Capitulo 28

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ARRENDELLE, 1836

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ARRENDELLE, 1836

IDUNA

Me estremecí ante la idea de la explosión inminente, que parecía acechar en cada rincón de la habitación. Podría ser devastadora, no solo para ella, sino quizás para todo el reino. Por eso la teníamos aquí, escondida, traté de recordarme. Pero toda la racionalidad del mundo no pudo sofocar la culpa. Era cruel mantenerla encerrada en esta habitación tan pequeña. El tipo de cosas que los villanos hacían en los cuentos de hadas, no los héroes.

-Elsa, por favor - le rogué con voz temblorosa. -Puedes hacerlo. Sé que puedes. Solo esfuérzate un poco más.

-¡He estado intentándolo, Madre! Me he esforzado tanto y solo empeora. ¡No sé cuánto más puedo soportar! - Sus sollozos llenaban la gélida habitación. -No quiero lastimar a nadie. No a ti, no a papá. No... Anna.

Ella parecía una muñeca rota. Un caparazón de la persona que estaba destinada a ser. Todos estos años, habíamos intentado protegerla. Mantenerla a salvo. En cambio, le habíamos roto el espíritu. Esta hermosa, salvaje y mágica chica no debería estar atrapada en una jaula de nuestra creación. Debería tener la libertad de desplegar sus alas y volar como el viento. Como los propios espíritus...

¿Estaba esto destinado a continuar para siempre? Solo Ahtohallan lo sabe. Ahtohallan. El único espíritu que aún está ahí fuera. En algún lugar. Si tan solo hubiera una manera de encontrarla.

-Entiendo, cariño - dije al fin, con un nudo en la garganta. -Solo espera un poco más, ¿de acuerdo? Mi niña valiente. - Mi voz se quebró en la última parte y sentí caer una lágrima de mi ojo, deslizándose lentamente por mi mejilla. Elsa lo vio, y para mi sorpresa, de repente dio un paso adelante, acortando la distancia entre nosotros. Observé, sin aliento, mientras ella extendía una mano temblorosa y secaba la lágrima de mi mejilla. Se congeló en la punta de su dedo, un cristal perfecto atrapado en el tiempo. Luego lo apartó y me miró con sus grandes, profundos y tristes ojos.

-Te amo, mamá - dijo lentamente. -Y yo confío en ti. Sé que me ayudarás.

Asentí rígidamente, queriendo abrazarla, acercarla y sostenerla con fuerza. Pero tal movimiento podría hacerme daño. Y sabía que si lo hacía, aunque no fuera su intención, la destruiría.

Le di una sonrisa fugaz y un saludo, aunque por dentro sentía un vacío insondable. -Volveré - le aseguré. -Pronto. - Abrí la puerta y salí, regresando al calor del castillo. De vuelta a la biblioteca. Esta vez, no me iría hasta que lo averiguara.

Caminé hasta el despacho de Agnarr con determinación, sintiendo que necesitaba hablar con él de inmediato. -¡Necesito hablar contigo! - irrumpí en su estudio sin siquiera molestarme en llamar primero.

Agnarr levantó la vista desde detrás del gran escritorio de roble, donde estaba revisando sus papeles. -¿Puede esperar? - preguntó, luciendo un poco estresado, lo que en estos días no era nada nuevo.

-No - negué con la cabeza, sintiendo una mezcla de emociones, entre ellas un poco de miedo. -No puede. - Para su crédito, dejó sus papeles y se puso de pie para mirarme. -¿Qué es? - inquirió.

Aquí no, le dije. -Reúnete conmigo en la biblioteca secreta.

Salí corriendo del estudio y recorrí el pasillo, sin esperar su respuesta. Llevaba semanas prácticamente viviendo en la biblioteca secreta, sin apenas molestarme en comer o dormir, mucho menos en bañarme. Probablemente me veía como un fantasma de castillo en este momento. Kai y Gerda me preguntaban constantemente si estaba bien, animándome a descansar un poco, a comer algo.

