Capítulo 30

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La temporada de justas se acercaba velozmente y con ello todos los involucrados se preparaban para la competencia, Teobaldo y Alessandro volvieron a sus arduos entrenamientos, Paris pasaba gran tiempo en el día viéndoles entrenar y dándoles consejos y opiniones, Madame Rosé confiaba en mi lo suficiente para que pasara tiempo con Rosie en el ala oeste, en la mayoría del tiempo ella se encontraba presente, pero convencí a Pedro para que Gian (Benvolio) fuera nuestro asistente, él traía bocadillos y bebidas, conseguía materiales y ayudaba a Madame en lo que pidiera, de vez en vez Madame salía a tomar aire y le daba breves descansos a Rosie con la presencia de Benvolio cuidándonos a puerta cerrada, lo que claramente ignoraba Madame era que Benvolio nos solapaba para que pudiéramos volver a hablar.

Rosie, recargada junto a la ventana: Así que le has estado escribiendo cartas a Romeo...

Yo: es una suerte de que Benvolio esté trabajando para la casa

Benvolio, acercándose a mi: lo dije entonces y lo digo ahora (tomando mis manos) es un placer ser explotado por los amantes de Verona (besando mis manos)

Rosie: Gracias por ayudarlos en mi ausencia

Benvolio, acercándose a la ventana: Te prometí que estaría ahí, para ti y para ellos.

Rosie, volteando a verme: Deberías salir, ir a ver a Romeo con ayuda de Benvolio, quizá en sus horarios de comida.

Yo: Rosie, de verdad...

Rosie: no hay pero que valga, mereces una vida. Y sabemos que Benvolio te puede cuidar, irás y volverás. Nadie notará tu ausencia, no es como que alguien te esté buscando ahora mismo, de todos modos.

*Toc toc*

Madame: Señoritas se acabó el descanso, Rosalina tiene una reunión con Alessandro

Rosie, encaminándose a la puerta: El deber llama

Benvolio, sosteniendo su mano: ¿Estarás bien?

Rosie, sonriéndole: siempre (besando sus labios) Cuídala. Los veré después o mañana.

Rosalina salió rumbo a las caballerizas para encontrarse con su futuro esposo mientras Benvolio y yo la veíamos irse.

Benvolio: Quizá ella tenga razón, durante estos días nadie te ha buscado, ni siquiera el conde (tomando sus herramientas de trabajo) por cierto que patán.

Yo, dándole una mano: no es el mejor prospecto pero sigue siendo mi prometido.

Benvolio, caminando hacia el jardín: No entiendo por que las familias ricas se esfuerzan por arruinar la vida de sus hijos con matrimonios arreglados.

Yo: ¿a ti te arreglan un matrimonio?

Benvolio: A ventaja de Romeo y mía, nuestros padres esperan que arruinemos todo para que encontremos el amor con nuestros propios medios.

Yo: suena refrescante.

Benvolio: ¿Entonces lo harás? 

Yo, dubitativa: ¿A que hora sales?

Benvolio: mi almuerzo es en una hora, justo después de que acaba el de ustedes (viendo el reloj) al cual por cierto vas algo retrasada.

Yo: deja lo pienso en la comida y voy a buscarte.

Benvolio: Hasta entonces, pequeña.

Como todas las comidas que no son la cena, el almuerzo en la casa Capuleto es informal, cada quien come donde quiere y en esa ocasión, al encontrarme sola en un comedor vacío, me di cuenta que al final del día nadie ha sacrificado nada para estar conmigo, salvo Rosie, y por eso mismo lo mejor sería irme con Benvolio, incluso saltarme el almuerzo.

El diario de JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora