Capítulo 4

14 1 1
                                    

El salón principal estaba decorado con cientos de arreglos florales, entre los que destacan rosas y uvas, una de las ventajas de nacer al final del verano; todos los candelabros estaban encendidos, y las mesas rebosaban de comida, cintas de colores rojizos y dorados decoraban todo lo que faltaba por decorar. Mascaras de plantas y animales cubrían el rostro de cada uno de los invitados y la alegría se percibía en el aire, aunque tal vez ya había mas de un ebrio entre nosotros, y eso que acabábamos de comenzar; fiel a mi palabra, perdí la primer pieza y durante la segunda estuve un tiempo junto a mis padres, admirando la gran fiesta en mi honor, que casi nadie sabía por que era.

Es curioso tener una fiesta en tu honor, tan grande pero solo conocer a 8 personas, todos disfrutarán la celebración pero solo 9 de esas personas estarán conmemorando el porqué real de un baile tan sobre-producido. Tal vez yo soy la que no está entendiendo el porqué del baile.

Teobaldo: ¿Te diviertes?

Yo: Muchísimo.

Teobaldo: Espero que me puedas permitir un baile.

Yo: bailar con tu prima a esta edad es muy bobo, agradezco el gesto, pero supongo que querrás coquetear con todas las damas disponibles en la habitación. No quisiera importunar tus chances de conseguir a alguien formalmente especial.

Teobaldo: tonterías, tu primer baile es el próximo, yo te acompaño.

Paris: De hecho ese baile ya está apartado, señor.

Teobaldo: disculpe el atrevimiento, Conde. Julieta ama bailar pero entenderá que parejas casi no tiene. 

Paris: es completamente entendible. Julieta es un fantasma entre nosotros, por más diversión que quiera debe tener cuidado por un bien mayor. 

Yo: Julieta sigue aquí, no es que importe.

Los hombres discutiendo no es uno de mis temas favoritos, Teobaldo últimamente es demasiado protector conmigo y creo que se ha puesto en guardia ante la presencia constante de Paris, yo honestamente considero lo algo tonto, él no tiene voz ni voto en lo que concierne a mi matrimonio, así como yo. 

El tercer baile comenzó y Paris por fin dejó de discutir con Teobaldo, el problema ahora es que tendría el placer de convivir enteramente con él. Su máscara recordaba a la corteza de un árbol y estaba pintada de verde, sus manos eran sudorosas y su insistente mirada reposaba sobre mi, no diré que es un mal bailarín pero si lo que dicen de los matrimonios es cierto, no veo la hora en que se consiga una amante. El matrimonio es para siempre, pero los pecados siempre están a la vuelta de la esquina, las salidas fáciles. Casi todo noble tiene, es más en la casa real hay toda una jerarquía de las amantes del príncipe. Rosalina una vez recibió una carta para ser parte de esa corte real. Le propuesta era: ya que no eres parte de una familia pero sigues siendo una lady por nacimiento, el príncipe te invita a formar parte de sus damas de compañía; ella los rechazó sintiéndose algo ofendida, desterrada pero los Capuleto le pagaron la educación, era mejor eso que ser la querida del príncipe o de cualquier otro noble.

De la nada, cientos de luciérnagas aparecieron frente a mi y por primera vez noté que la habitación había estado completamente a oscuras antes de que estas luciérnagas aparecieran. Una risa que aún no conocía pero de una voz que había escuchado una vez en mi vida sonó como si fuera parte de la musica de fondo. La mano firme de Paris tomó el brazo del caballero que nos había interrumpido, pero este, con destreza, lo desarmó consiguiendo así bailar conmigo, llevaba una máscara realmente improvisada, no era ni animal ni planta, solo ocultaba sus facciones (frente, pómulos y nariz). La burbuja había vuelto y en medio de este mar de gente un cisne podía convertirse en persona. Pero ¿Qué estoy diciendo? Es Romeo Montesco ¿Qué demonios hace aquí? Entiendo que Rosalina traspase propiedades, pero esto es verdaderamente peligroso. Podrían matarlo aquí mismo, y siento una necesidad tan grande de salir huyendo, ya sea por mi secreto o para mantenerlo oculto; pero su tacto, su mano en la mía, también era tranquilizador, me hacía querer quedarme ahí para siempre, como si nada ni nadie pudiera hacernos daño.

El diario de JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora