Capitulo 23

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ARENDELLE,1829

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ARENDELLE,1829

ELSA

Aún estaba oscuro cuando me desperté, la luz tenue de la madrugada apenas empezaba a filtrarse por las cortinas de mi habitación. Me quedé en la cama, mirando al techo, recordando los eventos del día anterior. Las lágrimas habían secado en mi rostro, pero la sensación de impotencia y miedo seguían ahí.

Me incorporé lentamente, sin ganas de enfrentar el nuevo día. De repente, una brisa fría se deslizó por la habitación, seguida de un susurro familiar.

-Buenos días, princesa de las nieves.

Jack estaba allí, flotando cerca de la ventana, con una sonrisa traviesa en su rostro. A pesar de mi tristeza, no pude evitar sonreírle un poco. -Buenos días, Jack - respondí, tratando de sonar más alegre de lo que me sentía.

Jack se acercó y se sentó en el borde de mi cama. Podía sentir la calidez de su presencia, aunque su piel siempre estuviera fría al tacto.

-Sé que ayer fue duro, pero tengo una idea que podría alegrarte un poco - dijo, con un brillo en sus ojos que siempre me hacía sentir mejor.

-¿Qué tienes en mente? - pregunté, con una pizca de curiosidad. Jack se inclinó más cerca, sus ojos azules brillando con emoción.

-Te voy a llevar a un lugar especial. Algo que nunca has visto antes. Pero tienes que confiar en mí.

No pude evitar sentir un pequeño escalofrío de anticipación. Jack siempre tenía formas de sorprenderme y hacerme olvidar mis problemas, aunque solo fuera por un rato.

-Está bien, confío en ti - dije, con una sonrisa más sincera esta vez.

Jack tomó mi mano y, en un abrir y cerrar de ojos, estábamos volando sobre Arendelle. La vista desde arriba siempre era impresionante, pero esta vez se sentía diferente. El aire frío en mi rostro y la sensación de libertad eran casi embriagadoras.

Me llevó hasta un rincón escondido en el bosque, donde los árboles estaban cubiertos de una capa de nieve brillante. Bajamos suavemente y Jack señaló hacia una pequeña colina. -Quiero que veas esto - dijo, llevándome de la mano hasta la cima.

Desde allí, pude ver un paisaje que parecía sacado de un cuento de hadas. El sol naciente hacía que la nieve brillara como diamantes y, en medio de todo, había un pequeño lago helado, completamente intacto, reflejando el cielo rosa del amanecer.

 El sol naciente hacía que la nieve brillara como diamantes y, en medio de todo, había un pequeño lago helado, completamente intacto, reflejando el cielo rosa del amanecer

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