FOR ME?

Capítulo 08

Otro par de días después, su jefe estaba en la cafetería para supervisar algunos asuntos y al parecer cambiar algo minúsculo del menú. Y Diego debía escabullirse un par de segundos cada diez minutos para responderle a Arturo.

Leyó el último mensaje que le había mandado el rubio, mordiéndose el labio con una sonrisa al ver la foto que le había enviado desde la universidad con el cabello desordenado y una carita de sueño que Diego encontró adorable y completamente besuqueable, inconscientemente, los labios de Arturo hacían un pequeño puchero hacia la cámara.

Se la habían pasado mensajeando como locos, Arturo últimamente no se había aparecido por la cafetería y Diego se enteró que era por estar en periodo de exámenes. Por lo que su único recurso para no perder contacto con él, era a través de mensajes.

Cada día sentía más aquella conexión con Arturo, como si algo los incitara a buscarse aunque sea de la más simple manera. Jamás quedaban sin tema de habla. Diego estaba maravillado de que por fuera, Arturo se viera introvertido y varonil, pero su personalidad era la de un chico dulce, amistoso y torpe que no sabía decir que no.

–Andrea, necesito hablar contigo un momento, sígueme–escuchó la voz de su jefe y su teléfono resbaló un par de veces de sus manos antes de atraparlo y sostenerlo contra su pecho. Vió a la chica  algo frustrada desaparecer por la puerta de la cocina, y por un momento se preguntó que pudo haber pasado.

Su teléfono vibró contra su pecho, un nuevo mensaje le había llegado. Desbloqueó el aparato y leyó como Arturo  exigía que era su turno de enviarle una foto de lo que fuera que estaba haciendo.

Mordisqueó su labio, y abriendo su cámara frontal, se retocó un poco. Desordenó sus cabellos . Tomó una foto de costado, sin quedar satisfecho con el resultado. Bajó la cabeza hasta su blusa, y desabrochó el botón de más arriba, dejando a la vista parte de su pecho y clavículas, y, recordando que Emiliano le había regalado un chocker -nunca supo específicamente el por qué- lo sacó de su bolsillo y se lo ajustó a su cuello. Era una simple tira de gamuza negra y fina, con una piedra preciosa pequeñita en el centro. Diego volvió a abrir su cámara y tomó otra foto en la misma posición, quedando satisfecho esta vez al verse más bonito, y enviándola sin dudarlo a Arturo.

Dejó el teléfono de lado al llegar un cliente, y se entretuvo por un par de minutos mientras tomaba la orden y hacía con extrema delicadeza y agilidad el bubble tea. Le encantaba su trabajo, el olor de diferentes hierbas, especias o frutos secos se mezclaba en su nariz de forma exquisita y jugar con las máquinas era una de las formas de pasar el tiempo. Ser barista al principio le había resultado muy dificil, pero ya lo manejaba bien.

Cuando volvió a desocuparse, desbloqueó su teléfono y se sentó en una silla frente a la caja registradora, pero casi se va de hocico al suelo al ver el mensaje no leido de Arturo.

Arturo ♡
"Te ves lindo con choker"

Diego se llevó el dorso de su mano a la boca y mordisqueó la piel arrugando la nariz, chillando lo más bajo posible para no alertar a los clientes ni llamar la atención de su jefe.

Arturo definitivamente le estaba coqueteando, y él se dejaba hacer sin ningún tipo de resistencia, porque muy en el fondo, le encantaba tener la atención de Arturo, le encantaba su nueva cercanía y que el rubio le adulara cada vez que se retocaba un poco más de lo usual. El chico parecía estar tan al pendiente de él, darse cuenta de todos los detalles de su parte y corresponderlos de igual manera.

Diego se acurrucó contra si mismo en la silla donde estaba, llevándose los dedos a los labios y sonriendo con alegría. Una felicidad y un sentimiento cálido asentándose en su estómago con fuerza.

Sentía que Arturo era para él, y él para Arturo.

Pero Diego ignorado su más grande problema, que ahora salía echando humos por las orejas hacia las mesas vacías para retirar la vajilla sucia.

Al día siguiente, Arturo nuevamente había llegado sin las intenciones de ver a Andrea,  si no a él. A Diego le tocaba cerrar la cafetería hoy, por lo tanto, la compañía de Arturo desde las 9 hasta las 10 y media -horario en donde casi nunca habían clientes- se le hacía lo más anhelado.

Diego despidió a las 10 al último empleado que quedaba, quedando solamente él y Arturo durante la media hora restante en donde tendría que verificar que todo estaba en orden antes de cerrar.

–¿No prefieres irte a casa? Es tarde ya–habló Diego, él en realidad no había querido decir aquello, pero tampoco quería obligar a Arturo a que se quedase junto a él y fuera a dejarlo a casa.

El chico esta vez llevaba una camiseta negra normal con una bomber jacket para cubrirse del frio, había comenzado octubre y las tardes se hacían cada vez más heladas.

Arturo llevaba un libro en la mano,  y un portaminas el cual mordisqueaba el extremo con sus dientes. El rubio levantó la vista hacia Diego, arqueando una ceja incrédulo.

-¿Acaso no te gusta mi compañía?— Diego soltó una risita, negando con la cabeza y rodeando la barra para acercarse a él y sentarse en la silla de al lado.

–Sabes que no es eso–Arturo  le sonrió, dejando caer una mano y volver su vista hacia su libro. Diego la miró, antes de acercar la suya para que se rozaran suavemente, uno de los dedos de Arturo amagó en envolverse con el suyo, y Diego no pudo decir que no, terminando por enredar su dedo indice con el de Arturo.

–¿Sabes? Es probable que  despidan a Andrea–Arturo despegó la vista de el libro, y Diego frunció el ceño. ¿Despedirían a Andrea? ¿Por qué?

–¿Por qué?

Arturo se encogió de hombros, desinteresado. Y Diego frunció aún más el ceño.

–Ya no me cruzo tanto con ella, creo que me evita–el pelinegro incontables veces notó como la chica parecía estar cada vez más lejos de él, como no le hablaba ni le saludaba como antes y solamente cuando era necesario, y como la actitud hostil de Andrea parecía salir cada día más a flote.

–No tengo ni la menor idea, Andrea  está rara, no la estoy tomando demasiado en cuenta estos días–Arturo guardó el libro y el portaminas dentro del bolso lleno de dibujos y parches al costado de su asiento– ¿Vamos? Ya son las 10:15.