Capítulo 23

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¿Quería resolver las cosas con Rosalina? Estaba enojada conmigo misma y por esa razón no quería hablar con ella, pero a mi desgracia y la de mi orgullo, ella era la única que podía llevarle mi correspondencia a Romeo sin que la atraparan. Así que no me quedaba de otra y tendría que ir a hablar con ella.

*Toc toc*

Rosalina: Adelante (al verme entrar) ¡Julieta! ¿Estas mejor?

Yo, cerrando la puerta tras de mi: sí, me contaron lo de la sopa ¿estás bien?

Rosalina, con humor: Sí, la verdad estabas lo suficientemente mal como para que tu puntería fallara, quería ir a cuidarte pero después de ese incidente tus padres me indicaron no acercarme a ti hasta que te recuperaras. ¿Quieres hablar de lo que pasó?

Yo: ¿Por qué no estas molesta?

Rosalina, indicando que me sentara con ella en su cama: Porque ese día tenías razón, y por más molesta que estuviera, pasaron días y el rencor se disipó y más cuando te escuché llorar y gritar con desesperación, tenía más miedo por perderte que rencor por lo que pasó.

Yo, tomando una respiración profunda: él estuvo aquí, anoche.

Rosie: Lo que recetó el doctor.

Yo: no sabía que era San Valentín y él vino a verme, a sostenerme, a alegrarme sin esperar nada a cambio.

Rosie: Así es Romeo, gracias por decírmelo.

Yo: no prometo que lo haré todo el tiempo.

Rosie: Tranquila, tienes derecho a guardar tus propios secretos, sólo no te pongas en riesgo y si necesitas ayuda, llámame y estaré ahí dispuesta a culparme. 

Yo: hay algo más que no quiero contar sino pedir.

Rosie: Adelante, dime.

Yo: ¿Puedes mandarle mis cartas?

Rosie aceptó a llevar cada una de mis cartas a la casa de los Montesco, aunque primero se aseguró de definir la información encriptada, como los seudónimos y a hablar de los lugares conocidos en clave, por si la carta caía en manos incorrectas, esta persona solo leyera incoherencias. No preguntó más acerca de nada, ni las pesadillas, la madrugada de San Valentín, ni de las cartas. Parecía que todo iba bien entre nosotras nuevamente. Sabía que podía contar con ella, pero desconocía si debía decirle todo y el como decírselo, podría llevarme conmigo lo de Teobaldo pero tendría que apurarme con lo de Alessandro, antes de que ella salga lastimada.

A la tarde siguiente escribí mi primer carta:

Al Escultor de Verona:

Su última carta, alegró en mi las noticias de su reciente trabajo sobre el amanecer, yo también he trabajado más con las luces a raíz de que empezamos a trabajar juntos, y estaría encantada de seguir compartiendo información.

Fuera de los compromisos, le comentó sobre la mejoría en mi estado de salud, sin embargo, no podré dedicar tiempo a la pintura en la que estamos laborando, se me ha recomendado permanecer en casa, si esto llega a cambiar, tenga por seguro que lo visitaré esté donde esté.

San Valentín le cumplió su deseo, y cada que pueda escribiré para usted.

Con todo mi cariño, La pintora de Verona

Rosie llevó la carta esa misma tarde a casa de los Montesco, cualquier persona que leyera eso no entendería a que nos referimos con exactitud ni quienes éramos en realidad. Mientras ella iba con los chicos yo pasaría la tarde con Paris en la biblioteca, aunque esta vez era diferente pues tenía esa sensación de incertidumbre y alegría por esperar la respuesta de Romeo.

El diario de JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora