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–Adiós Emiliano, adiós Alex–se despidió Diego de su amigo y del chico que hace poco había entrado a trabajar luego de que Andrea fuera despedida

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–Adiós Emiliano, adiós Alex–se despidió Diego de su amigo y del chico que hace poco había entrado a trabajar luego de que Andrea fuera despedida. Alex era un tierno chico con cara bonita y cabello negro y largo que era un poco mayor que él. Ambos se despidieron agitando sus manos, Alex alarmándose porque casi se le caía la bandeja de su otra mano por andar algo distraído y aún no estar acostumbrado

Se abrigó aún más si era posible, había llovido en la noche y él últimamente estaba algo enfermo y le picaba la garganta, por lo que se envolvió en la bufanda y sonrió cuando le llegó el mensaje de Arturo que ya estaba esperándole afuera.

Un mes había pasado luego de esa tarde, podía jurar que el mes más feliz de su vida, no había día en donde no viese a Arturo al menos por 5 minutos y el rubio siempre le recordaba de alguna u otra forma lo mucho que le amaba, lo feliz que le hacía y como hacía desaparecer todas las inseguridades que Diego sentía. Arturo era simplemente tan perfecto con él, que Diego no podía sentirse más afortunado de tenerlo y poder tomar su mano sin miedo de nada, confiaba en él con los ojos cerrados y sabía que Arturo también en él.

Se abrazó con fuerza al fornido cuerpo de su novio -que bien sonaba poder decir eso, tanto en su mente como públicamente, amaba decir que Arturo era su novio todo el tiempo-, sintiendo como los brazos de este envolvían su cuerpo con fuerza y enterraba su nariz entre sus cabellos rubios. Diego suspiró gustoso, cerrando sus ojos y colocándose algo de puntitas para llegar más arriba y abrazarle mejor.

–Hola, bonito–susurró Arturo, separándose luego de un rato y tocándole la nariz con la punta de uno de sus dedos, para luego dejarle un suave y cariñoso beso corto en los labios helados en forma de saludo, Diego le sonrió contento. Hoy tendrían una pequeña cita antes de que Arturo entrase a exámenes nuevamente y no puedan verse demasiado, pero antes de siquiera tomar su casco de motocicleta, Arturo volvió a hablar–. Antes de todo quiero hacer algo.

Diego le miró ladeando la cabeza, asintiendo–Claro que si, ¿Qué cosa?– preguntó curioso, y frunció el ceño al ver a Arturo apretando los labios y mirando al cielo nublado.

–Andrea quiere hablar contigo en persona– eso descolocó a Diego, confundiéndolo aún más y mirando a Arturo pidiéndole alguna explicación. –No sé qué quiere
decirte, me ha insistido toda la semana con que quiere hablar contigo. En todo caso le dije que si tú no querías, no iban a hablar, pero si quieres, nos está esperando en el campus–Arturo  se encogió de hombros con una mueca.

Diego se llevó un dedo a la boca, mirando a un costado y pensando por un par de segundos lo que le acababa de decir Arturo. Andrea quería hablar con él, no sabe para qué, y tampoco sabe por qué recurrió a Arturo para buscarle cuando podía hacerlo ella misma. Su curiosidad solo aumentó aún más, así que luego de aproximadamente un minuto, le asintió a Arturo y se encogió de hombros.

–Está bien, vamos.

Diego aspiró algo nevioso al bajar de la motocicleta en el estacionamiento de la universidad de Arturo y Andrea, sintiéndose como un niño pequeño cuando Arturo le quitó el casco y besó sus labios castamente, sonrojándose un poco al ver a los alumnos que pasaban por allí mirarle con curiosidad. Sintió su mano ser tomada por la de su novio y le sonrió intentando mantener un poco la calma, antes de que este comenzara a jalarle suavemente por el estacionamiento hasta salir de este. La universidad era estatal, por lo que Diego podía entrar allí sin problemas si estaba acompañado de Arturo.

Entrando a lo que Diego reconoció como el patio central que daba a la salida pública, se sintió observado por todos los que estaban allí, sabía que su novio era bastante popular allí, y que llegara tomando de la mano con un niño que no estudiaba allí obviamente que era extraño, pero Arturo parecía ignorarlo y solo lo llevaba hasta la pequeña pelinegra sentada en una de las tantas bancas solitarias que Diego pudo reconocer.

Tragó saliva al notar la mirada de Andrea sobre ellos, especialmente sobre sus manos tomadas, pero Diego sabía que ya no podía darse vuelta y correr lejos, por lo que aspiró aire intentando calmarse cuando finalmente ambos se detuvieron frente a la pelinegra, quien se levantó temblando por el frío que hacía.

Ninguno de los tres dijo nada,Arturo tenía una mueca de molestia en el rostro y no soltaba la mano cálida de Diego, y el pelinegro solamente no sabía que hacer y estaba esperando lo que sea que dijese la chica.

–Diego–soltó Andrea, con esa voz que el pelinegro ya se había desacostumbrado a escuchar, sintió su cuerpo temblar un poco por debajo de su ropa. Solo pudo asentir hacia la pelinegra, esperando a que continuara y sintiendo un apretón de la mano de Arturo.

Andrea se miraba algo triste, y pudo notarlo cuando volvió a hablar–Yo... lo siento– Diego sintió su corazón de abuelita quebrarse al verla con los ojos nublados, pero se quedó estático como piedra al notar que Andrea quería seguir–De verdad lo siento, ¿si?, por todo... No estaba pensando clara, solo pensaba en tener a Arturo conmigo y ver como le gustabas más tú me hizo hacer cosas de las que ahora me arrepiento–Andrea sorbió su nariz para evitar llorar, mirando a Diego mientras se mordía el labio por un par de segundos antes de seguir–. Te incomodé tantas veces, te vigilé tanto y hasta te hice daño... y de verdad me arrepiento tanto porque sé que ya no confías en mi y perdí la pequeña amistad que tenía contigo... me dejé llevar por mi enamoramiento y te dañé, dañé a Arturo y a mi misma de paso.

Andrea miró hacia el suelo luego de decir aquello, y Diego escuchó un suave sollozo, por lo que soltando la mano de Arturo bajo su extrañada mirada, envolvió a la pelinegra un abrazo que la tomó por sorpresa, Diego la sintió tensarse por encima de las capas de ropa por un par de segundos, antes de ponerse a llorar abrazada a él suavemente.

–Está bien, Andy–calmó contra su oído, acariciando la espalda de la chica. –No estoy enojado contigo y te perdono, no hay rencor–tranquilizó. Y sintió como la chica se separaba de él y se limpiaba furiosamente las lágrimas bajo ambas miradas.

–De verdad eres un ángel, Diego,– dijo  soltando una sonrisa triste –. Ya sé por qué Arturo está tan enamorado de ti–ante eso, Diego se sonrojó, y ambos pelinegros miraron a Arturo, quien se desvió a un costado formando una linea con los labios que hizo a Diego reir un poco antes de volver a escuchar a la chica. –No volveré a entrometerme en tu relación con Arturo, los dejaré ser felices en paz... Gracias, Diego, de verdad necesitaba decirte todo esto –agradeció, tomando el bolso que reposaba en la banca donde antes estaba sentada.

–No hay de qué, Andrea, espero que estés bien–deseó con una sonrisa, tranquilo y sereno cuando vio a la pelinegra asentir aún con las mejillas húmedas, y agitó su mano hacia ella cuando la vio darse vuelta para marcharse hacia la salida con la cabeza hacia el suelo.

Diego no dejó de mirar la cabellera negra  de Andrea hasta que la perdió de vista cuando se perdió al doblar en la salida del campus universitario, y suspiró sin borrar su sonrisa, jamás esperó que  le pidiese perdón, pero ahora estaba más tranquilo y sentía hasta su sangre más liviana.

Ahogó un grito al sentir como Arturo le jalaba hacia él y le apretaba contra su pecho. Ambas frentes se juntaron y Diego sintió su estómago calentarse al ver la bonita sonrisa cruzar el rostro de su novio.

–Tú de verdad eres un ángel, Diego–susurró, soltando una risita al escuchar el balbuceo del menor ante la vergüenza por estar en un lugar tan recurrido. –Y Andrea tenía razón, esa es una de las miles de razones por las cuales me enamoré de ti.

Bueno, ahora la universidad de Arturo le conocía como el lindo novio tímido y sonrojado de ArturoIzquierdo, quién le había comido la boca frente a todos y dejarle como un pequeño manojo de nervios.

Oh si, amaba a su novio.

Oh si, amaba a su novio

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