Ecuación de Dirac

Parte 3: Enfrentar

II

Algo inesperado

Mayo de 2025, Japón

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Mayo de 2025, Japón.

Entretener a Hana con unos muñecos de juguete fue la parte sencilla. Ella tenía todo el ánimo para crear una historia fantástica de héroes y villanos sobre la mesa del restaurante mexicano mientras esperaban que les sirvieran sus pedidos.

Kirishima tenía la mirada más triste que alguna vez Bakugou pudo observar, le contó la historia de Hana, en partes murmurando. A veces, la niña acotaba algo sobre cómo era vivir con Katsuki como padre, otras veces se la oía recitar sus diálogos inventados totalmente absorbida por el mundo de su imaginación. No entró en tantos detalles, pero ocupó el tiempo hasta que la camarera trajo tacos mexicano-japoneses y sus salsas reconstruidas.

Entonces la niña probó y dio su veredicto.

—Estos tampoco. —Se apenó. Kirishima la miró con curiosidad y una emoción que Bakugou no pudo descifrar, ¿angustia?—. Es la tradición —explicó la niña, que se limpiaba la boca con una servilleta—, mi papá Katsuki y yo probamos tacos de todo país que visitamos, porque son mis más favoritos de todas las comidas. Pero no encontramos ninguno bueno. —Y agregó en español—: Esto ni pica, güey.

Conversaron de manera relajada y amena; y probaron todos los tipos de salsas que había en el menú, pero ninguna dio satisfacción a la pequeña que soñaba encontrar los sabores de sus raíces como si se tratara de la película Ratatouille.

Esperaron hasta que ella decidió levantarse de la mesa e ir al baño. Entonces Bakugou miró a su amigo con seriedad, exigiendo que de una vez por todas le disipara la preocupación y le contara qué había sucedido en ese tiempo. ¿Qué podía ser tan malo como para que Eijiro se tomara vacaciones y dejara de teñirse?

—Estamos mejorando, no tienes que preocuparte, no queríamos... —El entrecejo fruncido a más no poder le dio una señal al pelirrojo: "habla de una maldita vez, pelos de mierda", como en los viejos tiempos. Los ojos se le llenaron de lágrimas—. No es el lugar correcto para hablar de estas cosas.

Bakugou quiso ahorcarlo, ¿¡por qué no se lo dijo antes de entrar!? ¡Katsuki habría ofrecido cocinar algo y almorzar en su nuevo departamento! Pero ya sabía la respuesta, podía notarlo en la forma en que Kirishima miraba a Hana y cómo había escuchado la historia. Por alguna razón, el joven frente a él quería cumplir todos los caprichos de la niña. Y ella no había tenido mejor idea que insistir en comer tacos, tacos, tacos, y más tacos.

Al final, pagaron la comida y salieron del lugar. Y Bakugou seguía con la duda.

—Quiero ayudar —le dijo mientras caminaban, con las manos en los bolsillos y la vista puesta en su hija que correteaba las palomas.

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