Capítulo 21

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Cuando Diego terminó su turno y se estaba preparando para salir y encontrarse con Arturo a la salida

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Cuando Diego terminó su turno y se estaba preparando para salir y encontrarse con Arturo a la salida. Algo lo detuvo de acomodarse su chaqueta.

La puerta de salida hacia el callejón estaba entreabierta.

Frunció el ceño algo extrañado, todos los empleados tenían una llave para la puerta y no podía abrirse sin esta por afuera, tampoco tenía perilla, solo una pequeña manilla para empujarla y el orificio de la llave un poco más abajo.

Se acercó cautelosamente y a paso silencioso hacia la puerta, ya que sus zapatos tendían a rechinar bajo la cerámica de la sala de empleados, y acercó su rostro a la apertura, lo suficiente como para ver parte del callejón y descubrir la motocicleta de Arturo estacionada allí, junto con el casco de este.

Diego intuyó enseguida que Arturo estaba allí, esperándole, e iba a abrir aún más la puerta, pero justo cuando su mano serpenteaba para llegar al material y empujarla, la voz de Andrea resonó por aquel espacio.

–Viniste a hablar conmigo, ¿cierto?– Diego alejó su mano de la puerta como si quemara, apretando los labios y los ojos atolondradamente al darse cuenta de que efectivamente Arturo  encontraba allí, pero que Andrea lo había pillado justo con las manos en la masa.

Diego cambió el ángulo un poco hacia su derecha, esta vez teniendo una vista parcial del cuerpo imponente de Arturo y su rostro estoico, y la espalda de Andrea casi por completo. Diego escrutó el rostro de Arturo, tan carente de algo de emociones cuando miraba a Andrea, Diego reconocía esa mirada, durante todo aquel mes que Arturo iba a por Andrea, la traía y se la dedicaba, tan aburrida, irritada o cansada. Pero cuando Arturo le miraba, Diego sentía que lo hacía con tanto cariño y delicadeza, tanta atracción, veía los grandes ojos azules de Arturo brillar casi -o quizás- más fuerte que los suyos cuando chocaban miradas.

Diego realmente se daba cuenta de lo que causaba en Arturo, de todas las emociones que le hacía sentir, y se enorgullecía tanto de aquello, que era una felicidad constante en su día a día.

Escuchó un leve suspiro pesado, antes de sentir la gruesa voz de Arturo, tan calmada pero con un toque de impaciencia en ese instante.-No Andrea, no vine a hablar contigo.

El silencio se prolongó por un par de segundos luego de eso, Arturo pasando su peso a su otra pierna logró quedar en completa visión de Diego, y al parecer, el azabache se dio cuenta de su presencia por sobre el hombro de Andrea, ya que por un segundo, una mueca de sorpresa cruzó el rostro de Arturo, antes de volver a fijar su mirada en Andrea y tener aquella expresión retraída.

–¿Entonces a qué viniste?–Preguntó Andrea, con algo de brusquedad–No tienes otro motivo más que yo para volver a la cafetería, estoy segura que quieres hablar conmigo–habló con demasiada seguridad, y Arturo soltó una risita algo burlesca e irritada.

–No sabes que motivos son los que me traen acá, pero claramente, no eres tú esta vez, Andrea.

–¿Entonces cual es?– Andrea exclamó, Diego vio como ella se movió bruscamente, recriminándole a Arturo colocando sus dos manos en la curva de su cintura.

–¿Por qué demonios debería decírtelo? ya no hablamos, Andrea, no debo por qué decirte la razón por la que vengo al lugar donde trabajas. Puedo simplemente querer tomar uno de los batidos que hace Diego y venir–ante la mención de su nombre, Arturo le miró por milésimas, nuevamente por sobre el hombro de la pelinegra, y Diego sintió un escalofrío ante eso, porque, volvía a repetirlo, su nombre a través de los labios de Arturo se escuchaba simplemente maravilloso.

El silencio volvió, tan tenso y desastroso que Diego sentía que la chica en cualquier momento explotaría en gritos. Quería irse ya, quería quitar a Andrea del camino y abrazar a Arturo, cambiar esa expresión por la que estaba acostumbrado a ver.

–¿Acaso la chica que te gusta viene acá? ¿Es eso?–Diego se mordió el labio y volvió a cerrar los ojos, tan nervioso como exasperado–¿Ahora vienes a buscarla a ella acaso?

–¿De verdad me estás montando una escena de celos?–preguntó Arturo, incrédulo ante lo que decía Andrea, y la chica se pasó una mano por el cabello mientras suspiraba y soltaba un gimoteo frustrado antes de acercarse a Arturo y colocar sus manos en los hombros del rubio, causando que el contrario se alejara y le sujetara las muñecas con cuidado.

-Por favor cariño, dame otra oportunidad―rogó, y Diego vio la mueca de desagrado de Arturo al escuchar  salir el cariño de los labios de la chica–prometo mejorar, prometo sobrepasar a quien sea la chica que te gust–Arturo  negó con la cabeza, pero Andrea le interrumpió antes de que pudiese siquiera abrir la boca. –¿Tiene el pelo largo? puedo dejármelo crecer, ¿es mas ordenada y estudiosa? te juro que haré lo que sea para sacar mejores notas y y-y–Andrea  fue interrumpida por el gruñido de Arturo.

-Andrea, basta, deja de humillarte así— le masculló, con un tono de voz más grave-Diego  intuyó que era porque la chica ya le tenía exasperado ―. Entiende Andrea, no necesitas cambiar por mi, por nadie-le sacudió suavemente las muñecas a la chica,antes de continuar―. Lo nuestro no funcionó, me gusta otra persona, y por más que intentes ser mejor que aquella no podrás porque-

Diego no lo soportó, empujó la puerta, causando un rechinido feo y desagradable que interrumpió la discusión de aquellos dos. Andrea giró su cabeza con algo de molestia, mientras que Arturo conectó sus miradas con algo de desesperación y nerviosismo, mientras soltaba suavemente a la pelinegra y se separaba de esta. Dejó la puerta abierta para que Andrea pudiese entrar para terminar su turno, y a paso sumamente calmado y despreocupado -como si no supiera que pasaba allí-, se ganó a un lado de Arturo le sonrió amistosamente.

–Hola, Arturo. Estoy listo para irnos- dijo, con voz aniñada y mirándole de costado con una sonrisa. Con el ojo que Andrea no podía ver al estar de perfil, le guiñó un ojo al rubio, explicándole que le siguiera el juego–. Lo siento, Andrea. Pero Arturo y yo debemos irnos.

Andrea le miró confundida, con la boca semiabierta y pasando sus grandes ojos entre Arturo y Diego -¿Ustedes son amigos?-preguntó, incrédula.

Diego asintió sin borrar su sonrisa amistosa-Así es, nos hicimos muy amigos-tal vez puso un poco de énfasis en las últimas dos palabras, viendo de reojo como enseguida Arturo le miraba con nerviosismo, pero Andrea parecía no haberse dado cuenta.-De hecho, ahora mismo vamos a un evento de un nuevo videojuego que a los dos nos gusta muchísimo.

-Ah...- Andrea no le miró a los ojos en ningún momento, si no a un punto muerto entre los dos, algo perdida y con las mejillas algo sonrojadas.

Arturo carraspeó luego de dos segundos de silencio sepulcral–Eh... bueno Diego, ¿nos vamos ya? no quiero llegar tarde y que se llene– Arturo se rascó la nuca, sonriendo levemente al ver a Diego asentir como un niño con los ojos cerrados.

Ambos se dieron media vuelta, Arturo enseguida extendiéndole el casco sobrante y él ajustándose el suyo mientras se montaba en la motocicleta, todo a una velocidad bastante acelerada para no tener que darle otra explicación a Andrea, quien miraba a ambos chicos sin poder creérselo. Diego se ajustó el bolso, cruzándoselo por el pecho mientras apretaba la correa del casco, y se montó atrás de Arturo, intentando mantener distancia y agarrándose del asiento para no levantar sospechas de que solamente eran amigos.Y con una mirada triunfante a través de las viseras de sus cascos, Arturo encendió la motocicleta y le quitó el seguro, partiendo suavemente lejos del callejón y dejando a Andrea con las palabras en la boca.


Y con una mirada triunfante a través de las viseras de sus cascos, Arturo encendió la motocicleta y le quitó el seguro, partiendo suavemente lejos del callejón y dejando a Andrea con las palabras en la boca

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