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Ecuación de Dirac

Parte 2: Distancia

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Abril de 2025, Japón

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Abril de 2025, Japón.

—¡Hana! —Bakugou Katsuki nunca había estado tan desesperado—. Hierro, necesita hierro. ¡Carajo, mocosa! Te dije que evitaras usar tu Don. —Después se giró, fulminando a la mujer que era maestra de la niña desde hacía unas pocas semanas—. ¡Y usted...! —La señaló con el dedo y uno de los enfermeros le pidió que se calmara. Bakugou formó puños con sus manos—. Ya voy a hablar con usted.

La voz débil de Hana le devolvió un poco de calma y pudo respirar mejor cuando la vio abrir los ojos y estirar su mano para que la tomara. Así lo hizo.

—Papá... tienes que decirle gracias. —Habló en español, siempre que podía hablaba en español. Bakugou pensó que jamás le daría las gracias a la maestra que no la pudo cuidar—. El héroe de las mitades me salvó. Dile gracias.

Bakugou alzó una ceja, extrañado. Después miró alrededor y lo entendió. No lo había visto cuando llegó corriendo como un loco. Pero ahí estaba, tan estoico y guapo como siempre. Mitad rojo, mitad blanco. A tres metros de distancia.

No supo qué expresión estaba haciendo, y no pudo evitar comparar el presente con sus recuerdos. Tenía el pelo largo y las facciones acentuadas, no parecía más alto, pero había ganado musculatura. Estaba pálido y rígido, lleno de polvo, abrió la boca, lo vio inflar su pecho con aire. Tal vez en ese segundo, cuando se perdió en el contorno de su boca, fue que le regresó el dolor y, por consiguiente, la bronca.

Arrugó el rostro en furia y desvió la mirada. Prefería agradecerle a la maestra su total incompetencia.

.-.-.-.-.

Hana estuvo tres días en cama después de ese episodio y los tres días le discutió que quería ver de nuevo al "héroe de las mitades" para darle las gracias por salvarla. Pero Bakugou se negó. Le dijo que no hablar con bastardos mentirosos era su ley más preciada.

Al quinto día después del incidente, Bakugou Katsuki recibió un pastel sorpresa que su madre y Hana prepararon para él con motivo de su cumpleaños número 26. Pero a quién le importaban las celebraciones cuando todavía estaban sueltos los malditos que atentaron contra civiles en el museo. Katsuki no festejó, aunque se comió el pastel (un poco por respeto a la comida, otro poco por cariño a su hija y otro poco por miedo reprimido a su madre).

La vieja bruja todavía no le perdonaba que no haya vuelto a la casa a saludar (ni siquiera en sus cumpleaños) durante su largo viaje por el mundo. No importaba que Bakugou intentara explicar que era imposible. También seguía molesta con él porque no le contó sobre Hana apenas la adoptó y porque la tuvo viajando de un lado a otro sin un lugar estable donde vivir y criarse. Y él no podía recriminar nada, porque la maldita vieja tenía razón. Como siempre. Y Bakugou lo sabía, por eso habían estado buscando escuelas, porque habían decidido quedarse en un lugar por unos años, es solo que no sabían cuál sería el mejor lugar.

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