Capítulo 13

144 20 0
                                        

Arturo realmente se había preocupado por él

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Arturo realmente se había preocupado por él.

Ya que, en vez de llevarlo a cualquier local en donde no podría comer nada para no recaer por su débil estómago, le había llevado a un parque familiar, y ahora mismo estaba sentado en una manta sobre el pasto, con un recipiente con arroz blanco y un par de papas y zanahorias cocidas al vapor y con Arturo comiendo exactamente lo mismo.

-¿De verdad hiciste este almuerzo para mi?-preguntó Diego, mirando la comida con una sonrisa enternecedora y tomando una zanahoria con un tenedor.

―Si-suspiró Arturo–.Cuando supe que estabas mal del estómago, no quise arriesgarme a que algo pudiese caerte mal, pero tampoco quería que no comieras nada, así que entré a mi cocina esta mañana y bueno... esto se me ocurrió–se encogió de hombros, girando su cabeza hacia él y sonriendole con los ojos cerrados.

-¿Por qué te molestaste en hacerlo?- susurró quedito, sin borrar su sonrisa y jugueteando con los últimos trocitos. de papas y unos granitos de arroz.

No tuvo el valor de levantar la vista de su recipiente, estaba tan conmovido que creía que si veía frente a frente a Arturo resistiría y se lanzaría a besarlo frente a todos.

Y no, no quería eso, no cuando aún Arturo debía explicarle tantas cosas. El silecio se prolongó entre ellos dos, Arturo le contestaba la pregunta y eso ponía a Diego nervioso de cierta forma, por lo que antes de que cualquier cosa saliera por su bocota, se llevó lo último de comida que le quedaba a la boca, callándose a si mismo e intentando comer de la forma más lenta posible.

-Porque me gustas.

Diego tosió, accidentalmente escupiendo un granito de arroz hacia el césped y atorándose con el resto. Se llevó el antebrazo hacia el rostro para cubrir su boca y comenzar a toser, enseguida sus ojos lagrimeando e intentando respirar correctamente entre cada tosido.

-¡Diego!-escuchó a Arturo exclamar, antes de sentir sus manos en su espalda para masajearle y escucharle decir no se qué cosa mientras intentaba respirar normalmente.

¡LE GUSTAS LE GUSTAS LE GUSTAS!»>

Diego apenas podía procesarlo, los granitos de arroz se habían ido por su vía respiratoria y su nariz estaba congestionada por el polen, por lo que se apoyó en la manta con sus manos y volvió a toser, intentando recuperar el aire mientras sentía las suaves caricias de Arturo su espalda.

No era una broma, ¿cierto? ¿de verdad le gustaba a Arturo?

Finalmente sintió su traquea ser despejada luego de un par de tosidas más, pero por el estupor, seguía intentando recuperar el aire perdido entre pequeñas tosidas, sus ojos se habían humedecido al punto de que pequeñas gotitas de agua salada reposaban en sus manos, y sentía la cara tan roja por el esfuerzo. Pero aún así, sonrió enormemente cuando finalmente pudo concentrarse en lo que Arturo había dicho.

-No es una broma, ¿verdad?- preguntó Diego , sentándose en sus piernas y secándose los ojos con su antebrazo, bajo la atenta mirada de Arturo que le miraba preocupado.

-¿Estás bien?-el pelinegro asintió, esperando a que respondiera su pregunta. Arturo suspiró.

El rubio se rascó la nuca y fijó su vista en un punto en el suelo, con una pequeña mueca y un leve temblor de labios que Diego pudo notar a pesar de tener los ojos nublados. Y lo que le decía que el chico estaba bastante nervioso.

-Claro que si, me gustas, ¿por qué te mentiría?-Arturo encontró sus ojos, encogiendose de hombros y formando una sutil mueca que pretendía ser una sonrisa-No soy esa clase de persona.

Diego tragó saliva, ¿qué se suponía que debía hacer ahora? Era cierto que conocía a Arturo de hace apenas un mes casi, pero Diego sentía que el rubio había sido tan transparente con él, que no necesitaba más tiempo para conocerse. Saber que sus sentimientos si eran correspondidos -por fin aceptaba, aún con un poco de miedo, que estaba muy colado por Arturo- le formaba una calidez en el estómago tan agradable y placentera.

Diego ya había estado con chicos y chicas a sus 18 años, pero definitivamente nadie era como Arturo. Quizás era porque era 4 años mayor, era más adulto y maduro, y sabía como complacerlo hasta con  con simples mensajes. O también porque era una persona sumamente interesante e intrigante, muy diferente a como se le planteaba. Pero había algo en él, algo que le arañaba e insistia en acurrucarse entre sus brazos, ser complacido, ser amado tal y como a él le gustaba ser tratado.

Sintió la pesada mano de Arturo amoldarse a su mejilla, acunándola entre sus dedos y mirando aquellos ojos que demostraban una adoración genuina. Eso le gustaba a Diego, que Arturo fuera tan  expresivo con quien quisiera, tanto como para demostrar sus emociones a través de sus preciosos ojos.

Quiso acercarse a besarlo, tal y como la otra vez, y sabía que Arturo estaba a solo un instante de impulsarse con su mano de libre y atacar sus labios.

Pero Diego necesitaba respuestas.

Se apegó al cálido contacto de la mano de Arturo con una pequeña sonrisa por un par de segundos, antes de separarla de su rostro suavemente y apresarla entre sus pequeños deditos. Enseguida notó la atemorizada mirada del rubio.

―Quiero... quiero que me expliques todo, antes de responderte–apaciguó todas las dudas de Arturo con suaves caricias de sus pulgares en la yema y dorso de su manos–. Por favor, no puedo entender todo este tema-suplicó.

Vio la manzana de adán de Arturo moverse, y no pudo evitar pensar que eso era sexy, demasiado sexy. Concentrándose nuevamente en su objetivo, le vió asentir con el rostro sutilmente deformado en una mueca de angustia.

–Esto es... más o menos largo de explicar –el rubio se pasó las manos por la tela de su jeans–, pero intentaré explicarte lo mejor que pueda.

Diego asintió, acomodándose de otra forma para acercarse inconscientemente más a Arturo. Y nuevamente, todas las opciones de lo que sea que le fuera a contar revolotearon de su mente.

Esta vez, con el hecho de que sí le gustaba a Arturo.

Arturo se pasó una mano por el pelo y relamió sus labios, antes de abrir la boca y decir:

-Andrea jamás fue mi novia.

Y Diego sintió como un cubo de agua helada le caía por la espalda.

Y Diego sintió como un cubo de agua helada le caía por la espalda

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
FOR ME?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora