Capítulo 23

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Diego rió sonoramente, volviendo a golpear a Arturo en el pecho con sus puños sin fuerza, y sintiendo al peludo Bam subiéndose al sillón, para luego acomodarse entre las piernas de Diego, entremedio de los dos y alejándolos lo suficiente como para...

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Diego rió sonoramente, volviendo a golpear a Arturo en el pecho con sus puños sin fuerza, y sintiendo al peludo Bam subiéndose al sillón, para luego acomodarse entre las piernas de Diego, entremedio de los dos y alejándolos lo suficiente como para que sus pechos ya no se tocasen y pudiesen ver por completo los rostros contrarios.

El rostro de Arturo, en ese mismo momento era algo que a Diego
le maravillaba. La forma en que su cabello caían por su frente, casi llegando a la altura de sus cejas, tan risueños y entrecerrados, brillantes, mirándoles con algo que Diego no supo nombrar, pero que le calentó el estómago de manera inexplicable y le puso sumamente nervioso
encima de las piernas de Arturo. Se encogió en su lugar, ocultándose un poco entre sus hombros antes de sonreir con timidez y dejar que sus manos viajaran hasta llegar a las de Arturo. Pasó las yemas de sus dedos por las palmas contrarias, sintiendo pequeñas durezas -Diego intuyó que eran por la motocicleta y el hecho de que Arturo no utilizaba guantes-.

Bajando la mirada, presionó sus pulgares en aquellas zonas, masajeando las manos del mayor hasta terminar entrelazándolas suavemente, sintiendo pequeñas caricias de los dedos de Arturo en el dorso de sus pequeñas manos.

Sintió a Bam removerse cuando se inclinó lo suficiente como para que Arturo y él rozaran narices. Diego aspiró el pesado aire de Arturo, tan varonil, su aliento a menta chocando en su rostro agradablemente.

Se estaba derritiendo nuevamente contra él.

-Bonito-susurró el mayor, intentando no romper la pequeña atmosfera amorosa que habían creado con tan solo unos roces-te quiero.

Diego descompuso, no era la primera vez que Arturo decía que le quería, pero seguía teniendo el mismo efecto de la primera vez. Su sistema y raciocinio dejaba de funcionar, y quería tanto apegarse al chico, quería tanto sostener aquel rostro entre sus manos y besarle hasta cansarle.

Arturo era definitivamente el punto débil, el talón de aquiles, la fibra sensible de Diego, y eso de alguna forma le encantaba tanto que quería permanecer de esa forma cuanto pudiera.

Diego volvió a sonreir quedamente-Yo también te quiero.

♧♧♧

Días después, Diego se encontraba bromeando con Arturo sobre la barra de la cafetería, con solo una pareja dentro de esta misma que conversaba animadamente cerca de la puerta de entrada, ellos dos se encontraban en su propia burbuja cariñosa. Los dos llenos de pequeñas risillas, inclinados sobre la barra para estar uno más cerca del otro, con ambos pares de ojos admirándose con una ternura casi inquebrantable, y sus dedos jugueteando entre ellos, acariciándose, entrelazándose,
dándose pequeños apretones cariñosos.

Diego tenía muchas cosas que decir al sentir la cercanía de Arturo hacia su cuerpo, pero a la vez lo sentía tan innecesario, ya que con sus pequeños roces, gimoteos y sonrisas parecía entender a la perfección lo que le intentaba transmitir el rubio, y esperaba que sucediera lo mismo de su parte.

Su estómago se encontraba tan cálido, una sensación tan agradable, tal como tomar un chocolate caliente cuando tienes frio en invierno, o arrimarse cerca de una chimenea cuando nevaba afuera.

Arturo le hacía experimentar tantas cosas banales con su presencia, que cada día estaba más impresionado y curioso sobre lo nuevo que iba a sentir.

–¿D-Diego?–escuchó, y se despegó de su pequeña aura romántica junto a Arturo, algo desconcertado, para girar su cabeza a la derecha y observar como Andrea tenía la mirada fija en ellos, con ojos abiertos, escaneándoles fijamente.

Diego enseguida quitó sus dedos de sobre los de Arturo, lo más sutilmente posible, y se enderezó apretando sus labios entre si de la barra, mirando de reojo como Arturo hacía lo mismo mientras miraba un punto muerto en el suelo.

Pero Diego notó como Andrea había puesto sus ojos en sus manos tomadas segundos antes de separarlas, y como sus ojos viajaron de él hacia Arturo al enderezarse y separarse como si sus manos quemaran.

Diego tragó saliva, sintiendose algo temeroso al ver como la pelinegra no le quitaba los ojos de encima, tan oscuros que no sabía qué pensaba ella ahora mismo–Hmnh... Hola Andrea, no sabía que habías llegado ya.

Andrea nuevamente viró sus ojos hacia Arturo, quien no miraba hacia el frente, si no que vagaba en instagram ociosamente viendo videos de comida vegetariana.

-Si... acaba de empezar mi turno- habló, sin despegar su mirada  del rubio.

Diego se rascó la nuca–Y... ¿qué sucede?

-Nada.

Luego de aquello, y dándole una última mirads fugaz, Andrea se dió la media vuelta y se marchó hacia la cocina a paso veloz, dejándoles solos -metafóricamente- de nuevo, y con una sensación amarga en la garganta.

Ambos chicos se miraron al perder a Andrea de vista, Diego con las cejas algo fruncidas, sin entender mucho
lo que había pasado y con un mal presentimiento, y Arturo con una mueca de molestia y extrañeza que borró al sentir nuevamente la mano pequeña de Diego por sobre la suya.

Dios, ambos estaban algo jodidos.


Dios, ambos estaban algo jodidos

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