Capítulo 32

4 1 0
                                    

El fin de la primavera se acercaba en los calores del verano, se veían cada vez más cerca. Desde que el trato que hice con Benvolio, todos los días me levantaba realmente temprano, hacia mis actividades, me aseguraba que todo estuviera en su sitio y luego salía. Pero esta mañana fue diferente, pues no desayuné sola, mi padre, un hombre que prefería desayunar en su oficina a desperdiciar una mañana entera con su propia familia, me esperaba afuera del comedor.

Mi padre, recibiéndome con los brazos abiertos: gloriosos días los que alumbran a mi preciosa hija.

Yo, acercándome a abrazarlo, algo confundida: padre, que agradable sorpresa, usualmente si lo quiero ver a esta hora debo ir a buscarle.

Mi padre, tomando mi rostro con ambas manos para aplastar mis mejillas: Por eso mismo estoy aquí, he pasado tanto tiempo trabajando últimamente, que no he tenido tiempo para estar con la razón de mi alegría.

Yo: es entendible, usted es un hombre muy ocupado. Liderar a esta familia, requiere de un gran sacrificio.

Mi padre, dirigiéndome hacia los jardines: Eso no me da derecho a olvidarme de mi niñita, despejé todo mi día para estar contigo, nada, ni nadie nos arruinará este día.

Yo, preocupada por mis planes: ¿El día entero? (volteando hacia su oficina) pero y si...

Mi padre, entusiasmado: creo que tu tío se las verá bien sin mi hoy, andando, ya pedí que el desayuno lo sirvan en tu parte favorita del jardín.

Hay una parte, entre el laberinto en los jardines, en donde me gustaba perderme cuando era pequeña, es de difícil acceso y me gustaba estar ahí porque me ocultaba de la vista de todos, cuando cumplí 7, mi padre acondicionó la zona con una banca y una mesa para que pudiera quedarme ahí de forma cómoda el tiempo que quisiera. 

Al llegar, el lugar estaba preparado con un montón de aperitivos para nuestro desayuno, tenía tiempo que no tenía una cita padre e hija, cuando era más pequeña eran bastante frecuentes, solíamos hacer fiestas de té o corríamos de un lado a otro del jardín, con el tiempo se fueron perdiendo y si soy honesta, no podría decir con exactitud cuando fue la última, simplemente dejó de pasar.

Mi padre, llevándome a mi asiento: espero que no te moleste que haya intervenido de esa forma en tu lugar preferido.

Yo, riendo: para nada, tenía tiempo que no venía.

Mi padre: lo noté, ayer cuando planee esto me encontré con telarañas y tú las odias, si vinieras más seguido, ya habrías ordenado que se removieran.

Yo: es lindo estar aqui.

Mi padre: que bueno que te guste, extrañaba nuestras pláticas sin que levantaras la voz ni intentases impresionarme, yo sé lo maravillosa que eres, no debes de gritar para que lo note.

Yo, triste: a veces parece la única forma en que te escuchen en esta familia, gritando o llamando la atención, cada uno de nosotros estamos tan perdidos en nuestros propios asuntos que tiramos a la basura todo ello que está alrededor nuestro.

Mi padre, poniendo su mano en mi hombro: siento mucho escucharte expresándote así. Quisiera saber más de lo que tu mente y corazón tienen por ofrecer ¿Cómo va la relación con Paris?

Yo, riendo sarcásticamente: tiene tiempo que no nos vemos, está perdido en las justas y Alessandro, quizá Rosalina, lo ve más que yo.

Mi padre, sirviéndose una taza de té: todos están muy emocionados por el evento, el anterior fue muy bueno pero a mi tampoco me gustan esas cosas, el ruido, los problemas, las incesantes voces, si pudiera no lo haríamos.

Yo, tomando un panecillo: ¿Por qué lo hacemos?

Mi padre: le hace bien a la familia, nos distingue. Pero si hubiera sido mi elección nos mantendríamos al margen.

El diario de JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora