Capítulo 7

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Respiré profundo, preparada para lo que sea, incluso un corazón roto. Cada que veo a Romeo es una persona diferente, aunque pensándolo bien él ha de opinar lo mismo de mi y con más razones, primero era mi enemigo, después un joven atormentado, luego un polizón y ahora parecía un enfermo, moribundo, alguien que necesitaba de cuidados intensivos. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, su mirada era de una profunda tristeza, yo quería cruzar la habitación y abrazarlo hasta borrar cada dolor que tenga, lo haya provocado yo u otra persona.

Romeo: No esperaba volver a verte.

Muerte, deséame la muerte, eso duele menos que tu necesidad de olvidarme.

Yo, viendo mis zapatos: mis pies me condujeron aquí.

Romeo: si te preocupa tu estúpido secreto ya le dije a Ben...

Yo: no estoy aquí por eso.

Romeo: ¿Entonces?

Yo, tomando aire: No lo sé.

El silencio era una agonía, la habitación se había vuelto fría como el ártico, ¿Cómo toda la luz de anoche se convirtió tan rápido en la oscuridad que caía sobre nosotros? Podías tocar la tensión en la atmósfera y nos oprimía, no podía respirar, otra vez era como si el oxigeno fuera succionado de la habitación, tenía que salir de ahí.

Yo, marchándome: Esto fue un error, siento desperdiciar tu tiempo.

Romeo: tomándome de la mano: no te vayas.

Yo: ¿Qué?

Romeo, como un murmullo: Julieta no te vayas.

Escuchar mi nombre salir de sus labios por primera vez hizo que algo parecido a un rayo recorriera todo mi cuerpo, no sé si fue la burbuja o si las nubes se habían alejado pero la paz estaba de vuelta con nosotros. Respiré profundamente, llenando mis pulmones lo más que podía.

Yo, buscando su mirada: lo siento.

Romeo, buscando mi mirada: no tienes por qué.

Yo: no esperaba que no fueras un monstruo, no esperaba que estuvieras ahí anoche y claramente no planee que nos besáramos.

Romeo: El destino actúa de formas extrañas a veces. (tomando aire) he de admitir que me agrada tu compañía.

Yo: si, la tuya no está tan mal.

Se río, no como anoche. Anoche su risa podría contagiarle alegría a todos, como si el dolor nunca hubiera existido y las penas se desvanecieran en el aire. Ahora era como la primer risa después de una desgracia, esa que llega de recordar algo bueno mientras estás perdido en tus pensamientos.

Romeo: Sería un honor seguir viéndote, no le diré a nadie quien eres (se comenzó a acercar) y podrás venir con tus extrañas ropas y ese adorable broche (ambos reímos, tomó mi rostro con sus ásperas manos) solo tienes que bajar el hacha y decir que sí.

Su respiración se mezclaba con la mía, sus labios estaban muy cerca pero seguían sin tocar los míos, era una sensación embriagante, no sé si por lo que comenzaba a sentir o por el riesgo que corríamos. Igual que anoche quería correr y huir lejos de ahí, hacer lo correcto; pero también quería quedarme ahí porque se sentía tan bien y lo hice, di el ultimo paso, decidí besarlo esta vez, sus labios suplicantes se encontraron con los míos y era como si ambos necesitáramos de ello, como 2 almas perdidas que con urgencia bebían y se embriagaban de los labios del otro. Ahí pertenecíamos, era nuestro lugar, nada importaba afuera de esta habitación.

Yo: Sí, quiero volver. 

Volvió a besarme con éxtasis de alegría, sabía que era un error y tal vez una mentira de la edad, pero quería deleitarme el tiempo que Dios me permitiera. Volverme ebria de amor.

El diario de JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora