Capítulo 17

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Cuando Diego intentó bajarse de la motocicleta de Arturo luego de quitarse el casco, Arturo se lo permitió al tomar su mano y envolverla con la suya mientras se daba vuelta

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Cuando Diego intentó bajarse de la motocicleta de Arturo luego de quitarse el casco, Arturo se lo permitió al tomar su mano y envolverla con la suya mientras se daba vuelta.

–¿Qué pasa, Arturo?–preguntó Diego, mientra se bajaba con algo de dificultad para no soltar la mano de Arturo y viéndole subir la visera del casco.

Aruro se le quedó observando por un par de segundos, inspeccionó su rostro de arriba a abajo, antes de soltar una pequeña risita y darle un apretón a su mano, dejando finalmente a Diego bajarse.

–Perdóname–susurró, y Diego enarcó una ceja ante aquello.

–¿Por qué debería perdonarte? No haz hecho nada–Diego negó, acercándose un pasito más a Arturo en la acera.

–Exactamente, por eso―Arturo a reir ante la mueca de confusión del pelinegro, y con su pulgar acarició el dorso de la pequeñita mano que envolvia la suya—. No he hecho nada, ya no puedo estar contigo todo el tiempo que estaba antes, no puedo pedirte formalmente que seas mi novio, porque no puedo tratarte como uno–Diego quedó más confundido que antes, y Arturo lo notó, por lo que apretó los labios–Tengo... miedo.

–¿Miedo a qué?–Diego a sentir un poco de miedo nuevamente, por lo que preguntó temerosamente.

–Tengo miedo de que Andrea pueda hacerte algo, o decirte algo.

Diego arrugó la nariz y arqueó una ceja, soltando una pequeña risita.

–Soy lo suficientemente capaz de defenderme si me hace algo.

Arturo negó con la cabeza, suspirando y cerrando los ojos.

–Lo sé... solo que, cuando le dije que no habia funcionado lo de los 30 días, ella enseguida se dió cuenta que fue por alguien más, me rogó que le contara quién, jurándome que iba a ser mejor que quien me gustaba, que lo iba a superar, todas esas cosas–Arturo se encogió de hombros, amagándo el levantarse de la motocicleta y pasar una pierna por encima, para quedar apoyado en en asiento y en frente de Diego –Tengo miedo de que ella pueda hacerte algo, que si se entera de nosotros, intente hacerte daño o... no sé, no sé que estoy diciendo–Arturo rió, sintiéndose algo inútil y bajando la cabeza hasta mirar el suelo.

–Hey, Arturo –Diego soltó su mano de la de Arturo le quitó el casco con algo de dificultad, para poder mirarle mejor y buscar su rostro caído.– Está bien, no estas diciendo nada tonto–le aseguró, llevando sus manos a los hombros contrarios y masajeando aquel lugar por sobre la ropa. –Cuando me dijiste que te gustaba, yo pensé que esto iba a pasar, que no podríamos ser una pareja enseguida por Andrea .Y está bien, no estoy enojado, tampoco te echo la culpa de que ya no puedas ir a la cafetería sin levantar sospechas. Porque cuando te confesé mis sentimientos, yo sabía que tendríamos que pasar por esto, y no me importa si tú estás a mi lado.

Arturo alzó la cabeza cuando terminó de hablar, nuevamente mirándole por un par de segundos, con los mechones de su cabello tapando sus cejas.

Diego soltó un chillido al sentir el fuerte y repentino abrazo que el mayor le dió, envolviendolo entre sus brazos y hundiendo su rostro en el cabello negro  de Diego y apretándole con un cariño tan ardiente, que Diego no pudo evitar sonreir y acurrucarse en Arturo como un pequeño gatito.

-De verdad, eres la cosita más linda de este mundo-escuchó a Arturo, antes de comenzar a sentir pequeños cosquilleos en su cabello cuando Arturo comenzó a repartir besos allí.

–Eso no es cierto–soltó una risita, y ante eso, Arturo se detuvo y le separó del abrazo. Su rostro se iluminó al ver al rubio con una suave sonrisa tranquila, y aún más cuando de la nada Arturo se agachó un poco y dejó un pequeño beso en la comisura de sus labios.

–Claro que si, cosita–Diego rió ante el apodo, antes de sujetar la correa de su bolso y ver como Arturo volvía a colocarse el casco y subirse a la motocicleta–. Buenas noches, bonito, ojalá pueda pasar por ti mañana―y extendiendo su brazo, acunó la suave mejilla de Diego antes de encender la motocicleta.

–Buenas noches, Arturo – murmuró quedito el pelinegro,antes de ver como Arturo se acomodaba y partía de su complejo de departamentos por la calle oscura hasta desaparecer al doblar en la siguiente.

Diego suspiró, sintiendo cosquillas en donde Arturo le había besado y tocado, y en ese momento se dió cuenta de que se le había olvidado pasarle el casco a Arturo.

Negó con la cabeza y partió hacia su departamento. Entrando al hall y pasando del guardia saludándole con un asentimiento hacia el ascensor, que para su suerte estaba en el primer piso y tuvo que esperar nada para abordarlo. Cuando las puertas se cerraron y ya había presionado el botón 5 de su piso, ahogó un grito al darse cuenta de que Lucía lo debería estar esperando, y él no llevaba nada más que su bolso, y un casco de motocicleta, y para nada el jueguito de princesas disney y algo comestible.

Se quiso golpear la cabeza contra el ascensor, pero no iba a dar semejante show para que el guardia después dijera que estaba loco al ver la cámara. Por lo que esperó a llegar a su piso -deseando que el ascensor tuviese una falla y le dejase encerrado- cosa que no pasó. Y tragó saliva al ver el pasillo de su piso, y dos puertas más allá su departamento.

Gimió frustrado, ¿qué le diría a su mejor amiga ahora?

"Hola, sabes que me robaron pero me defendi y obtuve un casco de motocicleta ajaja."

Caminó despacio, sacando las llaves de su departamento y lloriqueando suavemente al ya verse frente a la puerta. Insertó la llave con el más cuidado posible, intentando no hacer presente su llegada, pero todo se fue al caño cuando de un fuerte movimiento que le hizo gritar, su puerta ya estaba abierta, Emiliano y Lucía le miraban con una ceja alzada.

–¡Hola Diego! ¿dónde estabas?— Lucía saludó sarcásticamente, viendo el casco en su mano– O mejor dicho, ¿con quién estabas, Diego Serrano?

Y así, comenzaba el martirio en su propia casa.

Y así, comenzaba el martirio en su propia casa

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