Pero no puedo. No hasta que encontré lo que estaba buscando. Y ahora, tal vez, lo había hecho. Tal vez.

Y ahora tenía que enfrentarlo, compartirlo todo con Agnarr. No debería ser tan aterrador hablar abiertamente con mi propio esposo. Pero había pasado demasiado tiempo, había demasiados secretos. Era plenamente consciente de que aclarar todo ahora podría finalmente hacer que el castillo de naipes que habíamos estado construyendo durante años se derrumbara para siempre.

Pero no tenía elección. La vida de Elsa dependía de ello.

Entré en la biblioteca, recordando ese primer día en el castillo cuando Agnarr me lo mostró con orgullo. Recordé mi sorpresa al mirar desde el suelo hasta el techo, observando las interminables filas de libros que cubrían los estantes. Antes de eso, solo había visto unos pocos libros en mi vida; la mayoría de las historias de Northuldra provenían de canciones y cuentos orales. Había sido un gran impacto en ese entonces ver tanto escrito.

Pero ahora pasé por delante de los estantes, apenas consciente de ellos, dirigiéndome directamente a la parte trasera de la habitación, donde se encontraba la estatua del Nokk de agua, custodiando nuestra cámara secreta. Con un movimiento rápido y práctico, activé la puerta, que se abrió con un fuerte crujido. Entré, con Agnarr pisándome los talones. La habitación estaba desordenada, resultado de mis estudios desesperados, y caminé por ella nerviosamente, alternando entre sentarme y levantarme en un constante vaivén de emociones.

Después de esta conversación, todo cambiaría. Siempre. Y no estaba segura de estar preparada para ello. Agnarr se unió a mí después de cerrar la puerta del pasillo detrás de él. Recordé todos los momentos que pasamos aquí cuando éramos jóvenes, ocultando nuestro amor al mundo. ¿Toda mi vida había sido una serie de secretos, cada uno más peligroso que el anterior? ¿Era por eso que estábamos malditos ahora, por un secreto tan espantoso que estaba destruyendo la vida de mi hija?

Es un regalo, no una maldición, me regañé. Pero cada día era más difícil de creer. Cada vez que veía el rostro torturado de Elsa. Oculta, no sientas No. Habíamos terminado con eso. Tragué saliva y me volví hacia Agnarr.

-Hay algo que tengo que decirte - dije, sorprendida por lo firme que sonaba mi voz. -Algo sobre mi pasado. - Agnarr dio un paso hacia mí, agarró mis manos y las llevó hacia su pecho. Nuestros ojos se encontraron, los suyos preocupados pero concentrados.

-Te escucho - dijo en voz baja.

Era más de lo que podía soportar. Las lágrimas corrían por mis mejillas como lluvia. Agnarr me tomó en sus brazos, acariciando mi espalda con sus manos. Manos tan suaves y fuertes como siempre lo habían sido. Casi me rendí allí mismo, casi me derretí en su abrazo y pospuse la verdad para otro día. Pero al final, me aparté, secándome las lágrimas con rabia. No podía desmoronarme ahora. Tenía que superar esto. Por Elsa. Mi dulce Elsa. Y también para Anna. Mis dos hijas. Tenía que ser fuerte por ellas.

Tenía que decir la verdad al fin. Solo que no sabía por dónde empezar. ¿Cómo podría siquiera empezar a explicar? Pero entonces, un solo momento subió a mi conciencia, floreciendo en mi corazón. La primera chispa que se había convertido en este infierno.

Ese día en el bosque, logré decir. -La batalla en la presa.

-¿Sí?

-La persona que te salvó. Esa fui yo.

Buenas, Buenas 👋, ya llegamos a esta escena sin darme cuenta jsjsj

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Buenas, Buenas 👋, ya llegamos a esta escena sin darme cuenta jsjsj. 😅
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