Historias de Fogata

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La selva estaba bañada por la luz dorada del atardecer; el grupo de cazadores del clan Tawkami se movía con sigilo, sus pasos silenciosos sincronizados con el pulso de la naturaleza. Junto a ellos, Z-dog y Mansk intentaban seguir los apresurados pasos de los cazadores. A pesar de su apariencia Na'vi, sus temores humanos persistían, entre ellos, el temor a una severa reprimenda del Coronel si ellos dos terminaban avergonzando a la unidad.

Ellos avanzaban tanto como sus corazones se lo permitían.

El grupo llegó a un claro bordeado por lianas. Ahí divisaron a un yerik solitario. Ahí se detuvieron, mirándose entre ellos, hablando en silencio. Habían decidido enviar a la cazadora alienígena por la presa; sin embargo, antes de que pudieran indicarle que preparara su flecha, ella infló su chicle, formando una burbuja rosada que contrastaba con el entorno. El chicle explotó con un estallido agudo. De inmediato, la criatura que los cazadores acechaban se alertó, miró hacia las lianas y al percibirlos, huyó, saltando hacia la espesura de la selva.

Los cazadores voltearon hacia ella, sus rostros expresando una mezcla de incredulidad y enojo. Los ojos de la líder del grupo chispeaban con furia contenida. Su gesto como gruñido era atemorizante.

—Ups —dijo Z-dog, encogiéndose de hombros.

¿Qué es esa cosa en tu boca, Sawtute taronyu? ¿Algún artefacto demoníaco para asustar criaturas? —espetó, su tono manifestaba el reproche.

Antes de que Z-dog pudiera responder, Mansk le dio un fuerte puñetazo en el hombro.

¡Te dije que no trajeras ese maldito chicle en la boca! —la reprendió, su voz baja pero severa. —¿Quieres arruinar la misión?

Z-dog levantó las manos en señal de defensa.

Es una costumbre, lo siento. Olvidé escupirlo. —se justificó. Sacó el chicle de su boca y lo ofreció a la cazadora Tawkami. —Es un alimento dulce. No se traga, solo se mastica. Quita la ansiedad.

La cazadora miró el chicle con desdén y lo rechazó, usando la punta de su arco para apartar la mano de Z-dog.

Comida alienígena, no quiero que se me caiga la lengua. —dijo sarcástica.

Los otros cazadores soltaron una risita y continuaron buscando el rastro de la criatura. Z-dog, sintiéndose un poco avergonzado pero sin dejar de mascar su chicle, los siguió en silencio, recordándose a sí mismo ser más cuidadoso la próxima vez.

—Ya, escupe esa cosa. —dijo Mansk, apretando las mejillas de Z-dog.

La fogata estaba encendida y algunos trozos de carne, los que habían cazado las hijas del Olo'eytan y las de Omli, ya estaban a punto de estar listos para servirse. En ese momento, Tau'rom pronunció un par de chasquidos graves, a lo que sus hijas voltearon de inmediato, mirando hacia un par de troncos enrollados en espiral.

¡Llegaron! —exclamó Nayala, corriendo hacia los árboles.

Liraya llamó a su padre, pronunciando chasquidos agudos.

El corazón de Omli dio un brinco; su Olo'eyktan también había llegado. Ella ansiaba ver lo que el Coronel había capturado; Omli había practicado sus palabras para poder pedirle su presa y así poder prepararla. En su mente, ella ya había cocinado la carne de la criatura, ofreciéndole a su gallardo Eyktan.

Ahora que el Coronel estaba consciente de los sentimientos de la Tsahik y que ella, sabiendo esto y viendo cómo él no se negaba a ser adulado, contaba las horas para poder agasajarlo, sin importar el resultado de su cacería. Aunque en realidad, ella esperaba ver a su Coronel cargando una formidable criatura.

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