Capítulo 45

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Elsa y Jack se encontraban caminando por el majestuoso palacio de hielo de Elsa, admirando la forma en que los cristales brillaban con la luz del sol

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Elsa y Jack se encontraban caminando por el majestuoso palacio de hielo de Elsa, admirando la forma en que los cristales brillaban con la luz del sol. Jack, como siempre, estaba lleno de curiosidad, observando cada rincón con una sonrisa traviesa en el rostro. -Este lugar es increíble, Elsa. Tienes un talento increíble - dijo Jack, deslizándose por el piso helado. -Gracias, Jack - respondió Elsa con una leve sonrisa -Nunca pensé que podría hacer algo así. Pero... aún me cuesta controlar mis poderes.

-Tienes todo el tiempo del mundo para aprender, y no estás sola en esto. Además, ¡tener poderes de hielo es mucho más divertido que ser normal! - dijo Jack con una risa contagiosa. Elsa no pudo evitar sonreír ante la actitud juguetona de Jack. Sin embargo, en el fondo, seguía preocupada por todo lo sucedido en la coronación.

-Sí, aunque los trolls decían algo diferente sobre la profecía -dijo Jack distraídamente mientras observaba a su alrededor. Elsa se detuvo en seco y lo miró fijamente. -¿Qué profecía? -preguntó con curiosidad y preocupación. Jack parpadeó, dándose cuenta de su desliz, y trató de restarle importancia.

-Oh, no es nada. No tiene importancia - dijo nervioso, intentando desviar el tema. Elsa frunció el ceño, notando la evasión en la voz de Jack. -Jack, dime la verdad. ¿Qué profecía? - insistió, su tono se volvió más firme. Jack suspiró, sabiendo que no podría evitarlo más.

-Está bien, está bien. Pero no te asustes, ¿de acuerdo? -dijo, frotándose la nuca con nerviosismo-. Pabbie me hablo de una profecía hace mucho tiempo, cuando apenas tenias doce años. Decía que alguien con poderes como los tuyos podría traer una gran desgracia. Hablaban de que caería un invierno eterno, de caos...

Elsa sintió un nudo en el estómago y sus manos comenzaron a temblar ligeramente, intensificando el frío en el aire. -¿Por qué no me lo dijiste antes, Jack? - preguntó, tratando de mantener la calma. Jack se acercó a ella y le puso una mano en el hombro. -No quería que te sintieras abrumada o que te asustaras más de lo que ya estabas. Yo creo en ti, Elsa. Sé que puedes controlar tus poderes y que esa profecía no se cumplirá.

Elsa apartó la mirada, sintiendo una mezcla de miedo y responsabilidad dentro de ella. -¿Y si no puedo, Jack? ¿Y si realmente traigo esa desgracia?

Jack le dio un apretón suave en el hombro, obligándola a mirarlo a los ojos. -No estás sola en esto. Estoy aquí para ayudarte, siempre. Vamos a superar esto juntos, ¿de acuerdo? -dijo con una sonrisa tranquilizadora-. Además, ¿Quién más podría enseñarte a controlar los poderes del invierno mejor que el mismísimo Jack Frost?

Elsa dejo salir una pequeña risa, Jack nunca dejaría un solo momento en el que pueda alardear de el. -Gracias, Jack. De verdad -dijo ella, sintiendo que su miedo comenzaba a desvanecerse. -Para eso están los amigos - respondió Jack, dándole un leve empujón juguetón.

El día para ambos transcurrió rápido sin darse cuenta. Jack había sugerido a Elsa que sería buena idea decorar un poco más el castillo. Así, se entretuvieron haciendo algunos arreglos y mejorando las habitaciones del gran castillo de hielo. Sin embargo, aunque esto mantenía a Elsa ocupada, no podía sacarse de la cabeza las palabras de Jack sobre la profecía. Seguía preguntándose si verdaderamente ella sería la causante de ese caos. Esto reforzaba su decisión de quedarse en su castillo, lejos de todos, donde no pudiera lastimar a nadie.

Mientras Elsa estaba sumida en sus pensamientos, Jack se dio cuenta de que ella no parecía escucharlo. -¿Elsa? ¿Estás bien? -preguntó Jack, tratando de llamar su atención, al notar cómo ella miraba un punto fijo. La tomó suavemente por los hombros y trató de hacerla reaccionar-. ¡Tierra llamando a Elsa!

Al sentir el repentino movimiento, Elsa salió de sus pensamientos y al fin notó a Jack frente a ella, preocupado. -¿Qué? ¿Qué sucede? -preguntó, algo confundida.

-No lo sé, te estaba hablando y no me respondías, luego me di cuenta de que estabas mirando un punto fijo sin reaccionar. Me estabas preocupando -explicó Jack. -Lo lamento, no quise preocuparte -se disculpó Elsa, avergonzada.

-No tienes por qué disculparte, pero ¿estás bien? ¿Es por lo que te dije sobre la profecía que me contó Pabbie? No tienes que preocuparte tanto por eso, nada de eso sucederá -le aseguró Jack, intentando calmarla.

-La verdad, sí. Es por lo que me dijiste. Quisiera creerlo, Jack, pero tú viste lo que sucedió en la coronación. Por un simple berrinche, todo se arruinó. Todos estos años en los que me escondí para que nadie descubriera mis poderes, desperdiciados en segundos por no saber controlarme -confesó Elsa, sintiendo cómo su respiración comenzaba a agitarse. Recordar ese momento la frustraba demasiado, como todo se le salió de las manos. Cómo casi volvía a lastimar a su hermana por no controlar sus emociones.

-Hey, tranquila... Mm, Elsa, comprendo lo que me estás diciendo, pero ya pasó. Eso ya pasó y no podemos cambiarlo. Ahora tienes que concentrarte en el presente, en nosotros. Estamos en un increíble castillo de hielo que ¡tú creaste! ¡Tú eres la persona más maravillosa que he conocido! Y eso que he conocido a personas bastante interesantes a lo largo de los años que he vivido -dijo Jack con una sonrisa traviesa, tratando de aligerar el ambiente.

Elsa lo miró, con una leve sonrisa en los labios, sus ojos agradecidos brillando con una calidez inusual en ella. -Gracias, Jack. En serio, gracias por tus palabras. Significan mucho para mí -dijo suavemente.

Ambos quedaron en silencio por un momento. El aire parecía más cálido a su alrededor, y por un instante, el peso de las preocupaciones de Elsa pareció aligerarse. Jack sonrió, su mirada traviesa suavizándose, y dio un paso más cerca de ella. Había algo en la forma en que la luz del hielo se reflejaba en sus ojos que lo hizo sentirse más cerca de ella de lo que había sentido con nadie en mucho tiempo.

Mientras tanto, en la distancia, una joven princesa pelirroja avanzaba con determinación, acompañada por un robusto montañés. Junto a ellos, un reno amigable y un peculiar muñeco de nieve avanzaban a través del bosque nevado. A medida que se acercaban, el majestuoso castillo de hielo se volvía cada vez más visible entre los árboles, su resplandor iluminando la noche. La fatiga del viaje no menguaba la firmeza en los pasos de la princesa, y la compañía de sus insólitos compañeros sólo fortalecía su resolución. Con cada paso, se acercaban más a su destino, al brillante y frío refugio que Elsa había creado.

 Con cada paso, se acercaban más a su destino, al brillante y frío refugio que Elsa había creado

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