Capítulo 19

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Al fin había llegado el día, después de tantos preparativos, carpas, entrenamientos y jinetes, al fin las justas estaban aquí, mismas que aunque quisiera, no podría ver. Las justas eran abiertas al publico, lo que significaba que yo no podía salir a verlas y las carpas imposibilitaban el que espiara por las ventanas; se había contratado mucha seguridad, pues los Montesco podrían entrar a la propiedad y mi padre no se arriesgaría a un segundo incendio.

La familia entera estaba en un puesto de honor como los anfitriones que son, incluso Rosie estaba con ellos, Paris estuvo junto a mi por la mañana con un terrible humor.

Yo: Si gusta ir, vaya, verdaderamente no me molesta, puede contarme mañana sobre lo que vio.

Paris: es mi deber estar junto a mi amada.

Yo: Puedo estar sola y a pueblos de distancia se ve que quiere ir.

Estuvimos teniendo esa conversación en círculos cerca de 20 minutos, hasta que por fin cedió, me dio un beso en la mejilla y corrió a ver el evento, yo aproveche a ir a la galería del lado oeste, con la esperanza de que la seguridad fuera espantosa y Romeo recordara llegar a nuestro lugar especial dentro de la casa Capuleto. Durante mi espera, decidí hacer lo que mejor sabía hacer en ese lugar, limpiar los cuadros mientras recitaba la historia de la familia.

Romeo, desde la puerta: Estar colgada así luce peligroso.

Yo, viendo el techo: Gracias, Dios. 

Romeo, cerrando la puerta: no soy Dios.

Yo, descolgándome: no te decía a ti.

Romeo, riendo: jajaja lo sé, a todo esto ¿Qué hacías allá arriba?  

Yo: Respuesta corta, limpiando. Repuesta larga, Esperando a que un milagro ocurriera y aparecieras.

Romeo: Pensé que estarías entre la multitud, hasta que encontré a Rosie y me dijo que te confinaron aquí, cuando vimos que tu Conde dejaba la casa, me ayudó a escabullirme.

Yo: esperaba eso verdaderamente, aunque he de admitir que allá arriba llegue a pensar que te quedarías viendo las justas.

Romeo: ¿Bromeas? No te he visto en semanas, y aunque me encantaría ver los enfrentamientos de Benvolio y Mercutio, prefiero pasar toda la tarde junto a ti. Efímero sí, pero trabajaré por los segundos que pueda estar a tu lado.

Mi corazón se derretía, me acerqué a Romeo y le planté un buen beso en los labios, podría morir aquí mismo o fundirme con él eternamente, el cielo se había vuelto cualquier lugar donde estuviese Romeo.

Romeo, entre risas: Alguien me extraño.

Yo, con una sonrisa: ni idea quien sea.

Romeo: ¿qué has estado haciendo? 

Yo, suspirando: pintando y viendo el techo.

Romeo: ¿Todo el día?

Yo: las justas en mi jardín me mantuvieron encerrada y míranos ahora, aún estoy encerrada. ¿Tú qué hiciste?

Romeo: leer frenéticamente las cartas de Rosie y esculpiendo algo. Deberías escribir de vez en cuando.

Yo: Tengo miedo de que descubran nuestra correspondencia y lo efímero termine en mi boda en los siguientes días.

Romeo: pero no temes que esté dentro de la casa, en esta habitación, a solas, contigo, mientras me besas.

Yo: tienes un punto pero ya te dije que nadie viene aquí nunca. 

Romeo, me rodeo con sus brazos, tomándome de la cintura y acercándome para besarme. Fue como un aprovechando el viaje a la muerte y también como un realmente necesitaba besarte antes de que mi corazón se detenga. Yo simplemente me dejaba querer, saboreando sus labios insistentes, disfrutando su presencia y nuestro secreto.  

El diario de JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora