Capítulo 09

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Arturo le había agarrado la mano

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Arturo le había agarrado la mano. Arturo.Le.Habia.Agarrado.La.Puta.
Mano.

Diego casi se descompone y casi entra en proceso de mitosis al sentir la grande mano envolver la suya, que no era tan pequeñita pero al lado de la él, si. Siempre odió sus manos grandes, y sus deditos largos y algo rechonchos. Pero ahora mismo, con el peso de la pesada mano de Arturo, la calidez de esta que calentaba su fría piel, la textura suave, la diferencia de tamaño que era bastante pero para él perfecta, ahora mismo se sentía tan bien, tan correcto, tan suyo.

Diego  definitívamente no quería soltar su mano. Y con un asentimiento torpe y un balbuceo, se levantó y reafirmó su agarre contra la mano de Arturo, evitando por todos los medios de que se resbalara de las suyas y colocándo como excusa el guiarlo a la sala de empleados.

Al entrar a esta, dejó caer aquella pesada y perfecta mano con amargura para ir a colocarse su abrigo y colgar su bolso con sus pertenencias. Se quitó el mandil suavemente y en silencio, sintiendo a Arturo detrás suyo contemplarle en la misma condición, guardó aquella bonita tela dentro de su bolso al igual que su teléfono y se colocó la ancha chaqueta de mezclilla.

Cuando estaba por tomar su bolso, sintió aquellas manos asentarse en la curva de su cintura y caderas, temblando al sentir un apretón de parte de estas con algo que pudo notar como posesividad.

–¿A-Arturo?–preguntó en un susurro, el chico detrás suyo emitió una especie de gemido grave que erizó la piel de Diego.

Arturo le giró con lentitud, Diego dejándose hacer como una masita de pan sin cocer y conectando sus ojos con los del rubio. La brecha entre ellos no sobrepasaba cinco milimetros al tocarse las puntas de sus narices. Y Diego prontamente se vió fundido y embelesado por aquellos maravillosos ojos azules que le miraba los labios. Diego le dió una pequeña caricia en la nariz a Arturo, entrecerrando los ojos y posando sus manos en los hombros del otro para apretar la tela de su bomber jacket, él sentía ese momento tan íntimo, las manos de Arturo tan calientes incluso por encima de su ropa que llegaba a quemarle satisfactoriamente. Arturo tenía tanto poder sobre él que entraba en un estado de satisfacción, tensión y embriaguez al sostenerle de esa forma.

Entrecerró sus ojos perezosamente y arqueó la espalda al sentir los dedos de Arturo cosquillear y serpentear por el centro de su espalda baja, erizándole la piel y soltando un pequeño suspiro tembloroso.

Escuchó a Arturo balbucear algo que no se tomó el tiempo en procesar, antes de que esos pequeños besos esquimales llevaran paso a que los labios de Arturo se aventuren a encontrarse con los de Diego.

Diego cerró los ojos, cruzando sus brazos por detrás de la cabeza de Arturo y ladeando la suya propia, buscando un mayor contacto. Jadeó suavemente cuando sus labios se acoplaron con los del rubio con suavidad pero aún así, con hambre. Sus labios chasquearon al separarse un segundo, antes de volver a besarse un poco más duro y fuerte que la primera vez. Los brazos de Arturo descansaron en los huesos de la cadera de Diego, mientras lo acercaba a su cuerpo al máximo posible, con el mayor contacto de piel que se le permitiera.

El rubio delineó el labio inferior del pelinegro con su lengua, logrando hacerse paso entre esos jugosos labios mordisqueados y chocar su lengua con la de un anonadado y derretido Diego. Cuando logró centrarse un poco lo suficiente para no distraerse con aquella lengua recorriendo su boca como un manjar-, enterró sus dedos entre las hebras rubias de Arturo y empujó hacia si mismo y abajo, endureciendo el beso y desordenándolo completamente, inhaló por la nariz al notar que estaba de puntitas, comiéndose la boca de Arturo con toda esa hambre que guardo desde la primera vez que lo vió hace tres semanas.

