Capítulo 01

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Cuando Diego escuchó el motor de una moto fuera del local, no pudo evitar mirar por los cristales a quien sea que fuera que se estacionara frente al tranquilo local de comida vegana en donde Diego había conseguido un trabajo

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Cuando Diego escuchó el motor de una moto fuera del local, no pudo evitar mirar por los cristales a quien sea que fuera que se estacionara frente al tranquilo local de comida vegana en donde Diego había conseguido un trabajo.

Bajó el libro que estaba hojeando, curioso, al ver a un hombre enfundado en un skinny jean de mezclilla, una camisa blanca y una chaqueta de cuero que le quedaba como un guante. Diego se extendió sobre el mesón por encima de la caja registradora y se relamió los labios al verlo sujetar el casco y comezar a quitarselo de la cabeza.

-Santa mierda...-susurrando, se quitó los lentes y observó al adonis que se acercaba a la puerta del local.

Piel blanca y completamente limpia, cabello rubio oscuro cayendo por sobre su frente y cubriendo sus cejas, ojos grandes, azules y tan profundos y penetrantes que Diego se sintió intimidado aún así si el chico no le estaba mirando, y unos labios tan rellenos y rosados que parecian cerezas tan dulces que Diego quería probar.

Escuchó la campanilla que indicaba que aquel guapo ser había entrado al local. Diego rápidamente volvió a su sitio en la silla y se acomodó unos cabellos desordenados que tenía y aclaraba sutilmente su voz. Vió al chico caminar como modelo hacia la caja registradora, inspeccionando el lugar con el casco entre su brazo y costilla, pero sin mirarlo a él.

Cuando llegó a la barra, bajó la mirada hasta su lugar, sonriendo sutilmente y logrando que Diego tragara saliva tan nervioso, que se tuvo que obligar y esforzar para no tartamudear.

-H-Hola, bienvenido a Greentea, ¿qué desea?-sintió el impulso de llevarse uno de sus dedos a la boca, un mal hábito que tenía, por lo que para evitarlo se mordió el labio para bajar su nerviosismo al sentir al caliente chico que estaba frente a él inspeccionándolo como un pedazo de carne.

-Lo siento, no vengo a comprar- Diego se confundió un poco, ¿a qué venía, si no era por eso?, el chico le vió confundido y arqueó una ceja,sin dejar esa sonrisa altanera―. Vengo en busca de Andrea, trabaja aquí, ¿no?

Enseguida, Diego sintió como le tiraban un balde de agua fria a la cabeza, sus labios apretándose y atinando solamente a asentir. Porque tal vez ese chico era algo de su compañera Andrea, tal vez era su novio, y la leve esperanza de poder conocerlo estaría arruinada.

-E-Eh, si... voy a ir a buscarla-sonrió torpemente, pareciendo más una mueca y apuntando con su pulgar hacia la cocina, donde la castaña seguramente estaría esperando un pedido.

-Dile que Arturo la busca -Diego asintió, sin dejar de mirar al chico mientras se bajaba torpemente de la silla y finalmente girando para ir en busca de su compañera.

Se pasó una mano por el rostro, suspirando y bajando la vista para entrar por la puerta que separaba la cocina del local y ver a Andrea una sonrisa en el rostro hablando amistosamente con uno de los cocineros al cual Diego no recordaba ni su nombre.

-Andrea-llamó, la chica viró su atención inmediatamente hacia su dirección, enarcando una perfilada ceja-. Un tal Arturo te busca afuera.

El rostro de la chica se iluminó como un lucero resplandeciente, y Diego sintió nuevamente aquella amarga sensación de no poder conocer al grandioso hombre que seguramente tendría una relación más que amistosa con la bonita figura de Andrea.

-Oh, Diego, ¿puedes decirle que me espere un poquitín? Entrego este pedido y termina mi turno -sonrió, aquellos pequeños ojos desapareciendo ante el asentimiento crudo de Diego.

El pelinegro se dió la vuelta, pasando sus manos por el bonito mandil blanco decorado con flores y hojas bordadas color verde. Salió de la cocina con un pequeño suspiro, mirando al tal Arturo apoyado en un codo sobre la barra individual y mirando los distintos tipos de café e infusiones que él mismo se encargaba de preparar.

-Ella dice que espere un poco, su turno termina en un par de minutos -habló quedito al llegar a la caja registradora, y recibiendo la potente mirada de Arturo sobre él nuevamente.

El rubio suspiró pesado y rodó los ojos ante lo dicho, sacando su teléfono para ver la hora-Está bien.

Luego de eso, apartó la mirada de Diego un poco molesto. Y el pequeño pelinegro se sintió un poco intimidado ante las acciones del rubio, no le había enojado él, ¿cierto?, no tendría sentido.

Intentó apartar la mirada del joven a un metro suyo cuando llegó un cliente pidiendo un bubble tea de leche de soya con vainilla. Pero mientras se levantaba y hacía el pedido en el espacio que tenía, no podía evitar rodar los ojos y mirar de reojo al recogedor de Andrea,sintiéndose sonrojar cuando una de esas veces, el chico le estaba mirando.

-¡Arturo! -pegó un salto con un pequeño chillido al escuchar a Andrea salir por la puerta con un plato en mano y dejarlo frente a una señora con una sonrisa. No se había dado cuenta de lo tenso que estaba ni tampoco de la pelea de miradas que Arturo y él estaban disputando.

Tapó el bubble tea y se giró para entregárselo al cliente deseandole una buena tarde, cuando vió a una efusiva Andrea abrazar al tal Arturo con un amor y cariño especial, y este, rígido como una piedra, sobándole los hombros casi imperceptiblemente.

Ignoró exitosamente la conversación revisando su calculadora en su teléfono para pasar desapercibido. Tambien cuando Andrea fue a buscar sus cosas y dejó a Arturo nuevamente, frente a él. Pero su curiosidad fue tanta, que cuando se estaban marchando, volvió a mirarles,llevándose la sorpresa de que Arturo iba un paso más atrás que la chica y había girado la cabeza en su dirección.

Por su torpeza extrema,
accidentalmente pasó a presionar un botón de la caja registradora, abriendo el contenedor del dinero y golpeándose directamente en el estómago.

Dios, Diego era un payaso .

Dios, Diego era un payaso

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