Capítulo 30

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Diego  bajó la mirada al suelo, aún completamente rojo mientras sentía el pulgar de Arturo acariciarle el dorso de la mano mientras las mantenían entrelazadas, intentando transmitirle paz en ese momento

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Diego  bajó la mirada al suelo, aún completamente rojo mientras sentía el pulgar de Arturo acariciarle el dorso de la mano mientras las mantenían entrelazadas, intentando transmitirle paz en ese momento.

–Mamá, te presento a Diego–habló Arturo, rascándose la nuca algo nervioso bajo la atenta mirada de ojos oscuros de su madre–Es... todavía no es mi novio, pero lo será– Diego sintió su estómago removerse ante eso, la seguridad con la que lo había dicho el mayor le había puesto más nervioso de lo que estaba.

No escuchó nada de parte de la madre de Arturo, y tampoco le quiso mirar. En cambio, sintió como caminaba hasta quedar frente a él, parecía ser un poco más bajita que él. Y como de pronto se agachó lo suficiente como para ver su rostro escondido.

–Hola cariño, ¿Puedes mostrarme bien tu rostro?–preguntó, ladeando la cabeza y con una sonrisa tan cálida como la de Arturo, Diego ya sabía de donde había sacado aquella sonrisa el mayor.

Asintió tragando saliva, levantando la cabeza mientras se mordía el labio y logrando ver mejor a la mujer frente a él. Era un par de centímetros más baja de él, de ojos pequeños y la misma sonrisa y nariz de Arturo, su cabello rubio le llegaba a la cintura y era naturalmente regordita que le dio ternura, y por detrás del hombro de la señora Izquierdo, notó como Alejandro le escaneaba rápidamente y luego asentía con una sonrisa a Arturo.

–¡Pero si eres tan lindo!–de pronto, Diego se vio apretado entre los brazos de su futura suegra con fuerza, soltó un quejido mientras sus ojos se abrían sorprendidos y solamente se dejaba hacer por la extraña fuerza de la señora, miró a Arturo con algo de pánico a su lado y este solo pudo reír mientras le soltaba la mano y se encogía de hombros. Aspiró aire que le faltaba al sentir como era soltado, pero volvió a sobresaltarse al sentir esas pequeñitas manos sujetarle el rostro–Ya veo por qué Arturo esta tan enamorado, ¡Si eres una cosita tan tierna!–Diego soltó una risa nerviosa y miró a Arturo con pánico de nuevo, dándose cuenta de que estaba sonrojado y Alejandro se burlaba de él.

–Mamá... lo estás asustando–dijo, separándolo suavemente de su madre y refugiándolo en sus brazos, Diego se dejó hacer, ronroneando sin querer al apoyar su cabeza en el hombro de Arturo.

Su madre bufó divertida–Te lo tenías bien escondido, Arturo, pero vale, que con solo verle la carita lo apruebo– levantó las cejas, antes de darse la vuelta y tomar una bolsa que llevaba Alejandro en la mano-Ni se te ocurra hacerle daño a Diego, Arturo... y por si acaso, solo vine a ver como estaba mi hijo y dejarle algo de comida ya que este no se digna ni a llamarme– le apuntó acusatoriamente, antes de entrar a la cocina seguida de Alejandro y dejarlos a ambos solos de nuevo.

Diego miró extrañado a Arturo, aún sin entender muy bien qué había pasado, y Arturo solo pudo soltar otra de sus risitas agudas y encogerse de hombros.

Al menos, Diego se sentía más aliviado al saber que no había causado una tan mala impresión.

La señora Izquierdo realmente era tan alegre y cálida que le estaba mareando un poco, le había preguntado un par de cosas con entusiasmo y había quedado maravillada con su persona.

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