Diego se estaba quedando sin aire en ese momento, Arturo le agarraba firmemente y movía sus labios sobre los suyos de una forma tan brusca y deliciosa que no le dejaba descansar. Arrugó la frente y jadeó por última vez antes de separarse un poco para respirar, dándose cuenta de que Arturo igualmente lo necesitaba.

Diego se sentía tan satisfecho y contento. Sentía una euforia recorrerle el cuerpo y no quería soltar a Arturo ese momento que era suyo.

Pero su rostro se desfiguró al darse cuenta.

Andrea

–Dios, yo... tú... nosotros–susurró, separándose del agarre de Arturo quien le miró extrañado, ladeando la cabeza–Andrea... tu-tu...

Diego se mordió el labio y se pasó una mano por la frente, ¿como mierda se le había ocurrido hacer algo así? Se sentia pésimo. Sin demora, sus ojos se llenaron de lágrimas y apartó la mirada hacia sus cosas. Las tomó con la mayor rapidez posible e intentó correr hacia la puerta de salida sin importarle que Arturo se quedase allí, y que él tuviese que cerrar.

–Espera, Diego–todos sus planes se fueron a la basura cuando Arturo le detuvo cuando ni si quiera pudo alcanzar la manija. Le giró de un tirón, y Diego solamente bajó la cabeza y sujetó con más firmeza su bolso en su hombro, apretando los labios para no ponerse a llorar por la impotencia que sentía en ese momento.–Por favor no te vayas, solo dame... solo dame 5 días más, por favor. Solo te pido 5 días más –Arturo le había tomado de las manos y su tono de súplica hizo que Diego levantara un poco la vista, encontrándose con los anhelantes ojos de Arturo mirarle con una mueca.

–¿5 días para qué? ¿para utilizarme – Arturo enseguida cambió su expresión a una de horror, negándo completamente y preparándose para hablar de nuevo-¿0 para dejar a Andrea, tu novia?

Arturo suspiró y cerró sus ojos con fuerza, pasándose una mano por el
rostro.

–No la llames mi- nada―se interrumpió—Dios, esto es demasiado difícil de explicar-Arturo se cubrió los ojos con una de sus manos y exhaló, pareciendo cansado–Andrea  no... mi... ella no-dios–Arturo sacudió la cabeza y rodó los ojos, dándose por  vencido, volvió a jalar a Diego más cerca de sí, acariciando su tersa mejilla–Solo espérame 5 días más, y te explicaré todo, ¿si?

-¿Explicarme qué?-Diego enarcó una ceja, comenzando a molestarse porque no entendía nada de lo que Arturo le decía.

Le besó.

Arturo le acababa de besar, de
nuevo.

Abrió sus ojos con sorpresa, el pequeño choque de labios le había cerrado la garganta y dejado en un pequeño shock.

–Por favor, solo 5 días–rogó Arturo, susurrando en el pequeño espacio de tensión que nuevamente se había formado. Diego sentía la calmada respiración caliente de Arturo, y el fuerte perfume masculino. Diego pronto se vió envuelto en el deseo de querer enterrar su rostro en el cuello de Arturo, aspirar su aroma y mordisquear la tersa piel, esto a causa de su fetiche del perfume masculino

Diego conectó miradas con Arturo, viendo aquellos ojos honestos que le miraban. Y de unos segundos de pensárselo, finalmente se resignó y aceptó. Sin si quiera saber si es que Arturo terminaría con Andrea, si correspondería sus sentimientos -que aún se estaban desarrollando- o si lo rechazaría.

Diego no pudo seguir pensando
con claridad al sentir el cálido calor
corporal del gran cuerpo de Arturo,
quien lo apretaba delicadamente
entre sus brazos contra su pecho y
enterraba su nariz en sus cabellos
negros.

Sin duda, ese se podría convertir en el lugar favorito de Diego.

Sin duda, ese se podría convertir en el lugar favorito de Diego

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