Capítulo 2

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La ropa que trajo Rosalina era extravagante, llena de color y formas que jamás había visto. Claramente nadie que vivirera aquí vestiría dichas galas, sería un foco de atención pero completamente de incógnito; la peluca era de un tono fucsia llamativo y brillante, con todo eso encima no parecía yo misma.

Rosalina, en el marco de la puerta: te ves muy linda, aunque te falta algo

Me maquilló muy sutilmente y me puso unos lentes, oficialmente yo ya no era yo

Rosalina: bien, la nana ha acordado conmigo que tu estuviste estudiando en tu habitación, Teobaldo literalmente se fue cuando lo echaste así que él no será un problema, la reja del lado oeste no tiene vigilancia por lo que podremos salir sin problemas, volveremos antes de la cena. ¿Lista?

Yo: yo creo que jamás estaré más lista.

Entramos a la habitación de Rosalina, pensé que saltaríamos por la ventana pero en vez de eso, movió el buró y reveló un pasadizo; así que de esa forma es como escapaba, me pregunto si habrá más en toda la casa. Después de un par de vueltas por todos lados, llegamos a la parte exterior de la galería del lado oeste, cruzamos el jardín y salimos a Verona. 

Yo: genial, ahora a donde

Rosalina: a ver a unos viejos amigos

Yo: no hablarás de...

Rosalina: sí, esos mismos

Yo: pero Rosalina

Rosalina: Julieta, necesitas conocer el otro lado de la historia, si después de conocerlos aún crees lo que te enseñaron, jamás te volveré a pedir que salgas.

Yo: esta bien ¿por donde?

Entrar a la zona oscura era realmente atemorizante, sentía el corazón en mi garganta y las manos sudorosas; después de recorrer un par de calles y llegamos a la gran casa de los Montesco, una casona blanca con, lo que puede ver desde fuera, un jardín inmenso, lleno de rosas blancas.

Guardia: Rosalina, que agradable sorpresa.

Rosalina: Leonardo, al fin terminó el castigo, ¿podemos pasar?

Guardia: por supuesto.

El jardín era más impresionante cuando estas dentro, realmente era enorme, del otro lado de la casa se escuchaban risas y voces, y ahí estaban cerca de 20 personas, en una reunión bastante animada, al centro estaba un joven luciendo su masculinidad frente a todos.

Rosalina, gritando: Cuentan las malas lenguas que perdiste contra un gallina

Mercutio: Rosie amore mio, que grata sorpresa; las malas lenguas aquí decían que no volverías, verdad muchachos.

Rosalina: ah por Dios, Verona moriría sin mi, necesitan a su princesa rebelde, ups, lady rebelde.

Yo: ¿Rosie?

Mercutio, acercándose a mi con aire seductor: Pero ¿Quién es esta gatita que has traído el día de hoy?

Rosalina volteándome a ver: es mi amiga, Francesa Vellini. Frannie te presento a Mercutio.

Mercutio, tomando mi mano: es un placer, todo amigo de Rosie es amigo nuestro, a menos que sea pariente de Rosie.

Reí completamente incomoda, Mercutio besó mi mano dramáticamente y volvió a su historia, de como los Capuleto éramos unos creídos y como la fuerza de los Montesco permitía que Verona fuera un mejor lugar, nada más alejado de la realidad. Por más que Rosalina lo intentara, los Montesco me parecían repulsivos, ególatras y unos completos idiotas.

El diario de JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora