Un lugar oculto.

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—¿No te gustaría que salgamos un rato? —preguntó el felino repentinamente una noche —, sabes que me gusta mucho visitarte, pero creo que mover un poco las piernas también nos haría bien, ¿no lo crees?

—A veces la rutina aburre —respondió la azabache. Esa respuesta hizo que el felino sonriera esperanzado, porque Marinette no se había negado —. Pero recuerda que es peligroso que nos vean juntos, tú sigues siendo un superhéroe.

—Se siente raro ser un superhéroe cuando no hay villanos —admitió el felino —. Me siento como un desempleado, ahora entiendo porque los adultos siempre se quejan de eso —ante esa ocurrencia, Marinette soltó una risa suave —. ¿Y si vamos a un lugar oculto?

—¿Un lugar oculto? —respondió algo perpleja, esa elección de palabras no era muy común, era llamativa.

—Creo que tengo un buen lugar en mente —aseguró el felino mientras guiñaba su ojo. Marinette alzó una de sus cejas, realmente se había confundido con todo eso —. Vamos, caminamos y después te traigo de regreso, ¿aceptas?

Marinette no supo si era por lo intrigante que sonaba o porque quería cambiar un poco su rutina diaria (que ya era más "normal" y aburrida, ya no tenía un París que salvar) o si simplemente aceptó porque era Chat Noir y confiaba muchísimo en él, lo conocía mejor que a nadie. Pero aceptó.

*

Chat llevó a Marinette a un lugar cerca de donde vivían los Couffaine. Un día caminando solo lo había descubierto, se sentía como estar en una especie de bosque rodeado de árboles, donde podías sentarte en el pasto y tener una hermosa visión del anochecer.

—Definitivamente este lugar es hermoso, el cielo se ve muy cerca y sientes que puedes tocar las estrellas —Marinette levantó una de sus manos, realmente le había gustado ese lugar oculto. Chat sonrió y no dejó de observarla, se veía muy bonita.

—De día también es hermoso, es un lugar muy lindo para hacer un picnic.

—Oh, bueno, un día podemos traer algunos postres y tenemos nuestro propio picnic nocturno —propuso Marinette.

—¿Un picnic nocturno? —preguntó algo confundido. Ella asintió —, pero eso no es algo común.

—Nosotros tampoco lo somos.

—Tienes razón —y ante eso, ambos rieron. Ninguno de ellos se sentía incómodo, la risa pudo relajarlos un poco, a pesar del repentino silencio, disfrutaban de la compañía del otro.

Mayo Marichat.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora