En la penumbra de su habitación, Rei Ayanami se encontraba recostada en su cama, observando el techo con una mirada vacía, sin realmente ver nada. Sus pensamientos vagaban por los recovecos de su mente, donde las emociones y los recuerdos parecían un paisaje difuso y distante. La tenue luz del atardecer se filtraba a través de las cortinas, creando sombras que danzaban suavemente en las paredes. A pesar de la calma aparente, había una tormenta silenciosa en su interior.Rei era una persona de pocas palabras, siempre reservada y contenida, sin mostrar mucho de lo que realmente sentía. A menudo, sus ojos reflejaban una melancolía profunda que contrastaba con su expresión impasible. Desde que había sido adoptada por la familia Ikari, su vida había cambiado de manera drástica. Gendo Ikari, el padre severo y distante, y Yui Ikari, la madre cariñosa y comprensiva, la habían acogido en su hogar con una mezcla de disciplina y afecto que, aunque diferente a lo que conocía, le brindaba una sensación de pertenencia.
Sin embargo, era su hermano adoptivo, Shinji Ikari, quien ocupaba la mayoría de sus pensamientos en esos momentos de introspección. Shinji, con su cabello castaño y su semblante amable, era el único que parecía entenderla en algún nivel más profundo. Había algo en su presencia que le resultaba reconfortante, una especie de conexión silenciosa que no necesitaba palabras para ser comprendida.
Rei pensaba en los momentos que habían compartido desde que fue adoptada. Recordaba su primer encuentro, cuando Gendo la había llevado a su nueva casa. La mirada curiosa y amigable de Shinji había sido una de las primeras cosas que la hicieron sentir aceptada. Desde entonces, habían desarrollado una relación cercana, más allá de ser solo hermanos adoptivos. Se habían convertido en mejores amigos, compartiendo secretos y confidencias que no se atrevían a decirle a nadie más.
La adopción en sí misma era un tema delicado para Rei. Aunque apreciaba a su nueva familia, había una herida persistente que nunca terminaba de sanar. A veces se preguntaba por qué había sido abandonada, por qué sus verdaderos padres la habían dejado. Era un dolor sordo y constante que trataba de ignorar, pero que a veces se filtraba en sus pensamientos, especialmente en momentos de soledad.
Un suspiro escapó de sus labios mientras continuaba mirando el techo, sin moverse de su posición. La habitación estaba en silencio, a excepción del suave zumbido del ventilador en la esquina. La monotonía del sonido le ofrecía un extraño consuelo, una especie de acompañamiento a sus pensamientos dispersos.
De repente, el sonido de la puerta al abrirse interrumpió sus cavilaciones. Giró lentamente la cabeza para ver a Shinji asomarse con una expresión amable.
—Rei, la cena está lista. Mamá quiere que bajes —dijo con suavidad, entrando en la habitación con una sonrisa leve.
Rei asintió, pero no se levantó de inmediato. Observó a Shinji por un momento, sintiendo una mezcla de gratitud y algo más profundo, algo que no podía nombrar. Había una calidez en su mirada que siempre lograba calmarla, un recordatorio constante de que no estaba sola.
—Gracias, Shinji —respondió con su voz suave, apenas un susurro.
Shinji se acercó un poco más, sentándose en el borde de la cama. Sus ojos se encontraron y, por un instante, pareció que el mundo se detenía. Había algo en la forma en que la miraba, una preocupación genuina y un cariño que iba más allá de lo fraternal.
—¿Estás bien, Rei? —preguntó, ladeando la cabeza ligeramente—. Pareces preocupada.
Rei dudó por un momento antes de responder. No quería preocuparlo, pero al mismo tiempo sentía la necesidad de ser honesta.
—Solo... pensando —dijo finalmente, desviando la mirada hacia la ventana.
Shinji asintió, comprendiendo sin necesidad de más explicaciones. Siempre había sido así entre ellos; no necesitaban palabras para entenderse.
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Eres un ángel?...[T/N x Rei Ayanami]
RomanceEs un diferente universo, simplemente digo eso