, no sabía si iba a darle ternura o mofa. Se acercó y la empujó desde la frente con un dedo, haciéndola caer de cola contra las rígidas sábanas.

—Tienes que decir san.

Ella se golpeó la coronilla con un puño, cerrando un ojo y frunciendo los labios.

—Ah, sí, ¡qué tonta! —Se rio y se acomodó contra las almohadas blancas de la camilla—. Buenos días, señor Katsuki-san, señor.

Bakugou gruñó y rodó los ojos. —Ohayô, "Fu ro ru".

La niña se rio como todos los días, con toda la cara, cubriéndose la boca con sus dos manitas.

—Su español es bien feo —le dijo, riéndose, contagiando un poco a Bakugou—. Es Flor. Porque me llamo Florencia. F-L-O-R.

Articuló cada letra como correspondía haciendo un sonido que Bakugou no podía repetir.

—Fu-ro-ru.

Le arrancó unas risas más.

—Más practica señor, Katsuki-san, señor —le dijo y después se sacudió—. La señorita enmerfera dice que estoy mejor, pero mis papás se fueron y no pueden volver. Yo quiero ir con ellos. ¿Dónde es, me puede llevar?

¿Cómo explicarle a una pequeña de cinco años que sus padres pasaron a otra vida? Bakugou tragó grueso. No estaba seguro si aquello se consideraba parte de ser un héroe, pero no consideraba que ella estuviera salvada. Tenía que dejarla en manos de un sistema que le haría perder la sonrisa. Suspiró. No podía cumplir una promesa.

—No lo sé. Pero... mis abuelos también están allí. Supongo que algún día nos encontraremos de nuevo.

—¿Sí cree, señor Katsuki-san, señor? —Bakugou sonrió—. Es bueno, porque yo los extraño mucho. Me hizo triste cuando la enfermefera dijo que no pueden volver. Pero es bueno porque usted me visita señor, Katsuki-san, señor.

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