Brooke Slytherin tuvo su vida marcada desde que el señor Tenebroso escucho esa profecía donde se le involucraba ella y Harry Potter.
Después de la caida del mago tenebroso, tanto Harry Potter como Brooke Slytherin, solo que Harry fue llevado a vivi...
Las semanas siguieron pasando y su amistad con Draco estaba más fría que nunca. El platinado seguía sin mostrar alguna intención de querer arreglar las cosas con la rubia, a pesar de que se la pasaba en contacto diariamente con su madrina esta parecía no estar al tanto de la enemistad lo que la tranquilizaba un poco.
Por lo regular ella se la pasaba sola, ya que los chicos eran más de seguir al platinado y ahora a la pandilla se habían unido Pansy Parkinson, Millicent Bulstrode y Daphne Greengrass.
Solo tenía la compañía de sus amigos leones, ese día salía Hermione de la enfermería por lo que aprovecharian para ir a tomar té con Hagrid.
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- Bueno Brooke, ¿Malfoy sigue sin dirigirte la palabra? - Indagó Hagrid.
A la niña se le pusieron los ojos vidriosos, sin embargo no soltó ninguna lágrima. - Sigue sin hablarme, ni dirigirme la mirada.
- Bueno, aunque no me agrade Malfoy o su familia, he de decir que siempre vi que contigo era diferente puede que exista la posibilidad de una reconciliación. - Dijo Hagrid.
- Si Brooke, como dice Hagrid. El ego de Malfoy está herido. - Comentó Hermione.
- Quizá sea eso, cuando me discutimos siempre me reclamo el porque no se lo dije.
- ¿Apoco no le importo que fueras amiga de Harry Potter y sus amigos? - Preguntó Hagrid con los ojos abiertos.
- Mm no comentó nada de eso mientras peleábamos. - respondió la rubia.
- Vaya que sorpresa. - Dijo Harry asombrado.
La tarde continuó amena, los cuatro amigos se encontraban tomando el té mientras esperaban las galletas que estaba horneando su amigo Hagrid.
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Era la mañana del día de San Valentin y el profesor Gilderoy Lockhart, había pedido al director Dumbledore que si podía ese día hacer una festividad. Por lo que las clases acabarían más temprano.
El ir de un salón a otro a tomar clase, se había vuelto un verdadero reto ese día. Pues el profesor había contratado unos enanos vestidos de cupido para entregar cartas de amor.
