—Si te soy completamente sincero, Princesa, hay muchas cosas que quisiera poder olvidar... —admitió el felino —, pero cuando estoy contigo, disfruto cada momento y me ayudas a sentirme relajado, creo que a tú lado olvidó mis problemas, tú me ayudas mucho.
Desde que Gabriel había muerto, Adrien se sentía muy mal. Era como volver a vivir la perdida de su madre, solo que ahora era un dolor doble. Si bien Gabriel nunca fue un padre atento o cariñoso por naturaleza, él era su padre y por esa razón Adrien lo quería mucho. Amelie era una gran tía, la adoraba, pero era difícil vivir con la viva imagen de tu madre y saber que realmente no era ella.
—Lamento que tengas tantos problemas, Chat, me gustaría poder ayudarte de alguna forma, Gatito.
—Lo sé... —el felino sonrió conmovido, Marinette era realmente una gran persona —, pero no puedo revelar mucha información sobre mí, Ladybug me ha dejado eso más que claro con el paso del tiempo —Marinette tuvo que aguantar su risa, porque no podía delatar su identidad —. Me ayudas mucho solo escuchándome, te lo aseguro. Me relaja hablar contigo, eres mi lugar seguro.
—Me alegra ayudarte sin hacer nada, Chat.
—Tú haces más que nadie por mí, Princesa —y sin darse cuenta, tomó la mano de la azabache, entrelazando sus dedos. Marinette evidentemente lo notó y se sonrojó de inmediato, solo que no se sintió capaz de apartar su mano; era un momento bastante íntimo.