Capítulo 18

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Los preparativos para las justas nos tenían a todos trabajando de arriba a abajo, a mi principalmente evitando ver a personas que no conociera, mi trabajo era ser un fantasma, sin embargo, aún tenía que pasear por la planta de abajo para comer, ir a mis entrenamientos, clases con mi padre y pasar tiempo con Paris, el cual no estaba de un gran humor, pues cada vez más nos mandaban a lugares cerrados. Una mañana salía del estudio de mi padre cuando alguien chocó conmigo.

Un hombre de aproximadamente 20 años, cabello en tono miel, ojos avellana, algunas pecas, alto y fuerte, después de chocar conmigo: Lo siento tanto, estoy perdido.

Yo, riendo: vaya, no hay problema ¿Dónde estas buscando? 

Él: La oficina de (revisando el papel que llevaba en mano) Giuseppe Capuleto, soy uno de los nuevos jinetes para la justa. Alessandro Bianco (ofreciéndome su mano)

Yo: Mucho gusto, es la puerta de allá al fondo, la de la derecha junto a la pintura (siguiendo mi camino)

Alessandro: Muchas gracias, disculpa ¿cuál es tu nombre?

Yo, deteniéndome para verlo: María

Alessandro: Gracias, María. (reanudó su camino)

Rosie, bajando la escalera: Pssst, prima. (haciendo señas de que me acerque)

Yo, con duda: ¿Qué? 

Rosie, en voz baja: ¿Quién era ese apuesto caballero?

Yo: ¿Que no tu tienes novio?

Rosie: La última vez que revisé era soltera.

Yo: ¿Y Benvolio?

Rosie: él es mi mejor amigo, además no hace daño coquetear de vez en cuando y menos con un hombre como el que entró a la oficina del tío Giuseppe, ya dime ¿Cómo se llama?

Yo: Alessandro Bianco, nuevo jinete.

Rosie: ¿Crees que sea de los Bianco de Torino?

Yo: y ¿Cómo voy a saber yo eso?

Rosie: deberías, son importantes socios comerciales. Aunque es jinete puede ser de algún otro lugar.

Yo, subiendo las escaleras: se me hace tarde, Paris me espera en la biblioteca.

Rosie: ¿Les llevo algo?

Yo: una daga para clavármela y ya no tener que verlo.

La biblioteca, aunque la aprecio más en silencio, era el único lugar en la casa en el que Paris y yo podíamos convivir en estos días. Lo suficientemente grande para que no se sintiera desplazado.

Paris, levantándose para saludarme: Mi querida Julieta.

Yo: Buenas tardes ¿alguna idea para esta tarde?

Paris: he de admitir que el espacio y la imposibilidad de salir han hecho difícil encontrar algún tipo de actividad, sin embargo estuve forzando mi imaginación y según recuerdo a usted le gusta la pintura.

Yo: eso es correcto. 

Paris, recorriéndose para dejarme ver la mesa tras él: Bueno, le pedí a Pedro que nos consiguiera papel y pinturas, podríamos pasar la tarde pintando.

Yo: suena a gran plan.

Paris y yo nos sentamos a hacer bosquejos, yo pintaría rosas y él se quería probar con un conejo, con grafito trazamos nuestras ideas en el papel mientras hablábamos del desorden de las justas, del como había cambiado a la familia el haber sido escogida como los anfitriones del evento, hablamos también de el participar o no en una justa; en la mayoría de ocasiones, según Paris, un hombre participa en un evento como tal para probar su hombría, fuerza y fortaleza, el mismo Paris había participado en un par en su pasado, pero después de una caída, se le aconsejó solo ser espectador y aunque el evento le agrada, la preparación no es de sus momentos favoritos del mismo. 

El diario de JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora